Tratado de Tordesillas
Tras la firma del Tratado de Alcáçovas y el viaje de Colón, Portugal manifestó su disconformidad en la delimitación de dicho acuerdo que no respetaba su derecho a descubrimientos en el Atlántico.
En 1494 Portugal y España se reunieron, dando nacimiento al Tratado de Tordesillas (1494), mediante el cual hicieron una nueva marcación para se repartieron los territorios.
A la línea imaginaria de 100 leguas hacia occidente de las Azores, se añadió otra a 370 leguas al Oeste de Cabo Verde. Más allá de esa línea, las tierras descubiertas o por descubrir quedaría en posesión de España. En tanto que hacia el Este, lo descubierto o por descubrir quedaría bajo la potestad de Portugal.
En estas circunstancias los vencedores del acuerdo fueron los portugueses quienes con tal demarcación ganaron para sí una franja de tierras fértiles que luego el mundo conocería como Brasil.
Tal como afirman algunos historiadores, es posible que los portugueses ya supiesen de la existencia de estos territorios que los españoles perdieron el derecho de explorar.
Desde el punto de vista español, negar la propuesta portuguesa hubiese significado el estallido de una posible que guerra que no estaba en condiciones de enfrentar, teniendo en cuenta su situación con Francia.
De la misma manera, tal delimitación siguió siendo positiva para los objetivos de entonces, llegar a India. Vasco Da Gama llega tres años más tarde y posteriormente (1522), gracias a Magallanes, el mundo conocerá una nueva ruta por América del Sur.
La cuestión de las Molucas quedaría para otro tratado, ya que éstas quedaban dentro de la jurisdicción española (teniendo en cuenta que la línea de demarcación se extendía hasta el otro hemisferio), aunque Carlos V las vendiera en 1529 por 350.000 Ducados de oro a Portugal, abocándose a la causa Americana.
El Tratado de Tordesillas no solo tuvo implicaciones geográficas, sino también políticas y económicas. Estableció un precedente para la diplomacia internacional en la era de los descubrimientos, demostrando cómo las potencias europeas podían negociar sus diferencias sin recurrir inmediatamente a la guerra. Además, el tratado influyó en la cultura y la lengua de los territorios colonizados. Brasil, por ejemplo, se convirtió en el único país de América del Sur donde el portugués es el idioma predominante, una consecuencia directa de este acuerdo.
A lo largo de los años, el Tratado de Tordesillas ha sido objeto de numerosos estudios y debates. Algunos historiadores argumentan que el tratado fue más simbólico que efectivo, ya que las líneas de demarcación eran difíciles de precisar con la tecnología de navegación de la época. Sin embargo, su importancia radica en cómo moldeó el mapa político del Nuevo Mundo y estableció las bases para futuras exploraciones y colonizaciones.
El legado del Tratado de Tordesillas perdura hasta nuestros días, no solo en la configuración política de América Latina, sino también en las relaciones diplomáticas entre España y Portugal. A pesar de las tensiones iniciales, el tratado sentó las bases para una coexistencia pacífica y una colaboración que se ha mantenido a lo largo de los siglos. En el contexto actual, el Tratado de Tordesillas es recordado como un ejemplo temprano de diplomacia internacional y negociación territorial.