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Victoriano Huerta

Publicado por Helena

250px-victoriano_huerta.jpgVictoriano Huerta nació un 23 de diciembre de 1850 en la hacienda de Agua Gorda, en el estado mexicano de Jalisco, de dos padres indígenas llamados Jesús Huerta y Refugio Martínez.

Cuando solamente contaba con 15 años, el general Donato Guerra visitó su ciudad y lo reclutó inmediatamente para ejercer labores de secretario particular. En su servicio al ejército se desempeñó con una extraordinaria brillantez, y enseguida que se graduó fue destinado al Colegio Militar, donde pudo graduarse como Ingeniero.

Dada su valía en este terreno, allá por el año 1890, ya había alcanzado el grado de coronel, y empezaría su trayectoria de lucha contra los indígenas que poblaban el país y que se rebelaban contra el gobierno constituido legalmente.

Tras esta exitosa campaña, recibió el grado de general brigadier y entró a formar parte del Tribunal Superior de Justicia Militar en calidad de magistrado, gracias a los esfuerzos de su amigo y famoso general Bernardo Reyes.

Por problemas de salud relacionados con sus cataratas, enfermedad que le acompañaría hasta el final de sus días, estuvo dos años y medio en Obras Públicas trabajando en la construcción de la ingeniería civil.

Esta parada “civil” duró poco, puesto que al estallar la revolución maderista, se reincorporó al ejército en el bando revolucionario. Aunque durante el gobierno provisional de Francisco León de la Barra, él siempre había sido fiel al ejército, participó en algunas acciones en contra de Emiliano Zapata, que comandaba el ejército rebelde, por lo que enseguida, se levantaron en torno a él fuertes sospechas de subordinación. Sin embargo pronto se supo ganar fama como militar cuando Madero lo puso al mando de las tropas del gobierno federal.

Precisamente Madero lo destituiría y lo volvería a poner al mando del ejército en dos ocasiones más, provocando esto de nuevo que se levantaran dudas sobre su lealtad.

Tras la rebelión de Félix Díaz contra el gobierno de Madero, (en la que también tomaba parte el General Bernardo Reyes, gran amigo de Huerta), decidió ponerse a favor de los golpistas y en contra del gobierno de Madero. Esta traición, marcaría para siempre la vida de Huerta: el hermano de Madero descubrió las intenciones golpistas de Huerta, pero Madero muy confiado no quiso creerle. Mientras tanto Huerta se reunió con varios conspiradores y con el embajador de EEUU Henry Lane Wilson, y entre todos suscribieron el Pacto de la Ciudadela o Pacto de la Embajada, impidiendo con este plan que llegaran refuerzos a la capital por parte de las tropas de Madero, y así de este modo, poder dar un golpe de estado.

Con el pretexto de dar protección a Madero frente a los golpistas, lo detuvo, junto al vicepresidente de este Pino Suárez, a los que convenció para que renunciaran a sus cargos a cambio de garantizarles que no correría peligro su vida y que podrían salir de la capital sin sufrir ningún tipo de daño.

Una vez que el Congreso conoció sus intenciones, nombraron presidente interino a Pedro Lascaurín, cuyo gobierno se convirtió en una mascarada que duraría escasamente 45 minutos. El tiempo necesario para renunciar, y que Huerta asumiera la presidencia constitucional de derecho, pero dictatorial de facto, del país mexicano.

Los constitucionalistas, al mando de Venustiano Carranza, siguieron luchando contra este gobierno impuesto a la fuerza, el cual finalmente sería derrotado en el 24 de junio de 1914.

Huerta entonces se exilió en Europa, intentando por rodos los medios volver al poder. A su regreso al continente americano fue arrestado en El Paso, en Texas, y aunque inicialmente debido a su estado de salud, no ingresó en prisión, fue finalmente internado en la cárcel militar de Fort Bliss, donde falleció por causa de una cirrosis hepática el 13 de enero de 1916.

Su figura siempre irá unida a la traición que acabaría con Madero y con su programa dinamizador del país de México, así como a la instauración de una dictadura más que sangrienta, vestida con apariencia constitucional.

Su astucia, sangre fría, falta de escrúpulos, y poco interés por los valores morales, lo han convertido en el traidor por excelencia, en el típico militar alcohólico y amoral, capaz de sacrificar su patria y sus compatriotas, en aras de sus propios intereses.