La Crisis de los rehenes en Irán, 1979
Irán se encontraba a finales de la década de los 70 en un estado de convulsión política sin precedentes. La política del Sha Mohammad Reza Pahlevi se había ido tornando más autoritaria con el paso de los años, a pesar de que, a primera vista, suponían avances sociales. Así, la expropiación de los latifundios, el sufragio femenino y la marcada tendencia al laicismo de su gobierno, solo alcanza a una pequeña parte de la población. Igualmente su política económica provoca el enriquecimiento de unas pequeñas elites creando amplias bolsas de pobreza que son un caldo de cultivo perfecto para el movimiento chii liderado por Jomeini.
El acto que, posiblemente, acabó por soliviantar al pueblo iraní fue su fastuosa coronación como Emperador. Las imágenes de la ceremonia, con todos los lujos imaginables, acabó por deteriorar la imagen del monarca y la revolución se hizo inevitables.
Esta estalla en 1979 y Pahlevi debe exiliarse en el mes de Febrero. En Irán sube al poder el ayatolá Jomeini y comienza a aparecer un discurso claramente anti-estadounidense, basado sobre todo en el apoyo que había prestado este país al depuesto Sha.
La situación se va volviendo cada vez más tensa y acaba por estallar cuando aparece la noticia de que el Sha se ha dirigido a los Estados Unidos para someterse a un tratamiento contra el cáncer. Jomeini lanza enseguida a sus simpatizantes a manifestarse frente a la Embajada norteamericana, con la petición de que Pahlevi vuelva a Irán para ser juzgado. El 4 de Noviembre, 500 estudiantes (“Los Discípulos del Imán), rodean la embajada y secuestran a las 90 personas que residían en ella.
Los secuestradores exigen al gobierno estadounidense que extradite al Sha a cambio de la libertad de los rehenes. Durante el secuestro, seis personas escapan y, ya a finales del mes de noviembre, otros trece rehenes (mujeres y afroamericanos) son liberados. Finalmente la situación se estabiliza y en el interior de la embajada permanecen en poder de los estudiantes un grupo de 52 personas.
En Estados Unidos gobernaba en ese momento el demócrata Jimmy Carter, que enseguida comenzó una política de presión sobre Irán. Tomó inmediatamente medidas económicas, entre ellas la paralización de las importaciones de petróleo. Igualmente procedió a congelar las cuentas que tenía Irán en bancos americanos y expulsó a numerosos iraníes del país.
Aparte de esto, Carter comenzó inmediatamente a barajar la opción de un rescate militar. Su primer plan, elaborado durante el mismo mes de septiembre fue desechado a causa de la invasión soviética de Afganistán en Diciembre de ese mismo año. Se temió que los soviéticos, que ya había presentado como una de las causas de la invasión el temor a que Estados Unidos invadiera Irán, intervinieran directamente en la crisis. Como solía suceder en la Guerra Fría, las batallas se libraban bajo contendientes interpuestos, evitando el enfrentamiento directo.
Aún así, los grupos antiterroristas continuaron barajando hipótesis de intervención, mientras Carter intentaba agotar la vía diplomática.
Sin embargo la situación se iba alargando. Aunque el presidente americano había solicitado a su homólogo panameño, Torrijos, que recibiera al Sha, Irán no quedo satisfecho y en Febrero de 1980 volvió a reiterar sus exigencias acerca de la extradición del Sha.
Para Carter la situación era peliaguda. Estados Unidos no podía dar la imagen de ser una potencia humillada por un pequeño enemigo y, además, su rival en las elecciones que se acercaban. Ronald Reagan, utilizó el tema para atacarlo duramente.
Por fin, en Abril, Carter toma dos medidas radicales: por una parte amplía la presión económica, declarando un embargo total de bienes, exceptuando medicamentos y medicinas. Por otra, da luz verde a una misión de rescate.
Esta operación, llamada Garra de Águila acabó siendo posiblemente la tumba política de Carter. El rescate diseñado, en el que participaría la aviación, con ataques de distracción, la marina, aportando portaaviones para que despegaran aviones de transporte, así como ocho helicópteros que llevarían al comando especializado que debía salvar a los rehenes y sacarlos de allí, no salió como se esperaba.
El 24 de abril, en una operación tan compleja que necesitó la autorización de varios países de la zona, comenzó el intento de rescate. Siendo suaves podemos afirmar que resultó absolutamente tragicómica.
Un total de 132 hombres formaban parte del equipo de rescate. Y enseguida empezaron los problemas. El avión que debía encargarse de desplegar un equipo de vigilancia en el desierto fue descubierto por un autobús de pasajeros, que fueron detenidos con la salvedad del conductor que logró escapar. Así se perdía el elemento sorpresa.
De los ocho helicópteros, que además fueron llegando con retraso sobre el horario previsto, tan solo llegaron seis, ya que dos se quedaron en el camino por distintas averías. Otro más, tuvo que abandonar la misión por problemas al repostar, lo que dejaba al equipo con solo cinco helicópteros, cuando el mínimo necesario para rescatar a todos los rehenes era de seis.
Carter decidió abortar la misión, pero los problemas no acabaron ahí. Otro helicóptero tuvo un accidente junto al avión cisterna que le daba combustible, provocando una gran explosión. Ocho de los soldados norteamericanos murieron y más aeronaves quedaron dañadas.
Los cuerpos tuvieron que ser abandonados, ya que soldados iraníes aparecieron en la posición. Sus cadáveres fueron mostrados en Teherán, durante las protestas callejeras que se produjeron y que fueron emitidas en directo hacia el mundo entero, con el consiguiente desprestigio de los Estados Unidos y la consolidación de Jomeini como un nuevo campeón en la lucha contra los que llamaban el Gran Satán.
Los rehenes, después de eso, fueron dispersados por toda la ciudad, para evitar otros posibles intentos de rescate y Carter, humillado, tuvo que aparecer ante los norteamericanos declarando su fracaso.
El final de la crisis no llegó hasta noviembre de 1980. El Sha ya había muerto e Irak había invadido parte de Irán, por lo que las prioridades de Jomeini estaban puestas en como hacer frente al ejercito de Saddam.
El otro protagonista de la crisis, Jimmy Carter, había perdido las elecciones a manos de Reagan. Este se había comprometido, aún como candidato, con el régimen iraní a aceptar las condiciones puestas para la liberación de los rehenes, lo que se consideró en parte de la sociedad estadounidense como un golpe bajo a su rival. Estas condiciones, una vez muerto el Sha, eran el regreso de los fondos del monarca, que se cancelaran las demandas en contra de Irán y no volver a entrometerse en las cuestiones internas del país.
Así, ya en Enero de 1981, los rehenes al fin fueron trasladados a una base aérea americana situada en Alemania. Desde allí volaron hasta Washington, donde tuvieron un gran recibimiento.