El Tratado de Londres de 1839
Conocido también como la Convención de 1839, este tratado fue firmado como su nombre indica en la capital de Inglaterra y del Reino Unido el 19 de abril de ese mismo año. Entre los países signatarios estaban el Reino Unido, Austria, Prusia, Rusia, Francia y los Países Bajos. En el tratado se reconocía la independencia de Bélgica del Reino Unido de los Países Bajos dominios a los cuales pertenecía en virtud de las negociaciones del Congreso de Viena (1814-1815), donde el territorio de la futura Bélgica fue ubicado como un estado “tapón” para evitar en lo posible una nueva expansión de Francia por Europa como había sucedido durante el imperio de Napoleón Bonaparte.
El Tratado de Londres de 1839 reconocía a Bélgica como estado independiente y se acordaba en el artículo VII, sin duda la disposición más importante por las repercusiones posteriores, que el nuevo país se mantendría perpetuamente neutral. El pacto quedó roto, sin embargo décadas más tarde y ya en el siglo XX, cuando Alemania el 4 de agosto de 1914 invadió territorio belga como paso previo a la invasión de Francia durante la I Guerra Mundial. Ante este hecho el Imperio Británico declaró inmediatamente la guerra a Alemania. Como anécdota se cuenta que el canciller alemán Theobald von Betham Hollweg exclamó, ante la explicación de los ingleses del por qué de la declaración de guerra, que no entendía como era posible que los británicos fueran a la guerra por un trozo de papel.
En el documento se especificaba también que el Ducado de Luxemburgo sería dividido pasando una parte a Bélgica y otra junto a Limburgo a los Países Bajos.
El tratado contenía otras disposiciones de interés como el derecho que obtenía el estado belga para transitar por ferrocarril o canal por territorio holandés para disponer de salida a la zona germana del Ruhr. Esto fue aprovechado por Bélgica para poner en marcha el primer programa de ferrocarriles por parte de una nación europea, en fecha tan temprana como 1840, y que serviría para conectar las principales ciudades del país.
Los precedentes de la independencia belga, reconocida en este tratado internacional, hay que buscarlos en el ciclo revolucionario iniciado en Francia en 1830 y en la redistribución de las fronteras europeas creadas con el Congreso de Viena.
Espoleados por los acontecimientos en París con la denominada Revolución de Julio y por las diferencias religiosas existentes entre el territorio belga y el de los Países Bajos, los belgas, mayoritariamente católicos, querían disponer de mayor autonomía cultural y política frente a la monarquía del rey protestante Guillermo I de los Países Bajos.
La ciudad de Bruselas se unió a la corriente revolucionaria que se había desatado en Francia y se enfrentó a las tropas reales a finales de agosto de 1830. Sólo algunas ciudades quedaron fieles en aquellos momentos al reino: Luxemburgo, Maastricht y Amberes.
A finales de septiembre de 1830 y con Bruselas bajo control de los revolucionarios, se forma un gobierno provisional que redacta una constitución para Bélgica escogiendo como forma de gobierno la monarquía. Como pretendientes al trono se opta en un primer momento por Luis de Orleans hijo del rey Luis Felipe de Francia, pero consciente de los problemas que podrían derivarse con las otras potencias no acepta el trono. Finalmente el Congreso Nacional de Bélgica escoge a Leopoldo I de Sajonia-Coburgo-Gotha. (1760-1865). Tras nueves años de lucha contra los Países Bajos, la comunidad internacional reconoce finalmente a Bélgica como estado independiente mediante el Tratado de Londres de 1839.