Luis I de España
Luis I de Borbón (1707-1724) fue el primer hijo de Felipe de Anjou (Felipe V de España) y María Luisa de Saboya. Luis llegó a convertirse en rey de España durante un periodo muy breve que no llegaba al año, aunque lo cierto es que ese tiempo su padre mantuvo el control de la monarquía desde el palacio de la Granja, por lo que la etapa de Luis I (1724) puede considerarse baldía en la Historia de España.
Luis I nació en Madrid en agosto del año 1707, siendo el primer hijo de los reyes de España, el Borbón Felipe V y su esposa María Luisa de Saboya, por tanto, una vez superada la contienda de sucesión que enfrentaba a Felipe V y su abuelo Luis XIV de Francia, contra las potencias europeas, principalmente Austria, Inglaterra y Holanda por el trono español (Guerra de Sucesión Española, 1701-1714), era el claro sucesor en la línea directa al trono.
Siendo todavía niño quedó huérfano de su madre, María Luisa (1714), y Felipe V volvió a casar con Isabel de Farnesio. No obstante, la sucesión estaba asegurada, tanto por Luis I como por sus otros hermanos, fruto del primer matrimonio de Felipe V, Felipe Pedro, que también murió joven (1712-1719) y Fernando (futuro Fernando VI, 1713-1759). Tuvo otro hermano, que sólo vivió siete días (1709). Con Isabel de Farnesio, Felipe V tuvo más hijos: Carlos (futuro Carlos III, 1716-1788), Francisco (1717), Felipe (1720-1765) y Luis Antonio (1727-1785). Isabel de Farnesio espolearía la política de su esposo Felipe en Italia para encontrar tronos para sus hijos, aparentemente alejados de la sucesión en España.
Pero Luis era un niño débil, cuya infancia había sido triste. Su madrastra Isabel de Farnesio lo tuvo en poca estima, y su tutora, la princesa de Ursinos, le aplicó una formación severa que contribuyó a ahondar en su melancolía. El pueblo no obstante lo quería, y se le empezó a conocer como el Bien Amado. Siendo aún un adolescente, en 1722, contrajo matrimonio con Luisa Isabel de Orleans, princesa francesa tres años menor que él, y que no despertaba las simpatías de la Corte, dadas sus extravagancias y costumbres.
El 9 de enero de 1724, sorprendentemente, Felipe V abdicó en su hijo y se retiró al palacio de la Granja. Las guerras en Italia promovidas por su esposa Isabel de Farnesio y su ministro Alberoni habían resultado un fracaso, a pesar de los éxitos iniciales, como la conquista de Sicilia y Cerdeña. Pero la derrota naval de Passaro (1718) puso punto y final a las ambiciones italianas de los borbones españoles, de momento. Cansado de las políticas hispanas, Felipe V abdicó, seguramente con la esperanza de que la débil salud de su sobrino Luis XV favoreciese su acceso al trono francés, que le estaba vetado si mantenía la Corona Española, merced a lo acordado en el Tratado de Utretch (1713).
El reinado de Luis I, aunque supervisado por su padre Felipe V, tuvo un comienzo esperanzador, en la medida en que sus consejeros orientaban al rey hacia una política más activa en América, para desestimar las costosas y delicadas empresas italianas y europeas. También se contempló un descenso de la influencia francesa en la Corte, mucho más importante en época de Felipe V.
Sin embargo, la situación política y social en España durante el breve reinado de Luis I no estuvo exenta de tensiones. La joven pareja real, Luis y Luisa Isabel, enfrentó dificultades en la corte debido a las diferencias culturales y las expectativas de comportamiento. Luisa Isabel, conocida por su carácter excéntrico, fue objeto de críticas y rumores que afectaron la percepción pública de su matrimonio y su capacidad para desempeñar su papel como reina consorte.
A pesar de estos desafíos, Luis I intentó implementar reformas administrativas que buscaban modernizar el aparato estatal y mejorar la eficiencia en la recaudación de impuestos. Estas iniciativas, aunque limitadas por el corto tiempo de su reinado, reflejaban un deseo de avanzar hacia una gestión más racional del reino.
Pero la fortuna se volvió contra el recién elevado rey, que enfermó de viruela en agosto del mismo año. La medicina de la época se mostró sin medios para atajar la enfermedad, y aproximadamente un mes después, Luis I fallecía en Madrid sin descendencia. Su esposa retornó a Francia, y Felipe V retomó las riendas del Estado en lo que se ha conocido como su segundo mandato, entre 1724 y 1746.
El legado de Luis I, aunque efímero, dejó una impresión en la historia española como un monarca que, a pesar de su corta vida y reinado, mostró un potencial para liderar un cambio en la dirección política del país. Su muerte prematura truncó cualquier posibilidad de ver realizadas sus visiones, dejando a los historiadores con la tarea de especular sobre lo que podría haber sido un reinado más prolongado y significativo.