El Papa Alejandro VI
Róderic de Borja y Borja o Rodrigo de Borja ( que luego italianizaría como Borgia) tomó el nombre, al ascender al papado, de Alejandro VI.
Nació el 1de enero de 1431 en Xátiva, Valencia. Un tío suyo que era Obispo de Valencia subvencionó sus estudios en Bolonia. Tuvo una juventud regalada y llena de comodidades. A los 24 años recibe el nombramiento de diácono cardenal, también por mediación de su tío.
Dado su gran contacto con obispados y monasterios, Rodrigo de Borja recibe el nombramiento de vice-cónsul por parte de la Santa Sede en 1457. Este cargo lo conservó bajo el poder de cuatro Papas, logrando acumular una gran fortuna, de tal suerte que fue uno de los dos cardenales más ricos en la historia de la Iglesia.
Bajo el papado de Calixto III, que era el tío suyo, antiguo Obispo de Valencia, su fortuna e influencia se acrecentó. Tuvo una vida plagada de escándalos, gastos dispendiosos, mujeres e hijos, entre los que estaban los que procreó con su amante favorita, una mujer de alta sociedad romana, Vanozza Catanei: Juan, César, Lucrecia y Godofredo Borgia.
En 1460 el Papa Pío II le hace un llamado de atención por su conducta, pero Rodrigo no hace caso de dicha reprimenda. Intrigando y comprando simpatías, buscó heredar la silla papal de Sixto IV, pero no lo logró. Tampoco pudo ser el heredero de Inocencio VIII. Uno de sus problemas para heredar el papado, era su nacionalidad española, problema que al final venció mediante sobornos y promesas, ganando partidarios e incondicionales que lo apoyaron hasta que finalmente fue electo Papa en 1492 con el nombre de Alejandro VI.
El papado de Alejandro VI inició positivamente: Busco restaurar el orden en Roma, reformó la curia, administró justicia de manera expedita y organizó la resistencia contra la inminente invasión de los turcos.
Sin embargo su turbulenta vida personal le quitó tiempo y energía para dedicarse de lleno a sus funciones como Papa. Tenía pasión por las mujeres y el dinero. Su preocupación por acrecentar su propia fortuna y cimentar la de sus hijos lo llevó a hacer escandalosos gastos y movimientos dentro del papado: nombró a su hijo César obispo de diferentes ciudades a pesar de que sólo contaba con 18 años de edad. A su hijo Juan, duque de Gandía, le concertó un provechoso matrimonio y lo nombró duque de Benevento y capitán de los ejércitos del Papa.
A Lucrecia le arregló diversos matrimonios, siendo la encargada de despachar, desde la misma morada papal, los negocios de su padre cuando este se ausentaba de Roma. Dio nombramientos y cargos a los hermanos e hijos de sus amantes
En 1497 su hijo Juan fue asesinado, recayendo las sospechas de su crimen en César. Tras este duro golpe decide reformar la iglesia, pero todo quedó en proyecto, regresando a su vida de maquinaciones políticas, negocios y placeres.
Como estadista, logró colocarse en los primeros planos, manejando sus influencias entre la realeza europea a su conveniencia. Al principio se oponía a los intereses de
Fernando de Nápoles, pero tras el matrimonio de su hijo Godofredo con una nieta de Fernando, lo apoyó en contra de Carlos VIII de Francia.
Por coronar al hijo de Fernando como rey de Nápoles, se ganó la animadversión de Carlos VIII quien invadió Italia amenazando con convocar un concilio para destituirlo como Papa. Alejandro llegó al extremo de solicitar la ayuda del sultán otomano Bayezid II.
Carlos logró entrar a Italia, pero no logró que Alejandro lo coronase rey de Nápoles y formó una liga santa con otros enemigos del monarca francés. César partió para coronar a Federico de Aragón como rey de Nápoles. Alejandro partió de Roma rumbo a la frontera con Francia.
César, con el control sobre Alejandro VI, decidió apropiarse del estado papal y del centro de Italia para volverlos propiedad de la familia Borja. Por medio de asesinatos, expropiaciones y nombramientos de cardenales incondicionales busco realizar este descabellado proyecto.
En 1493, los reyes de Castilla le encomiendan a Alejandro VI el trazo de la famosa línea alejandrina que favorecía a España, demarcando la zona de exploración de las nuevas tierras americanas, quedando repartidas entre España y Portugal. Esta línea que se extendía 100 leguas al occidente de las Islas Azores fue modificada más tarde mediante el Tratado de Tordesillas. Alejandro VI, concedió a los reyes de España, el control religioso sobre las tierras que colonizaran.
En 1495 se enfrenta al fraile Girolamo Savonarola, quien fue uno de los más duros críticos de la corrupción papal y llamaba a príncipes y pueblo a reformar la Iglesia y deponer al Papa. Tras intentar aplacar al monje, lo excomulgo y torturó, ejecutándolo en una hoguera en Florencia.
Alejandro VI, a pesar de todo, era profundamente devoto y apegado a la ortodoxia. El año santo de 1500 se celebró con gran pompa esplendor y gasto, vendiéndose indulgencias para financiar las campañas militares de César.
Como protector de artes y artistas, restauró el Castillo de Sant’Angelo, embelleció el Vaticano con los apartamentos Borgia , decorados por el hábil Pinturicchio, convenció a Miguel Ángel de hacer los planos para la reconstrucción de la Basílica de San Pedro.
En 1503, tanto él como César caen enfermos, sobreviviendo tan sólo su hijo. Probablemente la enfermedad de la que murió fue malaria aunque existe la teoría de que ambos se envenenaron accidentalmente al ingerir de la cena que ellos mismos habían preparado para deshacerse de un cardenal, Adriano da Corneto, contrario a sus intereses.