La Batalla del Ebro
El Gobierno de la II República estaba ejercido por el Presidente de la República, Manuel Azaña, Juan Negrín en la Presidencia del Consejo de Ministros, y Vicente Rojo en la Jefatura del Estado Mayor Central.
Los republicanos ya habían perdido en la Guerra Civil, hasta 1938, todo el oeste, y casi todo el norte español, en manos de los nacionales (Sevilla, Extremadura, casi todo Castilla y León, Galicia, el oeste asturiano, el País Vasco, Navarra y la mitad de Aragón). Los enemigos de la República habían logrado arribar al Mediterráneo por Vinaroz (Castellón) a consecuencia de lo cual, Cataluña, todavía en poder de los republicanos (Gerona, Barcelona, Lerida y tarragona) estaba aislada de la zona centro. La República quedaba dividida en dos, ya que aún le quedaba, una parte de Andalucía, Castilla-La Mancha, Madrid, y todo el Levante (Comunidad Valenciana).
Con el objetivo de impedir la toma de la ciudad portuaria de Valencia, generadora de la riqueza agrícola e industrial, por las tropas nacionalistas, se preparó esta campaña por el general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central Republicano.
Los republicanos habían retrocedido a la margen izquierda del río Ebro, del lado derecho, estaban los franquistas. El Ebro es un río caudaloso y por eso, esta operación era muy audaz, y consistía en caer sorpresivamente a lo largo de toda su costa (60 KMS) sobre los nacionales. Para ello contaban con un ejército (la Agrupación Autónoma del Ebro) de 100.000 hombres, comandados por el coronel de Milicias, Juan Modesto Guilloto, y cuyos cuerpos estaban a cargo de Enrique Líster (V Cuerpo) Manuel Tagüeña (Cuerpo XV) y Etelvino Vega Martínez (Cuerpo XII).
Los nacionales tenían un número similar de combatientes, liderados por el general Fidel Dávila Arredondo, Ministro de Defensa Nacional y Jefe del Ejército del Norte, y el cuerpo de Ejército Marroquí, a cargo del general Juan Yagüe.
El ataque comenzó pasados escasos quince minutos de la madrugada del 25 de julio de 1938, cuando los republicanos atravesaron el Ebro por tres sitios diferentes. La estrategia consistía en sorprender al enemigo, mucho más poderoso en artillería y aviación.
El sector sur por Amposta estaba a cargo de la 45ª División, que fue la más perjudicada al ser descubierta por los enemigos. Más suerte tuvieron los que cruzaron por el norte, que pudieron establecer una cabeza de puente, logrando interponerse en el camino que une los pueblos de Fayón y Mequinenza. Sin embargo la resistencia enemiga les impidió avanzar y tampoco pudieron retroceder, pues detrás suyo, estaba el río.
El mayor avance fue logrado por el sector central, formado por los Cuerpos V y XV, que les permitió pronto ocupar las sierras de la Fatarella, Pàndols y Cavalls, Ascó (en la depresión del ebro) Flix, Mora de Ebro, Pinell, Bott y Corbera, llegando casi hasta Gandesa, punto estratégico, pues le impedirían la comunicación a los nacionales, pero que no logró ser tomada.
A pesar de todo, los nacionales estaban muy bien armados, y pudieron impedir el avance, apoyados sobre todo por la fuerza aérea de la Alemania nazi, la Legión Cóndor, que brindó apoyo a Franco, realizando bombardeos aéreos, y por la astuta maniobra de abrir las compuertas de los embalses de Tremp y Camarasa, con el consiguiente incremento del caudal del río, que arrasó con el ejército republicano y sus armamentos.
Ante el ataque de los nacionales, los republicanos retroceden a Corbera. El 22 de septiembre, los nacionales lograron ocupar el vértice Gaeta.
Negrín, el 23 de septiembre, ordenó retirar unilateralmente, dando cumplimiento a lo dispuesto por el Comité de No intervención, a las Brigadas Internacionales, extranjeros, principalmente franceses que apoyaban a los republicanos, al igual que Alemania e Italia, prestaban colaboración a Franco, que también retiraron sus hombres pero no la ayuda de material bélico. El 30 de septiembre se habían celebrado los Tratados de Munich, tratando de solucionar el conflicto internacional, por parte del Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, por la cual Alemania incorporó a su dominio la cadena montañosa de los Sudetes en Checoslovaquia,. Esto contribuyó a empeorar la situación republicana que comenzó a retroceder.
Entre fines de octubre y principios de noviembre, perdieron la sierra de Cavalls y la de Pàndols. Este desastre se complementó con la derrota aérea, y cuando durante la primera quincena de noviembre los nacionales, tomaron Mora de Ebro, Venta de Camposines y La Fatarella. El día 16 de noviembre, tras una campaña de 116 días, los republicanos atravesaron el río Ebro, pero esta vez, en sentido inverso, hacia la margen izquierda, volviendo a la posición de donde habían iniciado el avance, dirigidos por Tagüeña, que ordenó volar el puente de hierro de Flix. Poco tiempo después (menos de cuatro meses) la suerte de la república estaría sellada. El 28 de marzo de 1839, Madrid caía en manos de los franquistas.
La Batalla del Ebro fue la más larga y sangrienta de todas las batallas de la Guerra Civil Española, con un total estimado de más de 30.000 muertos. La batalla también fue notable por el uso de armas modernas, incluyendo tanques y aviones, que fueron proporcionados por las potencias extranjeras que apoyaban a ambos lados del conflicto. Los republicanos, a pesar de su valentía y determinación, estaban en desventaja en términos de armamento y apoyo logístico.
La batalla también fue significativa en términos políticos. La decisión de Negrín de retirar a las Brigadas Internacionales fue un intento de ganar el apoyo de las democracias occidentales, que estaban preocupadas por la influencia comunista en el gobierno republicano. Sin embargo, esta decisión fue vista por muchos en el bando republicano como una traición y contribuyó a la desmoralización de las tropas.
La Batalla del Ebro marcó un punto de inflexión en la Guerra Civil Española. A pesar de la resistencia heroica de los republicanos, la superioridad militar de los nacionales se hizo evidente. La batalla también demostró la determinación de Franco de ganar la guerra a cualquier costo, incluso si eso significaba la destrucción total de sus enemigos. La caída de Madrid, menos de cuatro meses después de la batalla, marcó el final de la República y el comienzo de la dictadura de Franco, que duraría hasta su muerte en 1975.