Franklin Delano Roosevelt
Franklin Delano Roosevelt fue Presidente de los Estados Unidos de América durante un período excepcional: trece años. Concretamente, lideró a su país entre 1932 y 1945, o lo que es lo mismo, durante tres mandatos.
Miembro del Partido Demócrata, su actuación como Presidente quedó marcada dos hechos de suma importancia: en primer lugar, por las políticas que aplicó para paliar los efectos de la Gran Depresión, políticas que se englobaron en el conocido New Deal; y en segundo lugar, por la participación –y victoria- de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Además de estos logros, Roosevelt también es reconocido por su habilidad para comunicarse con el público. A través de sus «charlas junto al fuego», logró establecer una relación cercana con los ciudadanos, utilizando la radio para hablar directamente a los hogares americanos. Estas charlas se convirtieron en una herramienta esencial para explicar sus políticas y ganar apoyo para sus iniciativas.
A su vez, como participante en las diversas conferencias aliadas previas al fin de la guerra –Teherán, en 1943, y Yalta en 1945- fue uno de los principales artífices del mundo de posguerra, y sin duda uno de los grandes precursores del modelo de estado y de relaciones internacionales que habría de seguir el mundo tras la derrota de los fascismos.
Por desgracia para él, no pudo vivir esa época que con tanto ahínco ayudó a construir, pero a día de hoy muchos norteamericanos opinan que Roosevelt conforma, junto con George Washington y Abraham Lincoln, el trío de presidentes más decisivos de su historia.
Roosevelt había nacido en Nueva York, y había crecido junto a una típica familia acomodada, exitosa en los negocios, de la costa este americana. Emparentado con un presidente anterior –Theorore Roosevelt- que era, a su vez, tío carnal de su esposa Eleanor, estudió en las universidades de Harvard y Columbia. Se incorporó a la vida política en 1913 como subsecretario de Marina durante la presidencia de Woodrow Wilson.
A pesar de haber contraído una poliomielitis en 1921, su coraje y tenacidad le impulsaron a continuar en la vida pública, y fue elegido gobernador de Nueva York en 1928. Cuatro años después derrotó a presidente Hoover en las elecciones presidenciales, renovando esa mayoría en las tres elecciones siguientes, caso único en la historia del país.
Durante su presidencia, Roosevelt también promovió la diversidad y la inclusión. Nombró a la primera mujer, Frances Perkins, como secretaria de Trabajo, y a varios afroamericanos para puestos en su administración. Estos nombramientos marcaron un hito en la historia de la política estadounidense y sentaron un precedente para futuras administraciones.
Su mayor aportación como estadista fue su capacidad para transformar el ejercicio de la política en un instrumento para lograr construir un mundo diferente. A pesar de su procedencia acomodada, fue capaz de llevar adelante una política marcadamente favorable a las clases trabajadoras, las más golpeadas por la crisis del 29. Su actuación fortaleció la democracia y asentó en los Estados Unidos los principios del Estado de Bienestar.
Aplicó los principios del keynesianismo en un país habituado al liberalismo clásico del laissez faire, lo que supuso apoyar programas de lucha contra el desempleo a través de ambiciosas obras públicas, regular las relaciones laborales y establecer medidas de carácter social como la jornada de trabajo limitada, la protección para los jubilados y los desempleados, el salario mínimo, etcétera.
Su segunda gran aportación política fue situar a Estados Unidos como primera potencia mundial, alejándose del tradicional aislacionismo que, a pesar de sus esfuerzos, Wilson no había conseguido desterrar tras el Tratado de Versalles. Roosevelt defendió siempre el deber de su país de proteger la democracia allí donde se encontrara en peligro. El ataque japonés a Pearl Harbor terminó por disipar todas las dudas de quienes se habían opuesto a la intervención americana en la Segunda Guerra Mundial.
Roosevelt, según Isaiah Berlin, supo unir pragmatismo y utopía, y actuó de un modo que no parecía tener ningún temor al futuro. Quizá eso le hizo entrar en el panteón de los presidentes mejor recordados de los Estados Unidos. Su legado sigue siendo un referente en la historia de la política estadounidense y su influencia se puede sentir hasta el día de hoy.