Las Guerras Carlistas
Al morir Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, se planteó un problema sucesorio. De acuerdo al Reglamento del 10 de mayo de 1713, dado por el rey Felipe V, aprobado, pero no promulgado de manera oficial (Ley Sálica) ninguna mujer podía ocupar el trono español, hasta que terminara la descendencia de Felipe V, contradiciendo Las Partidas, que autorizaban la sucesión femenina al trono si el monarca no tuviera hijos varones. Sin embargo, durante el reinado de Carlos IV, las Cortes aprobaron una Pragmática Sanción por la cual el Reglamento de 1713, quedaba sin efecto.
La legítima heredera al trono, era entonces, la única hija de Fernando VII, Isabel, de solo tres años, concebida en su cuarto matrimonio, con María Cristina de Borbón, pero el hermano de su padre, Carlos María Isidro de Borbón, se opuso a su coronación, alegando que a él le correspondía por ser el heredero varón de su hermano, proclamando la ilegalidad de la Pragmática Sanción, cuya observancia había aceptado tres años antes, según lo expresó en el Manifiesto de Abrantes, el 1 de octubre de 1833. Su Consejero era Joaquín Abarca, obispo de León, a quien nombró ministro universal.
Esto generó una guerra interna o civil durante los años 1833 a 1840. El enfrentamiento ocurrió entre los partidarios del absolutismo, denominados carlistas, que querían imponer el mando en Carlos María Isidro de Borbón, principalmente el país Vasco (salvo las capitales provinciales), Galicia, Navarra, parte de Aragón, Cataluña y algunas regiones de Castilla y León. Cotaban con la adhesión del bajo clero y el campesinado, e internacionalmente, con los Estados Pontificios, Prusia, Austria, Rusia y Nápoles. Era mucho más conservador aún que su hermano, que si bien abolió la Constitución de 1812, no restableció la vigencia de la Inquisición.
Los que ambicionaban un gobierno liberal, por otro lado, pretendían el mando de Isabel II, cuya Regente era María Cristina de Borbón, su madre, y por eso se los llamó cristinos. Contaban con el apoyo de los militares, la jerarquía eclesiástica, la burguesía, y las principales ciudades y estados extranjeros, como Portugal, el Reino Unido, y Francia.
¿Cuáles eran sintéticamente los intereses en pugna? El triunfo liberal que representaba la coronación de Isabel, terminaba con los privilegios representados en los fueros, la iglesia perdía poder, suprimiéndose las órdenes religiosas, mientras los campesinos, asustados, veían transformarse urbanizándose, su medio agrícola. El absolutismo de Carlos implicaba un sistema tradicional, poder eclesiástico y fueros.
El 6 de octubre de 1833, Carlos fue proclamado rey, con el nombre de Carlos V, en Tricio (La Rioja) por parte del general Ladrón de Cegama. Ocupó Logroño y Navarra, poniendo al mando de las fuerzas a Tomás de Zumalacárregui.
Mientras tanto, en Portugal donde se había instalado Carlos, también se desarrollaba una guerra civil, donde Miguel I, que apoyaba a los carlistas, fue derrocado por Pedro, lo que permitió a los liberales españoles utilizar todas sus fuerzas contra los carlistas. José Ramón Rodil fue el General en Jefe del ejército del Norte, y luego Francisco Espoz y Mina, cuando el primero fue derrotado por los carlistas al mando de Zumalacárregui, gran estratega militar que se valió del relieve accidentado para obtener sus victorias, elegido para comandar las tropas el 7 de diciembre de 1833, por las diputaciones de Vizcaya y de Álava.
En el frente Norte, el 12 de diciembre de 1834, tuvo lugar la batalla de Mendaza (Navarra), donde los carlistas fueron derrotados, por las tropas cristinas al mando de Luis Fernández de Córdova.
Espoz y Mina fue derrotado en Larrainzar, Echarri, Ardanaz y Olazagutía, renunciando el 13 de abril de 1835. Los liberales, cuyo ejército se retiró al sur del río Ebro, habían perdido varias zonas bajo su influencia, como Maeztu, Elizondo, Urdax, etc. conservando las capitales de la provincias vascongadas, Pamplona y algunos puertos de la costa.
El medio rural era domino de los carlistas, pero les fue mucho más difícil dominar las ciudades. Zumalacárregui, recibió la orden de atacar Bilbao, que fue sitiada el 10 de junio de 1835. Allí falleció el jefe carlista 14 días más tarde, cuando fue mortalmente herido. En su lugar fue nombrado Vicente González Moreno. El sitio de Bilbao fue levantado, y poco tiempo después se produjo la batalla de Mendigorría, donde Córdova obtuvo éxito para los cristinos, aunque no fueron decisivos.
Entre los carlistas la jefatura de las tropas en el País Vasco y Navarra, pasó a ser ejercida por Nazario Eguía, desde octubre de 1835, y luego por Bruno Villarreal. El segundo sitio frustrado de Bilbao se produjo en octubre de 1836 y el tercero un mes más tarde, defendida eficazmente la plaza por Baldomero Espartero.
Luego de estos intentos frustrados de tomar Bilbao, los carlistas nombraron como jefe de sus tropas a Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza. En marzo de 1837 obtuvo un triunfo frente a los cristinos en la batalla de Oriamendi. Los carlistas iniciaron un intento desesperado de vencer a los liberales atacándolos por varios frentes, en lo que se denominó Expedición Real, pues estuvo al mando del mismo Carlos V. Desde Estella, el 15 de marzo de 1837, tomó rumbo a Cataluña, uniendo fuerzas a sus tropas, y sumando victorias. Llegaron a Cataluña pero no obtuvieron el recibimiento esperado, y el 13 de junio sufrieron la derrota de Guissona.. Se dirigieron hacia Burjassot, adonde arribaron el 11 de julio. Tras derrotar a los liberales en Villar de los Navarros, en agosto, tomaron camino hacia Madrid, desde donde los cristinos enviaron fuerzas para detenerlos, al mando de Baldomero Espartero que triunfaron en Aranzueque.
Esta derrota carlista motivó la firma del convenio de Oñate, o Abrazo Vergara, el 29 de agosto de 1839, que selló la paz en el norte español, por el cual los liberales se obligaban a tratar el tema de la concesión de fueros, debiendo los carlistas entregar sus armas, dándoseles la opción de abandonar el país, conservando sus sueldos o continuar en España al servicio de la reina Isabel. Carlos V, no aceptó el tratado y prefirió junto a sus más leales seguidores, el exilio en Francia.
En la zona este, Manuel Carnicer inició en Aragón un levantamiento a favor de Carlos V, y junto a siete guerrilleros, partió para reunir más hombres, que sumaron 22 cuando llegaron a Morella, y pidieron la rendición de la plaza. Llegó a comandar las tropas carlistas en el Bajo Aragón y Maestrazgo. Fue detenido y fusilado en Miranda de Ebro el 6 de abril de 1835. Fue sucedido por Ramón Cabrera, que perdió para los carlistas Cantavieja, en 1836, plaza que reconquistó poco tiempo después, extendiendo su poder a Morella, Aragón, norte de Valencia y sur de Cataluña. Un después del Abrazo de Vergara, Cataluña, liderada por Cabrera siguió resistiendo, pues sentían ese pacto como una traición, para aquellas provincias que habían perdido sus fueros y no los recobrarían, frente a otras que aún los mantenían. En 1840 todo el territorio había quedado en manos de los liberales.
Hubo otras dos guerras carlistas:
La Segunda Guerra Carlista, que en realidad fueron levantamientos sucedidos en Cataluña entre los años 1846 y 1849, tuvieron como motivo la frustración de una boda, cuyos contrayentes eran la reina Isabel y Carlos Luis María de Borbón (Carlos VI) pretendiente carlista, hijo de Carlos María Isidro de Borbón. Había luchado junto a su padre en la Primera Guerra Carlista, y luego de ella, se radicó en Francia, al igual que Carlos V, quien renunció a la Corona el 18 de mayo de 1845, ambicionando el trono para su hijo como consecuencia de la aludida boda, que no se concretó, casándose Isabel con Francisco de Asís de Borbón, su primo.
Carlos Luis, pretendió ingresar desde Francia, en abril de 1849, pero fue detenido, y Cabrera y otros jefes de las fuerzas insurrectas, debieron partir hacia Francia, ante el fracaso de sus misiones. Los carlistas fueron amnistiados.
La Tercera Guerra Carlista ocurrió entre 1872 y 1876, donde Carlos María (Carlos VII) sobrino de Carlos VI, publicó, como jefe del partido político, Comunión Catolico-Monárquica, sus ideas absolutistas, y proteccionistas con deseos de establecer Cortes tradicionales y hace frente a la llegada de un rey extranjero (Amadeo de Saboya) que reemplazaría a Isabel II, destronada en 1868, y al posterior Regente general Serrano.
Luego de abdicar Amadeo de Saboya, la lucha de Carlos VII se dirigió a la I República, y posteriormente contra el hijo de Isabel II, Alfonso XII. Se desarrolló en Cataluña, Navarra y País Vasco, con triunfos ocasionales, pero la meta de ocupar Bilbao, no pudo ser cumplida. En Estella (Navarra) intentó sentar las bases de una organización estatal. En 1876 se produjo su derrota a manos de Martínez Campos, y Carlos VII debió huir hacia Francia.