El Reino de Portugal
Portugal, país situado en la parte más occidental de península Ibérica, experimentó un desarrollo histórico muy similar en sus orígenes al de su país vecino España. Ocupado por Roma y perteneciente, desde las reformas del período final de la Republica del 27 a.c., a la provincia de la Lusitania; a inicios del siglo V d.C. verá ocupada sus tierras por los pueblos bárbaros que penetran por las fronteras del decadente Imperio Romano. En un primer momento los suevos, que llegaron a establecer un reino que ocupaba la mayor parte del actual Portugal y de la zona de Galicia, fueron derrotados posteriormente y su reino anexionado por el rey visigodo Leovigildo en el 585.
En el año 711 los musulmanes penetran en la Península Ibérica y en menos de una década se hacen con el control de todo el territorio salvo algunos enclaves situados en la Cordillera Cantábrica. Será en este lugar donde se formará el reino cristiano de Asturias que tanta importancia tendrá posteriormente en la formación de los ulteriores reinos y será el punto de partida de la llamada Reconquista.
El embrión de lo que será el Reino de Portugal es el Condado de Portucale que fue conquistado y repoblado por Vimara Pérez, vasallo del rey de Asturias durante el siglo IX. El control de este condado por la casa de Vimara y su relativa independencia perdurará hasta el año 1071 cuando en la batalla de Pedroso, el hermano de Alfonso VI de León y Castilla, el rey García de Galicia derrota a las tropas del condado de Portucale pasando a formar parte momentáneamente del Reino de Galicia.
El paso definitivo del reino de Portugal como entidad independiente está profundamente ligado a la labor militar y política del rey de León y Castilla Alfonso VI (1040-1109). Si durante una parte importante de su reinado expandió las fronteras del reino hasta el extremo de hacer tributarios de la monarquía, mediante las parias, a algunos reinos de Taifas (llegó a conquistar el reino de Toledo en el año 1085), en una segunda parte su obra se desmorona paulatinamente ante las acometidas militares de los musulmanes almorávides que vuelven a conquistar varias plazas cristianas.
Debido a la presión que los almorávides ejercían en las fronteras de los territorios cristianos, ganados por campañas militares y por repoblaciones, se hacía necesario consolidar estas posesiones dependientes de la monarquía leonesa. A su muerte Alfonso VI había dividido su reino entre sus hijas.
Enrique de Borgoña, que había venido para prestar sus servicios militares desde el ducado del mismo nombre con su hermano Raimundo para combatir a los almorávides, se casó con la hija de Alfonso VI, Teresa, y le fue adjudicado el condado Portucalense (anteriormente Condado de Portucale). El Condado Portucalense era especialmente problemático de defender por estar cerca de la zona de influencia de el Al-Andalus. Es importante mencionar que el Reino de Galicia en cuyos dominios estaba el Condado Portucalense, anteriormente anexionado por el Reino de Galicia, fue dividido por Alfonso VI en otra parte, el Condado de Galicia, que fue otorgando a su hija doña Urraca casada con Raimundo de Borgoña. Es probable que la división del reino gallego obedeciera a la necesidad de evitar la restauración de este feudo.
La labor de Enrique de Borgoña fue importante en la medida en que siguió con el proceso de repoblación, fenómeno común a todos los reinos cristianos, y como ejemplo de ello está la fundación de villas como la de Guimaraes. A la muerte de Enrique en 1112 el condado pasó a su viuda Teresa mientras su hijo no alcanzaba la mayoría de edad.
El hijo de Enrique de Borgoña, Alfonso Henriques (Alfonso I de Portugal), fue el encargado de llevar a cabo el proceso de creación e independencia de la monarquía portuguesa. Este proceso no estuvo exento de conflictos. En el año 1128 tuvo que enfrentarse a los partidarios de su madre que son derrotados en la batalla de San Mamedé y de este modo obtiene la hegemonía sobre el condado. Varios hechos ayudaron a consolidar la obra de Alfonso I.
En 1139 en la batalla de Ourique derrota a los almorávides y es aclamado como rey por sus tropas. Más tarde conquista Lisboa en 1147.Y quizás el hecho más importante: después de hacerse vasallo del Papa en 1143, en la conferencia de Zamora, consiguió de la Santa Sede que Alejandro III en 1179 reconociera su reino a cambio de otorgar importantes privilegios a la Iglesia Portuguesa.
El Reino de Portugal continúo el desarrollo de la Reconquista de Al-Andalus hasta la conquista del Algarbe en 1249, por parte de Alfonso III, lo que supuso la última plaza mahometana en Portugal.
Con un reino firmemente consolidado, sólo inquietado por la rivalidad con la Corona de Castilla y León, a inicios del siglo XV Portugal inicia el período denominado como la época de los descubrimientos portugueses. Los precedentes hay que buscarlos ya en el siglo XIV durante el reinado de Dionisio I que envía una armada a las Islas Canarias. Sin embargo, a partir del siglo XV con Enrique el Navegante, los portugueses se lanzarán a la exploración de los territorios de la costa africana motivados principalmente por intereses comerciales y evangelizadores. Esta tradición exploradora que se prolongará en el Nuevo Mundo culminará el año 1500 con el descubrimiento de Brasil.