La Revolución Mexicana de 1910
El gobierno de Porfirio Díaz, que se había iniciado con un primer mandato el 29 de noviembre de 1876 era una dictadura, sin aceptarse opiniones de disidentes políticos. Su política era corrupta e impopular, pues después de gobernar 34 años el 1 % de la población de México era rica, mientras que más del 90 % vivía en la pobreza, sin viviendas, ni educación. Los extranjeros eran los dueños de industrias y comercios.
A pesar de eliminar sistemáticamente a sus opositores surgió la figura de un demócrata liberal llamado Francisco Madero, con aspiraciones de poder, que se opuso a la reelección del dictador en 1910, puesto que el mismo Díaz había declarado dos años antes a un periodista de Estados Unidos que ya el pueblo mexicano podía poseer un gobierno democrático al ya estar maduro para ello.
Por su oposición a la reelección de Díaz, Madero padeció la cárcel antes de las elecciones. Huyó rumbo a Estados Unidos, encabezando desde el exilio una oposición al gobierno de Porfirio Díaz, apoyado por la escasa clase media mexicana.
Lanzó el Plan de San Luis, que incitaba a levantarse contra Díaz el 20 de febrero de 1910. A pesar de que lograron algunas promesas del mandatario, como el reparto de tierras y la limitación a los capitales extranjeros en las industrias nacionales, Puebla se sublevó el 20 de noviembre de 1910, tras el asesinato de Aquiles Serdán dos días antes, sin un plan específico pero logró transmitir a otros lugares el espíritu revolucionario de las clases más marginadas, lideradas por tres corrientes; la moderada de Francisco Madero, la del agrarismo radical bajo el liderazgo de Emiliano Zapata que contaba con la adhesión de los sureños, que pedían reparto de tierras; y los anarquistas, marxistas y radicales, liderados por Ricardo Flores Magón.
Esta revolución logró la renuncia de Porfirio Díaz, asumiendo hasta 1913, Francisco Madero, quien no pudo concretar sus reformas sociales por la presión revolucionaria y las intrigas sembradas por Estados Unidos.