El Paleolítico
La Prehistoria es el período anterior al advenimiento de la escritura, hecho que es tomado por los historiadores para determinar el comienzo de la Historia. Esta consideración es discutible pues si la historia estudia los hechos humanos del pasado, y decimos que estos primeros seres eran humanos, y realizaron acciones dignas de destacar, generando cultura, ya que modificaron la naturaleza en su provecho, la distinción es sólo académica, estableciendo una división arbitraria, con fines didácticos.
Esto no implica, dejar de reconocer la trascendencia de la aparición de la comunicación escrita, que permitió al dejar documentación de los acontecimientos, conocerlos de manera más fidedigna.
Es una etapa sumamente extensa, considerando que los primeros homínidos hicieron su aparición en la superficie terrestre hace alrededor de 3.000.000 de años y la Historia comienza a contarse, aproximadamente, 4.000 años antes de Cristo.
Como es la aparición de la escritura la que determina el fin de la Prehistoria y el comienzo de la Historia, no hay una fecha precisa, para establecer esta división, ya que en Egipto, primera civilización en establecer la escritura, en este caso, jeroglífica, se calcula que data del año 3000 a.C, y otros pueblos, aún se hallan en ese período al no haber establecido todavía ese sistema de comunicación.
El primer período en que suele dividirse la Prehistoria, es llamado Paleolítico, palabra que etimológicamente proviene del griego: palaiós = antigua y lithos = piedra, o sea “piedra antigua”.
En esta etapa, se carece de documentación escrita, y su estudio se basa en descubrimientos arqueológicos y en estudios de fósiles que realizan los paleontólogos. Lo geología aporta datos sobre el medio ambiente que rodeaba a estos primeros hombres, por ejemplo, los cambios climáticos y la antigüedad de ciertas rocas.
El uso de utensilios y armas, se desarrolló por etapas. Los primeros seres humanos, seleccionaban los objetos de la naturaleza que le servirían para sus propósitos, luego los adaptaban a sus necesidades. Por ejemplo, tomaron la piedra y le fabricaron un borde cortante. Más tarde, inventaron objetos diferentes a los que brindaba la naturaleza, como los arcos y las flechas.
El hombre comenzó a tallar las piedras, trabajando rudimentariamente los guijarros, hasta alcanzar mayor precisión. Para fabricar sus herramientas, utilizaban piedras, maderas, astas, dientes y colmillos de animales.
El trabajo en las piedras consistía primero en romperlas, con golpes que realizaban unas contra otras o por diferencia de temperatura. En este último caso, primero las calentaban al fuego y luego les echaban agua fría. Fue precisamente el descubrimiento del fuego, que primero surgió por la observación de su producción natural, a través de los rayos que provocaban incendios, al caer sobre las ramas de los árboles y luego producto de su propia creación al frotar piedras o maderas entre sí, lo que les permitió un nuevo medio de defensa, un modo de endurecer las puntas de sus lanzas y de consumir los alimentos previa cocción.
Con las piedras hicieron hachas de mano y con mango, que sujetaban con los intestinos y tendones de animales, puntas de lanza y de flecha, raspadores para curtir las pieles, lámparas donde quemaban grasa de animales y punzones para perforar las pieles.
Practicaban la pesca con redes, construidas con las varas de las plantas.
Con huesos de animales fabricaron arpones y agujas, lanzas y flechas.
Vivían agrupados en bandas, de una o más familias, de manera nómade, o sea sin ubicación fija, refugiándose de las inclemencias del tiempo, o durante la noche, en los árboles o en cuevas rocosas, con división del trabajo en razón de sexo. Los hombres, se dedicaron a la caza y a la pesca, mientras que las mujeres, a la recolección de semillas, hojas, hongos, frutos, miel y moluscos.
Como era imposible conservar la carne de los animales que atrapaban, debían hacerlo en forma casi diaria, para lo cual seguían las huellas de los animales que perseguían durante millares de kilómetros.
Cuando hace aproximadamente 10.000 años, la Tierra sufrió el período de glaciaciones, el intenso frío obligó a estos hombres a instalarse en cavernas, construidas en grutas, o con madera, o armaron tiendas compartimentadas, con pieles que sostenían con huesos y colmillos de mamut.
A partir del año 35.000 a.C. se organizaron en clanes, que agrupaban a quienes poseían un antepasado común, al que adoraban. Ese símbolo, objeto de devoción podía ser una planta, un animal, una persona o incluso un mineral, y es conocido con el nombre de tótem.
El culto a los muertos aparece con el hombre de Neanderthal, hace 150.000 años. Por temor a que sus cadáveres, volvieran a la vida como espíritus malignos, los enterraban atados, y por la posibilidad de una vida posterior, colocaban junto a sus tumbas, comida, armas, adornos y utensilios.
La manifestación artística del Paleolítico, está constituida por las pinturas rupestres, a las que atribuían un sentido mágico, a cargo de los hechiceros o chamanes. Al pintar en sus cavernas, sobre piedra, a los animales que cazaban, creían que lograrían capturar mayor número de presas, a las que grababan usando el polvo de carbón de las hogueras y tinturas vegetales mezcladas con grasa. El instrumento usado para pintar eran sus propias manos o pinceles que hacían con pelos de animales.
Los mejores exponentes de estas pinturas rupestres, se hallan en las Cuevas de Altamira (España), en la de Lascaux (Francia), y en la del valle de Ardèche (Francia).
En el Paleolítico superior, aparecen esculturas, sobre todo de figuras femeninas, talladas en piedra, marfil y hueso, presumiblemente relacionadas con el culto a la fertilidad, ya que están más destacadas las partes del cuerpo relacionadas con la maternidad.
La vestimenta, realizada con cueros de animales, fue empleada desde épocas muy remotas, para protegerse del frío, pero también como ornamento.
Con el descubrimiento de la agricultura, aproximadamente hace unos 7000 años a. C. aparece el período Neolítico.