Los nacionalismos en España
En la historia de España, desde el siglo XIX, se han venido desarrollando determinados movimientos nacionalistas que a continuación detallaremos. Los más conocidos han venido siendo el catalán y vasco, aunque tampoco podremos perder de vista otros, tales como el gallego o el andaluz.
Las circunstancias en que estos movimientos aparecen se enmarcan dentro del proceso de industrialización de España, a mediados del citado siglo XIX. Las provincias catalanas y vascas fueron escenarios del desarrollo de la burguesía industrial, principal artífice del Nacionalismo. En el caso de Cataluña, el sector que más prolíficamente se desarrolló fue la industria textil. Mientras, en las provincias vascas, la principal actividad que se levantó fue la siderúrgica, gracias a los altos hornos que fundían el hierro para su manipulación.
El hecho de que estas regiones fueran tomando la delantera económica con respecto al resto de España motivó una reacción de la burguesía local, que buscaba el beneficio para sí. Por ello, poco a poco el obrero que llegaba de fuera a trabajar en las industrias era visto de mala manera, lo que fomentó el sentimiento nacionalista.
A esto, hay que unir otras circunstancias de tipo político. Y fue la pérdida de los fueros locales que le daban cierta entidad a Cataluña y el País Vasco. En el primer caso, los “Decretos de Nueva Planta” dictados por Felipe V tras la Guerra de Sucesión (1714) supusieron el fin de las instituciones locales catalanas. En el caso vasco, la pérdida de sus fueros vino como consecuencia del desarrollo de las Guerras Carlistas, en las que se aliaron con el bando perdedor; en castigo, Cánovas del Castillo derogó definitivamente los fueros vascos. Todo ello hizo florecer a mediados del siglo XIX, como hemos comentado, un fuerte sentimiento nacionalista, que tampoco era ajeno a lo que sucedía por aquel entonces en Europa.
En Cataluña, este sentir vino acompañado del movimiento cultural conocido como la “Renaixença”, para la recuperación de la lengua catalana. En 1892, sus impulsores promulgaron las “Bases de Manresa”, para la constitución regional catalana. Entre ellos, se encontraban Doménech i Montaner o Prat de la Riba. Ya entrado el siglo XX, el papel político de este movimiento se hace palpable con partidos como la Lliga Regionalista, Solidaritat Catalana o Esquerra Republicana de Cataluña.
Con la proclamación de la II República (1931), el sueño de los pioneros del nacionalismo catalán se hizo realidad con la redacción del Estatuto de Autonomía, que restauró la Generalitat. Sin embargo, la victoria de Francisco Franco en la Guerra Civil hizo que todo se viniera abajo; el Estatuto quedó anulado y durante cuarenta años el nacionalismo catalán fue duramente perseguido. Con la llegada de la democracia, a partir de 1975, se restauraron las instituciones propias de Cataluña, que continúan vigentes hasta día de hoy.
En cuanto al País Vasco, al referirnos al nacionalismo que allí floreció tenemos que hablar de Sabino Arana. Él fue el creador de la “ikurriña” (o bandera vasca) y fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Su origen burgués e ideología foralista se dejó ver en sus escritos, cuando habla de la raza vasca, ajena a mezclas con otras, y de los “maketos” (todos los males de la patria, entre ellos los representantes del proletariado). Tampoco debe perderse de vista el fuerte carácter católico de su doctrina, muy relacionado con la ideología foralista.
Al igual que ocurrió en Cataluña, durante el siglo XX el PNV fue adquiriendo cotas de poder cada vez mayores, aunque conoció una escisión con la creación de Acción Nacionalista Vasca (ANV), de tintes izquierdistas. Durante la II República se proclamó el Estatuto de Autonomía Vasco, tardío ya que no llegó hasta 1936, a pocos meses del estallido de la Guerra Civil. Su escasa vigencia fue consecuencia de la represión franquista. En 1979, se recuperaba la autonomía vasca tras la aprobación de un nuevo Estatuto.
En Galicia y Andalucía también se desarrollaron sendos nacionalismos, también desde mediados del siglo XIX. Su historia es muy pareja a la de vascos y catalanes. En el desarrollo de los mismos aparecen nombres como Santiago Casares Quiroga, en Galicia, o Blas Infante, en Andalucía. La ascensión política de ambos se ve truncada con el estallido de la Guerra Civil. Sin embargo, a partir de 1975, se formalizaron los Estatutos de Autonomía de ambas comunidades, totalmente consolidadas hasta día de hoy.
A lo largo de las últimas décadas, los nacionalismos en España han seguido evolucionando y adaptándose a nuevas realidades políticas y sociales. En Cataluña, el sentimiento independentista ha cobrado especial relevancia, especialmente a partir de la década de 2010. El referéndum de independencia de 2017, declarado ilegal por el gobierno español, y la posterior declaración unilateral de independencia, han marcado un punto álgido en la historia del nacionalismo catalán. A pesar de la intervención del gobierno central y la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española, que suspendió temporalmente la autonomía catalana, el debate sobre la independencia sigue siendo un tema candente en la política española.
En el País Vasco, el fin de la actividad armada de ETA en 2011 ha permitido que el nacionalismo vasco se exprese de manera más pacífica y democrática. El PNV sigue siendo una fuerza política dominante en la región, aunque también han surgido otros partidos como EH Bildu, que abogan por la independencia vasca desde una perspectiva de izquierda. La cuestión de la autodeterminación y la relación con el Estado español sigue siendo un tema central en la política vasca.
En Galicia, el nacionalismo ha tenido un perfil más moderado en comparación con Cataluña y el País Vasco. El Bloque Nacionalista Galego (BNG) ha sido el principal representante del nacionalismo gallego, abogando por una mayor autonomía y la promoción de la lengua y cultura gallegas. Aunque el BNG ha tenido fluctuaciones en su apoyo electoral, sigue siendo una fuerza importante en la política gallega.
En Andalucía, el nacionalismo ha sido menos pronunciado, aunque existen movimientos y partidos que abogan por una mayor autonomía y reconocimiento de la identidad andaluza. La figura de Blas Infante sigue siendo un referente simbólico para el andalucismo, y su legado es reivindicado por diversas formaciones políticas.
En resumen, los nacionalismos en España son fenómenos complejos y diversos, que reflejan las particularidades históricas, culturales y económicas de cada región. A lo largo de los siglos, estos movimientos han evolucionado y se han adaptado a las cambiantes circunstancias políticas, y siguen siendo una parte importante del panorama político y social del país.