La Santa Alianza
En septiembre de 1815, a instancias del Zar Alejandro I y tras conclusión del Congreso de Viena, Rusia, Austria y Prusia firmaron este pacto político aunque bajo la guía de sus principios religiosos, pues los tres estados, a pesar de pertenecer a diferentes iglesias (ortodoxa, católica y protestante), compartían la fe en el cristianismo.
La Santa Alianza buscaba, tras la definitiva derrota de Napoleón en Waterloo, conservar el absolutismo en Europa impidiendo el surgimiento de revoluciones y movimientos de liberación que pusieran en riesgo a los gobiernos reinantes.
Considerándose reyes por la «Gracia de Dios», Francisco I de Austria, el rey Federico Guillermo III de Prusia, y el zar Alejandro I de Rusia, firmaron el Pacto de la Santa Alianza, que buscaba dar sustento a la situación política sobre la base de máximas religiosas, tomando al cristianismo como la «eterna religión de Dios salvador«.
Las naciones firmantes se comprometieron a mantener estatus territorial vigente, celebrar congresos y reuniones para revisar los acuerdos y ampliarlos, vigilar y sofocar cualquier intento de levantamiento liberacionista, así como conformar una fuerza militar que intervendría cuando se le necesitara.
Los gobernantes de las tres naciones se comprometieron a utilizar como única norma de su gobierno los principios de la religión cristiana: amor, paz y justicia, guiándose por la fraternidad constituida a través del pacto entre ellos y apoyándose en sus resoluciones.
Inglaterra se sumará al pacto en diciembre de ese mismo año y Francia lo hará en 1818. La Santa Alianza celebró varios congresos y reuniones para garantizar el cumplimiento de los acuerdos, entre los congresos más importantes que celebraron los países integrantes de la Santa Alianza estuvieron los de Aquisgrán (1818), Troppau (1820), Liubliana (1821) y Verona (1822).
Al modificarse parte de los acuerdos por instancias del Conde de Metternich, ese mismo año Inglaterra se sumó al pacto, con lo que pasó a llamarse Cuádruple Alianza. Francia suscribiría el acuerdo tres años más tarde y la santa Alianza se reconocería como la Quíntuple Alianza.
En 1821, la Santa Alianza se involucró en el conflicto Italo-austriaco, cuando tropas del reino de Austria invadieron Italia buscando implantar el absolutismo en el Reino de las Dos Sicilias, también apoyó la intervención francesa en España en 1823, invasión que terminó con la restauración de Fernando VII como rey absoluto.
La Santa Alianza planeo intervenir en América para recuperar los territorios perdidos por el Reino español en las recientes guerras de independencia, pero Los Estados Unidos se opusieron frontalmente a la intervención europea en América: el presidente Monroe hizo su famosa proclama de “América para los americanos” en 1823, con lo que manifestaba la nueva política de la futura hegemonía del continente americano.
La existencia de la Santa Alianza fue determinante para que numerosos reyes y déspotas conservaran el poder o lo recuperaran. En Francia, por ejemplo, contaron con el apoyo de la clase burguesa que ante el creciente descontento popular, no podía controlar la situación social del país, haciendo que Carlos Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de napoleón, recuperara el trono francés bajo el nombre de Napoleón III.
La muerte del Zar Alejandro I marcó la disolución de La Santa Alianza, misma que tendría lugar en 1825.