Las guerras floridas
Las Guerras Floridas, fueron batallas libradas con fines rituales a mediados del siglo XV, época de grandes hambrunas, por los aztecas de Tenochtitlán, que habían formado una triple alianza con los de Texcoco y los Tlacopan, contra Huexotzinco y Tlaxcala, que era la ciudad erigida como capital por los tlaxcaltecas.
Las guerras floridas involucraban a todos esos pueblos del valle de México. Se hacía con previo acuerdo, para regocijo de los dioses, a modo de “cacería sagrada”, y obtener a cambio beneficios en canto a las condiciones naturales fueran propicias para la vida y la cosechas. En idioma náhuatl, se denominaban xōchiyāōyōtl y el objetivo era obtener prisioneros que se destinaban a los sacrificios religiosos. Eran conducidos hasta el Templo Mayor donde el sacerdote le quitaba el corazón para ofrecérselos a Huitzilopochtli, dios asociado al Sol.
Tal vez era una tradición Tolteca, pero lo más probable es que su uso se hizo más frecuente en tiempos Moctezuma Ilhuicamina, que asumió como Moctezuma I.
Los sacrificios eran muy comunes en esta región de América, cosa que provocó el asombro y el repudio de los conquistadores europeos, que, en vistas a tremenda cultura impía, no dudaron en masacrarlos si no aceptaban la nueva y misericordiosa fe que ellos les traían.
En época de guerra, los prisioneros eran ejecutados para placer de los dioses, pero en época de paz, no había cautivos de guerra, y de algún modo había que generarlos, pues de lo contario, sobrevendrían grandes calamidades, según sus creencias.
En las batallas participaban los guerreros más avezados del modo más justo posible en cuanto al número de fuerzas enfrentadas. Se fijaba el día, la hora y el lugar del encuentro bélico, según lo dispusiera el sacerdote que interpretaba la voluntad de los dioses. El lugar era sagrado y se conocía como “cuauhtlalli”, cuya traducción sería “territorio del águila”. Se iniciaba la lucha tras encender una enorme pira, y la finalidad no era matar al enemigo en batalla sino capturarlo para ofrendarlo a la divinidad.
Se llamó guerra de las flores, pues durante el sacrificio, se les ofrendaba a los dioses, el corazón de la víctima, su más preciada flor, siendo para el sacrificado un alto honor morir de este modo.
Algunos autores sugieren que, los aztecas de Tenochtitlán buscaban, además, en estas guerras mostrar que eran superiores en sus tácticas y habilidades guerreras, para controlar al resto de los pueblos y que no osaran rebelarse contra su poder imperial. Además, los cuerpos ofrendados también servían de alimento a la población, una vez que le quitaban el corazón para su dios, según lo expresado por el antropólogo estadounidense, Marvin Harris 81927-2001) y Fray Diego Durán.