Los Estados Pontificios
Se conocen como estados pontificios o estados de la iglesia a aquellos territorios situados en el centro de Italia, con capital en Roma, y que desde el 752 conformaron un estado independiente bajo la autoridad papal. También se les conoció como territorios del Papado.
A partir del siglo VI de nuestra era, los papas pasaron a ser los gobernantes de la ciudad de Roma y sus territorios circundantes. El dominio sobre esas tierras fue una cesión del rey Pipino el Breve al Papa Esteban II por haberlo nombrado rey.
Fieles y emperadores de la cristiandad fueron engrandeciendo los territorios mediante donaciones a la iglesia romana que fue creciendo en extensión territorial. Al conjunto de tierras que estaban en posesión de la iglesia católica romana se le conoció como Patrimonio de San Pedro. Los territorios estaban dispersos en Italia y otros países, lo que concedía a los Papas poder civil y político además del religioso.
El primero en reconocer las prerrogativas papales fue el emperador Justiniano I mediante la “Pragmática sanción de 554” en la reconocía el derecho a los estados papales a poseer un ejército al mando del propio Papa. Muchos de los Papas procedían de las clases altas romanas y llegaron a tener cargos civiles además de la obligación del papado, como ocurrió con Gregorio I Magno, que además de Papa era prefecto civil de Roma.
Los estados pontificios nacieron prácticamente tras la muerte de Carlos Martell, quien dividió el reino franco entre Carloman y Pipino, sus dos hijos. Carloman cedió sus territorios al tomar la vida religiosa. Pipino se convirtió en rey de los Francos, fundando la dinastía carolingia. Esteban II reconoció su calidad de rey y así comenzaron las relaciones entre el reino franco y el papado.
Tras la invasión Lombarda, Pipino apoyó a Roma, mientras que el emperador de Bizancio no acudió al llamado del Papa. Tras la expulsión de los lombardos, los territorios de Marcas y Umbría, pertenecientes a los bizantinos pasaron a poder del Papa. Estos dos territorios donados por Pipino serían el inicio de los estados pontificios.Con la ruptura entre Bizancio y Roma, pasaran a poder del Papa el exarcado de Rávena y los obispados de la Pentápolis conformados por las ciudades de Rávena, Ferrara, Bolonia, Rímini, Ancona, Pesaro, Fano y Senigallia.
Al acabar la dinastía carolingia, Berengario II , rey de Italia, amenaza las posesiones papales, Otón el grande acude al llamado del Papa Juan XII. El Papa lo coronó emperador del sacro imperio romano germánico en el 962, mientras que Otón ratificó los privilegios papales sobre los territorios mediante el Privilegium Othonis.
En 1143, bajo el pontificado de Inocencio II, Arnaldo de Brescia comanda un levantamiento popular que pone en riesgo la hegemonía papal sobre sus territorios, obligando a la iglesia a que renunciara a su poder terrenal. Como respuesta Roma se separa proclamándose república independiente. Federico Barbarroja devolverá al Papa Adriano IV el control de los estados pontificios.
Bajo el papado de Inocencio III, los estados pontificios, hasta entonces en el centro de Italia, se extenderán por el norte de Italia gracias a la herencia que deja a la Santa Sede, la condesa Matilde de Toscana. La lucha contra los albigenses trajo a Roma la cesión de la Provenza por parte de Raimundo IV de Tolosa.
En el siglo XVI en Europa nacían los primeros absolutismos . Roma advertía los peligros que para sus territorios esto conllevaba. Alejandro VI de Borgia organizó el papado como una monarquía unipersonal y centralista, propiciando la formación de un reino italiano independiente de la Santa Sede cuyo gobierno estaría en manos de alguno de sus hijos.
Alejandro emprendió la guerra contra los gobernantes locales poniendo al frente de su ejército a su hijo Juan de Gandía, conquistando los castillos de Cervetri, Anguillara, Isola y Trevignano. Juan murió asesinado y el poder recayó en César Borgia quien tomó en 1499 Imola , Forli, Rímini, Faenza, Piombino y la Isla de Elba, Urbino, Camerino, Città di Castello, Perusa y Fermo pasando a ser soberano de la Romaña, Marcas y Umbría.
Entre 1503 y 1513, Julio II recuperó para la iglesia algunas de las posesiones de los Borgia.
Los Estados Pontificios llegaron a abarcar prácticamente todo el centro de Italia, alcanzando su mayor extensión territorial en el siglo XVI. Casi todos los territorios anexionados estuvieron bajo el poder del Papa hasta 1797, cuando las tropas de Napoleón Bonaparte invadieron los territorios y crean la República Romana.
El Papa Pío VII recuperó el poder sobre los territorios en 1801 el papa y durante el Congreso de Viena de 1815 se le restituyeron casi todas las posesiones manteniendo la zona bajo vigilancia austriaca.
La disolución de los Estados Pontificios tuvo lugar en 1870, tras la unificación italiana bajo la hegemonía de Víctor Manuel II que anexionó los territorios romanos al naciente país. El poder papal quedó reducido al Vaticano, territorio en el que los papas permanecían como prisioneros voluntarios,como un simbólico acto de protesta por la intervención italiana en sus territorios.
Hasta cincuenta y nueve años después, en 1929 con la firma del Tratado de Letrán, suscrito por Pío XI y Benito Mussolini, en los que la iglesia reconocía la soberanía del estado italiano, mientras que Italia reconocía la soberanía de la Ciudad del Vaticano, con sus cuarenta y cuatro hectáreas de territorio independiente.