Jacques Necker
Nació el 30 de septiembre de 1732, en Ginebra (Suiza). Fueron sus padres, el abogado Charles Frédéric Necker, y la hija del Primer Alcalde, Jeanne Gautier.
Inició su exitosa carrera de banquero a los 18 años, lo que le permitió reunir una importante fortuna. Fue Director de la Compañía de Indias Orientales, hasta su disolución en 1770.
Contrajo enlace con Suzanne Curchod, hija de un pastor, en 1764, quien fue una gran pieza en el despertar de su vocación política, que se inició en 1768, cuando ocupó el cargo en París, de Ministro de la República de Ginebra.
Cuatro años después abandonó en manos de su hermano Luis, la actividad bancaria, para dedicarse completamente a la vida pública, la que le presentó el grave inconveniente de pertenecer a la religión protestante, que le cerró las puertas a ingresar al Consejo del Rey. Su esposa fundó un salón conocido como de madame Necker, donde se reunían filósofos ilustrados, que fueron impulsores de su ascenso al gobierno.
En 1773 publicó su pensamiento de cómo debía ser un ministro ideal, en “Elogio de Colbert”, ministro defensor de la intervención del estado en la economía, práctico y de ideas no estructuradas. Aludía a que la propiedad no era un derecho natural, sino producto de la ley humana, idea que seguía la línea del pensamiento de Rousseau. Su antagonista era Turgot, teórico y defensor de la libertad económica.
Turgot escribió en 1770 “Cartas sobre la libertad del comercio de grano”, donde defendió estas ideas liberales, que estaba implementando en su función como Intendente de Limoges.
Para desgracia de Turgot y beneplácito de Necker, las malas cosechas arruinaron los planes del primero, y la poca producción de trigo motivó la escasez de harina lo que movilizó a amplios sectores contra Turgot. Aprovechando esta circunstancia publicó Necker en 1775: “Ensayo acerca de la legislación y el comercio de grano” atacando las ideas liberales.
Turgot en 1776 fue desplazado de su cargo, y reemplazado por Clugny de Nuits. A la muerte de éste luego de pocos meses de acceder al cargo, las miradas se dirigieron a Necker, conocido no solo por su oposición a Turgot, sino por haber realizado préstamos a la corona en su calidad de banquero, y sus actividades diplomáticas representando a Ginebra. Sin embargo, como dijimos, tenía vedado el acceso a ser Inspector General de Finanzas, por su condición de protestante, cargo que correspondió a Louis Gabriel Taboureau des Réaux, aunque en realidad era Necker el que tomaba las decisiones económicas.
El 22 de octubre de 1776, ocupó el puesto de Consejero de Finanzas y el de Director General del Tesoro Real, y al año siguiente, tras la renuncia del Inspector General, que no fue reemplazado, accedió al cargo de Director General de Finanzas.
Reestructuró el sistema administrativo, haciéndolo menos burocrático, y con personal removible y con sueldo fijo, suprimiendo las comisiones.
Creó el Comité Contencioso de Finanzas para evitar la arbitrariedad impositiva y cuatro Asambleas Provinciales, integradas por los estamentos sociales, con el fin de distribuir y cobrar impuestos, supervisar la construcción de carreteras, y peticionar al Rey medidas para mejorar la provincia.
La Guerra por la Independencia de Estados Unidos, obligó a Francia, que se movilizó en ayuda de los patriotas, en 1780, a invertir grandes sumas de dinero, y a contraer deudas cuantiosas.
Para crear una atmósfera de honradez administrativa, publicó una rendición de cuentas dirigida a Luis XVI “Compte-rendu au Roi” en 1781, donde expuso detalladamente el estado financiero francés.
No estaba en contra de contraer deudas, mientras se mantuviera el equilibrio financiero. Consideró que los ingresos no era conveniente que provengan de los impuestos, ante un pueblo ya demasiado castigado, sino de la reducción del gasto público.
Este informe le trajo varios problemas, ya que no estaba permitido divulgar el estado de las finanzas reales, y los estados privilegiados, entre los cuales se contaban los miembros de la Corte y los parlamentarios provinciales, sintieron peligrar su cómoda situación, sobre todo cuando expuso las pensiones que cobraban los nobles, sin contribuir a las cargas impositivas.
No tuvo buena relación con la reina María Antonieta, a quien criticó por su frivolidad y gastos excesivos.
Creó en París dos comisiones: una de hospitales y otra de reforma de prisiones, para ayuda social y humanitaria.
Sus ambiciosas reformas, le valieron tanto admiradores como detractores, comenzando a aparecer publicaciones en su contra. En 1781, presentó un proyecto de creación de otra Asamblea Provincial, pero fue negado el registro del edicto, por el Parlamento parisino, que veía disminuidas sus potestades con estas entidades.
El 16 de mayo de 1781, solicitó Necker directamente al Rey que ordenara registrar el edicto de creación de la Asamblea, además de peticionar que se le permitiera ingresar al Consejo Real y asumir la dirigencia de los mercados de guerra y marina. El día 19, el rey rechazó los pedidos, y ese mismo día, se produjo la renuncia de Necker.
Con el apoyo popular que concurrió a despedirlo, se retiró de la actividad política, radicándose en su residencia veraniega en el castillo de Saint Ouen dedicándose a viajar y escribir.
El 3 de noviembre de 1783, asumió el cargo de Controlador General de Finanzas, Charles Alexandre de Calonne, con el apoyo de María Antonieta, quien encontró a las finanzas francesas en estado deplorable, acusando a Necker, en la Asamblea de Notables, de haber mentido al rey, cuando le presentó su rendición de cuentas en 1781, ocultando un estado patrimonial negativo de 50.000.000, haciendo creer que el saldo era positivo. Como consecuencia de esta acusación Necker sufrió el exilio.
Aparentemente el impopular Calonne había triunfado, pero su éxito duró poco, ya que la economía francesa no pudo salir de su crisis. Tras otro período infructuoso a cargo de Brienne, el 25 de agosto de 1788, se produjo el triunfal regreso de Necker como Director General de Finanzas, a pedido del Rey, y el día 27, fue nombrado ministro.
Convocó nuevamente al Parlamento de París, y adelantó la convocatoria a los Estados Generales. En noviembre de 1788 llamó a una nueva Asamblea de Notables para decidir sobre la elección de los representantes a los estados generales, el modo de realizarse la votación (por estado o por persona) y propuso que se eleve al doble a los representantes del estado llano. Los dos primeros asuntos no se decidieron, y el tercero, sí, pero de forma negativa. De todos modos, Necker, se pronunció por aprobar ese aumento de representatividad, lo que sumó puntos a su popularidad.
Ordenó medidas para importar granos y frenar la exportación, ante el desabastecimiento de trigo.
Reunidos los estados generales, y negada la posibilidad del voto por cabeza reclamado por el tercer estado, se produjo la secesión de estos diputados, que conformaron la Asamblea Nacional.
Viendo el rey que Necker pretendía hacer concesiones a los miembros de la Asamblea Nacional, decidió destituirlo, el 11 de julio de 1789, provocando aún más la ira del pueblo, que desencadenó en la Toma de la Bastilla.
Mientras tanto, Necker se radicó en Bruselas por pocos días, para luego dirigirse a Basilea.
Poco después Luis XVI, impotente para resolver la agitación política reinante, convocó nuevamente a Necker, tan solo cinco días después de haberlo destituido, el 16 de julio de 1789, quien volvió a asumir como Primer Ministro de Finanzas, aunque las circunstancias habían cambiado. La Revolución Francesa ya estaba en su apogeo.
La Asamblea Constituyente se opuso a sus medidas, entre las cuales figuraba suprimir los asignados, emisión monetaria, que la Asamblea había realizado a partir del 1 de abril de 1790, para solucionar la crisis financiera. Tampoco hubo acuerdo entre Necker y la Asamblea, cuando ésta propuso la confiscación de los bienes eclesiásticos.
Sin apoyo de la Asamblea, presentó su renuncia, el 3 de septiembre de 1790, para terminar sus días dedicado a escribir, el 9 de abril de 1804, en su castillo de Coppet (Ginebra, Suiza).