La escultura olmeca
El arte olmeca se nos muestra a los ojos de los ciudadanos del siglo XXI, como de los más importantes de su época, teniendo en cuenta que estamos hablando, de las manifestaciones artísticas de una civilización antigua.
Y si podemos afirmar que este pueblo, alcanzó cotas de gran maestría en todas las artes, también es importante decir que fue en la escultura donde mostraron más brillantez.
Los temas tratados en sus esculturas eran variados intentando en las mismas, plasmar la realidad mágica que los rodeaba en todo momento.
Las figuras humanas suelen estar o mezcladas o con rasgos animales, siendo casi siempre el elegido el jaguar, por los poderes mágicos que el pueblo olmeca le otorgaba, o con rasgos fantásticos, en los que se distorsionan las formas y se dotan a los hombres de poderes casi divinos y relacionados generalmente con la naturaleza.
Las raras ocasiones en que la figura humana aparece individualizada lo hace también con connotaciones mágicas, pero estas reflejadas a través de la magnitud de las mismas.
De este modo se entronca al hombre y al mito, a lo natural y a lo sobrenatural, creando un universo mágico que utilizaban en todos los aspectos de la vida.
La escultura olmeca la podemos dividir, a efectos puramente explicativos, en dos grandes grupos: las esculturas pequeñas, y las esculturas colosales.
Por lo que respecta a las esculturas pequeñas, decir que sobre ellas tenemos un desconocimiento bastante amplio.
A pesar de los numerosos hallazgos realizados en toda el área olmeca, todavía hoy no se sabe que procedimientos eran utilizados para obtener una talla tan exquisita.
Esta exquisitez en el tallaje, no encuentra parangón en las culturas coetáneas de los olmecas, ya no en los otros pueblos mesoamericanos, sino en el resto de culturas de todo el mundo.
Para realizar estas esculturas se usaron piedras semipreciosas tales como el jade, la serpentina, la hematina que a base de pulirlas llegaban a tener reflejos cristalinos.
Solían utilizarlas como amuletos o como adornos, y tanto para ser usados por hombres como por mujeres.
En cuanto al otro tipo de esculturas, es decir, las esculturas colosales, conforman una de las expresiones escultóricas más conocida de las culturas mesoamericanas.
Se trata de esculturas humanas de grandes dimensiones que representan grandes cabezas humanas, con rasgos específicos cada una de ellas.
No se sabe a ciencia cierta que es lo que representan este tipo de esculturas, si bien se sospecha que podría tratarse de antiguos reyes olmecas o grandes señores; otras teorías apuntarían a que estaríamos ante jugadores de pelota, juego habitual de las distintas culturas mesoamericanas, porque el tocado de las cabezas es similar al casco de protección de los jugadores de este deporte.
De lo que si podemos estar seguros, hoy en día, es de que estaban cubiertas de pintura porque se han encontrado restos que así lo demuestran.
Lo que más llama la atención de este tipo de esculturas, son dos detalles que las hace si cabe más misteriosas: uno, que siempre han aparecido bajo tierra, a pesar de su gran tamaño, y dos, que están hechas de enormes piedras calizas, basalto y andesita, que no se encuentran en el área de los olmecas, sino en una cantera situada a más de 85 kilómetros de distancia, por lo que el esfuerzo humano para realizarlas tuvo que ser muy considerable.
El predominio de estructuras geométricas, los rasgos negroides y la magnitud de sus proporciones hacen de estas esculturas unas piezas únicas.
Hoy en día se tiene conocimiento de 17 cabezas. Cada una de ellas mide hasta cuatro metros de altura y pesan varias toneladas. Aunque están desperdigadas por toda el área olmeca, la mayor concentración de cabezas colosales apareció en el territorio de San Lorenzo.
El significado telúrico y no sólo ornamental que tiene la escultura olmeca queda demostrado con el hecho de que muchas de ellas han aparecido con sus rasgos mutilados.
Aunque hay diversas teorías sobre esto, como la más aceptada es que este hecho se dio en la decadencia de la civilización, cuando las distintas ciudades eran conquistadas o abandonadas por la influencia de otros pueblos, para que aquello que había formado parte de su vida, no lo disfrutaran otros.