La conspiración de Valladolid de 1809
Ante los acontecimientos ocurridos en España en 1808, por los cuáles el mando real había quedado en manos de José Bonaparte y el rey Fernando VII cautivo, tras la Farsa de Bayona; en las colonias americanas, imitando a lo que ocurría en la metrópoli comenzaron a formarse juntas que gobernaban en nombre del rey español depuesto.
En la ciudad de Valladolid, cabecera de la intendencia de Michoacán del virreinato de Nueva España (en la actualidad denominada Morelia, en el Estado mexicano de Michoacán) en septiembre del año 1809, los criollos locales se organizaron para armar allí también una junta gubernativa o Congreso soberano, de las características mencionadas en el párrafo anterior, que gobernaría en nombre del rey español, pero que si era cuestionada, originaría una lucha armada.
Entre los que conspiraban se encontraban militares, abogados, gente común, y religiosos, reuniéndose en diferentes casas. Merecen destacarse a los hermanos José Nicolás y José Mariano Michelena, el primero abogado, y el segundo, Teniente del Regimiento de Infantería de la Corona; José María García Obeso, Capitán del Regimiento de Infantería, en cuyo domicilio se hicieron muchas reuniones; Mariano Muñiz; Luis Correa; José María Izazaga; Mariano Quevedo; el padre Manuel de la Torre Lloreda; fray Vicente Santa María, el indio Pedro Rosales, grupo éste, el de los aborígenes al que llegaron a convencer bajo la promesa de derogarles sus tributos, con lo cual se logró el apoyo de los siete barrios indígenas. A los criollos se les prometieron cargos administrativos y políticos hasta entonces reservados a los españoles.
La conspiración fracasó al ser descubierta el 21 de diciembre de 1809, por denuncias hechas por el sacerdote de la catedral Francisco de la Concha, un día antes de la fecha prevista para levantarse en armas, y sus integrantes fueron detenidos, habiendo antes logrado quemar el plan de la conjura, lo que les permitió argumentar que solo pretendían gobernar en nombre del rey Fernando, con lo cual el virrey Javier Lizana y Beaumont los puso en libertad. Sin embargo, la importancia de esta conjura fue que constituyó en el antecedente para otras, como las de Querétaro y San Miguel el Grande, iniciando el camino hacia la liberación de México en el año 1821.