Colbert y el mercantilismo francés
Entre los siglos XVII y XVIII, se desarrolló una doctrina económica conocida con el nombre de mercantilismo, que sostenía que las naciones alcanzarían la riqueza, si lograban acumulación de metales preciosos, despreciando la moneda como manifestación de riqueza, tarea en la que el estado debía involucrarse de manera activa.
De tal manera, propiciaban la intervención del estado en la economía, como un poder más, entre los tantos que ejercía, en el marco del absolutismo monárquico.
Para lograr ese objetivo, los estados deberían reforzar las exportaciones de productos, mediante el fomento de las industrias, para vender manufacturas, pagaderas en oro o en plata.
La implementación de estas ideas fue diferente debido a la distinta situación de los diferentes estados.
España, obtenía de sus colonias en América los metales preciosos, y se propuso atesorarlos en forma de lingotes. Su política exportadora tenía como objetivo proteger dichas reservas.
Francia, sin embargo, carecía de oro, por lo cual tenía que adquirirlo del mercado externo, y hacia ese fin se dirigió su meta.
El mercantilismo francés encontró su manifestación máxima en Jean Baptiste Colbert, que lo desarrolló con improntas personales, trascendiendo con la denominación particular de colbertismo, el sistema económico mercantilista desarrollado en ese país.
Había nacido en Reims en 1619 y su familia se dedicaba al comercio textil.
Fue ministro de Luis XIV, y en tal carácter impulsó la economía francesa al desarrollar la industria local con el objetivo de adquirir oro, producto del que Francia carecía.
Su obsesión por el desarrollo fabril llegó al extremo de otorgar prerrogativas a las familias numerosas, ya que aportarían a través de su descendencia, la mano obrera que el pujante estado necesitaba.
Sin embargo, la protección no estaba dirigida a la clase trabajadora como fin en sí misma, sino como medio para la industrialización, ya que se prohibió la emigración de obreros, que podían ser despedidos sin expresión de causa.
Estimuló el ingreso de mano de obra extranjera, como alemanes, suecos, holandeses e italianos.
Las fábricas eran su máxima inquietud, ya que mediante ellas, se restringirían las importaciones y serían fuente de ingresos a través de las exportaciones. A tal fin les otorgó franquicias, subvenciones y préstamos sin interés.
Creó varias factorías estatales, como los famosos talleres Gobelinos de París.
Su idea era el crecimiento francés en desmedro de los países vecinos, sobre todo, de Holanda, para lo cual estableció fuertes tarifas aduaneras, entre las que se destacó la “Tarifa de 1667”, que significó con respecto a Holanda una virtual declaración de guerra económica.
Fomentó el comercio, creando compañías comerciales y desarrollando una fuerza naval mercante.
Incrementó las comunicaciones internas, no tanto por vía terrestre, sino fluvial, y en la construcción de canales, por ejemplo, unió el Mediterráneo y el Atlántico a través del Canal des Deux Mers, terminado en 1681.
En la contabilidad pública, sistema por él desarrollado, mostró su metodicidad al organizarla en tres libros, uno de entradas, otro de salidas y otro de fondos.
Además de su enfoque en la acumulación de metales preciosos, Colbert también se centró en la promoción de la agricultura y la pesca, considerándolas como fuentes vitales de riqueza para Francia. Creó políticas para mejorar la calidad de las cosechas y aumentar la producción de pescado, lo que ayudó a alimentar a una población en crecimiento y a proporcionar materias primas para la creciente industria manufacturera.
Colbert también fue un defensor de la educación y la formación. Creía que un país rico necesitaba una fuerza laboral bien educada y capacitada. Por lo tanto, implementó políticas para mejorar la educación y la formación en Francia, incluyendo la creación de escuelas técnicas y la promoción de la formación en el trabajo.
En su intento de fortalecer la economía francesa, Colbert también se centró en mejorar la infraestructura del país. Ordenó la construcción de carreteras y puentes, y mejoró los sistemas de transporte y comunicación. Estas mejoras no solo facilitaron el comercio interno, sino que también ayudaron a Francia a competir en el comercio internacional.
Colbert también se preocupó por el bienestar de los trabajadores. Implementó leyes laborales que protegían a los trabajadores de la explotación y mejoraban sus condiciones de trabajo. Estas leyes incluían la prohibición del trabajo infantil, la limitación de las horas de trabajo y la garantía de salarios justos.
En su papel de ministro de finanzas, Colbert también se esforzó por mejorar la eficiencia y la transparencia del sistema fiscal francés. Implementó reformas que simplificaron el sistema de impuestos y lo hicieron más justo. También estableció un sistema de contabilidad pública que mejoró la transparencia y la rendición de cuentas en las finanzas del gobierno.
A pesar de sus esfuerzos, Colbert enfrentó varios desafíos en su intento de implementar sus políticas mercantilistas. Estos desafíos incluyeron la resistencia de los intereses establecidos, la falta de recursos y la inestabilidad política. Sin embargo, su legado en la economía francesa y su influencia en el desarrollo del mercantilismo son innegables.