El Terremoto de 1812
No fue la primera vez que Venezuela, sufría este tipo de fenómenos naturales, luego de la conquista del territorio. El 1 de septiembre de 1530, un terremoto afectó la actual Cumaná, y luego se sucedieron muchos más, pero con efectos no tan nefastos. A fines de 1541, las islas de Cubagua y Coche, al noreste, y el 3 de febrero de 1610, La Grita, en el estado Táchira, lamentaron sesenta personas muertas. En 1629, la afectada fue la iglesia de Cumaná. En 1786, se sacudió la ciudad de Mérida, y en 1797, fue Caracas la que tembló. Estos son algunos ejemplos de que el terremoto de 1812, no fue una excepción para esta zona de la Tierra, pero sí que tuvo particularidades, de intensidad, víctimas y consecuencias políticas, que lo inmortalizaron en la historia, además de una explicación sobrenatural, para una época en que los sismógrafos eran aún desconocidos (datan de principios del siglo XX).
Alrededor de 20.000 vidas humanas y grandes destrozos materiales, ocasionó este gran terremoto, que se supone que en realidad fueron dos, con media hora de diferencia, el peor que soportó Venezuela (ocho grados de intensidad en la escala de Richter) que se produjo en Caracas y zonas aledañas, abarcando un área de aproximadamente 600 kms. (Mérida, Barquisimeto, que luego fue reconstruida al noroeste, abarcando posteriormente sus antiguos límites, San Felipe y El Tocuyo, ubicada de 620 metros sobre el nivel del mar).
Fue el día 26 de marzo de 1812, a la hora 16, en plena lucha en pos de la independencia; por lo que algunos fatalistas partidarios de la corona española, lo interpretaron como un castigo divino, por la insubordinación a las autoridades peninsulares, ya que las ciudades bajo el dominio español, no habían sufrido los efectos de la catástrofe.
La iglesia, a través del Arzobispo caraqueño Narciso Coll y Prat, avaló esta postura, destacando que el trágico hecho ocurrió precisamente un Jueves Santo, comparando la ira de Dios en esta ocasión, con lo sucedido según las escrituras bíblicas en Babilonia, Jerusalén y la Torre de Babel.
Aunque los patriotas negaron esta versión poco científica, la realidad confirmaba que cualquiera sea la explicación, la Primera República, luego de dos años de existencia, desde el 19 de abril de 1810, al constituirse en Caracas una Junta Suprema que desplazó a la autoridad real, y gestó la independencia declarada el 5 de julio de 1811, había sucumbido tras el desastre, ante el temor reverente de la población hacia lo que parecía un mandato del Señor, de desertar de la idea de emancipación.
Bolívar, que se hallaba en Caracas, aún sin haber recibido el título de Libertador, a pesar de todo, no se doblegó, y exhortó a luchar aún contra la naturaleza, si era necesario. El pintor de temas históricos, Tito Salas, dejó grabada esta actitud valiente en una conocida obra pictórica, realizada entre 1913 y 1931.
La situación a pesar de los dichos de Bolívar era muy difícil de sostener. Una sublevación acaecida entre los realistas detenidos en el Castillo de San Felipe (Puerto Cabello) y la fidelidad de los negros y mulatos al dominio español, hizo que Francisco Miranda deba rendirse ante las tropas de Monteverde, el 26 de julio, en San Mateo, ingresando los españoles, triunfantes en Caracas.