La conquista cristiana de Mallorca
La isla de Mallorca fue tomada por los musulmanes en el siglo X, después de un amplio período de dominación bizantina. Desde siempre, el conjunto balear ha tenido una importancia estratégica de primera magnitud. Desde los tiempos de los fenicios, su situación cercana al Levante peninsular le ha hecho ser codiciada por todos los pueblos que han pasado por ella.
La Corona de Aragón, en el siglo XIII, no fue ajena a esta circunstancia. Y de esta manera, en 1229 se ponía en marcha una expedición aragonesa para la conquista de la isla de Mallorca, que se debe enmarcar dentro del amplio proceso de expansión territorial cristiana frente a los musulmanes. En el caso de Aragón, pocas décadas atrás se había consolidado la anexión con los Condados Catalanes, a través del matrimonio de la reina Petronila con el conde Ramón Berenguer IV. A partir de esos momentos, las miras aragonesas estarán puestas en otros territorios, entonces en manos musulmanas, como era el caso de la isla de Mallorca.
Fue el rey Jaime I quien llevaría a cabo esa campaña de conquista. Este monarca ha pasado a la Historia con el sobrenombre de “El Conquistador”, debido a la anexión territorial, tanto de Mallorca como del reino de Valencia. Con él se iniciaría un imparable avance catalán por el Mediterráneo, que les llevaría, siglos más tardes, incluso hasta la lejana Grecia.
Cuenta la leyenda que fue un navegante, llamado Pere Martell, quien convenció a Jaime I para llevar a cabo la conquista de Mallorca. El monarca se encontraba en Tarragona, donde se estaban celebrando las Cortes, y el encuentro con Martell le llevó a tal empeño. Este navegante, que solía viajar a Mallorca, le contó a Jaime I las ventajas que supondría tener a la isla bajo control aragonés, pues se elminaban trabas que imponían los musulmanes. El monarca aragonés pareció convencido y puso todo su empeño en la campaña.
La convocatoria de nuevas Cortes, en esta ocasión en Barcelona, tuvo como objetivo recaudar dinero y conseguir tropas para la conquista de Mallorca. Una vez conseguidos gracias a las aportaciones de la nobleza, en 1229 embarcaba la flota desde el puerto de Salou (Tarragona) con dirección a la isla. En un principio, la intención era llegar a Pollensa, al norte, pero el mal tiempo les obligó a desembarcar en Santa Ponça, al sur.
En Mallorca reinaba por entonces Abu Yahya, que sufría constantes ataques cristianos en sus costas. Por ello, la lucha con las tropas de Jaime I fue brutal. De hecho, la conquista aragonesa de Mallorca se caracterizó por una gran agresividad. La ciudad de Palma, capital del reino insular, fue asediada durante algunos días, tras los cuales estuvo sometida a un saqueo sistemático y a la reducción de sus habitantes.
A partir de entonces, el control aragonés sobre la isla se hará de manera efectiva. Las instituciones musulmanas fueron sustituidas por las aragonesas, hasta tal punto que, en algún momento del siglo XIV, volvía a nacer un reino independiente de Mallorca. Liderado por miembros de la familia real de la Corona de Aragón, llegarían incluso a declarar la guerra a Barcelona, aunque la vigencia de este reino será escasa. Se borraba de esta manera, definitivamente, la huella musulmana en la isla.
Una vez ejecutada la conquista de Mallorca, Jaime I pondrá sus ojos en el vecino reino de Valencia. Esta nueva anexión territorial no tardaría en llevarse a cabo, consolidando la presencia aragonesa y catalana en el Levante peninsular. Esta política expansionista, como dijimos, darían al monarca el sobrenombre del “Conquistador”.
Pero no fue el único monarca aragonés que llevaría a cabo campañas de anexión de nuevos territorios. Jaime I sólo sería el precursor, ya que sus sucesores llevarían tropas a Italia (concretamente, a las islas y Nápoles) e incluso a Grecia. La participación catalana en las Cruzadas le llevó a anexionarse los condados de Atenas y Neopatria. Sería en el reinado de Alfonso V el Magnánimo cuando el expansionismo catalán llegó a su máximo esplendor. Corría el siglo XV y la primitiva Corona de Aragón se había convertido en un auténtico Imperio Mediterráneo.