La Batalla de Ocaña
La Junta Central había logrado formar un poderoso ejército, para luchar contra los franceses que habían tomado prisionero a Fernando VII y establecido en el trono español al hermano de Napoleón Bonaparte, como José I, comenzando el 2 de mayo de 1808 la guerra por la independencia, ayudada por los británicos, a quienes la Junta se había aliado, pues ellos lideraban la batalla europea contra la Francia napoleónica.
Napoleón, aliado con el zar Alejandro I de Rusia, quien le había ofrecido apoyo en caso de un ataque austríaco, proponen conjuntamente, al gabinete inglés, una salida pacífica, que es aceptada por éste, siempre que se incluya a los españoles en el trato, lo que hizo imposible el acuerdo, y Napoleón se dirigió desde París, hacia España.
El 10 de noviembre de 1808, las tropas francesas al mando del mariscal, Soult ocuparon Burgos, y el general Blake en Espinosa de los Monteros, derrotó al mariscal Lefebvre, y venciendo a Castaño, logró ingresar a Tudela. El 30 de noviembre los franceses ingresaron a Madrid, a pesar de la resistencia de los 8.000 hombres de Benito San Juan que fueron derrotados. La Junta Central se instaló en Sevilla.
El 19 de enero de 1809 Napoleón retornó a Francia, habiendo dejado encargado a su hermano José, terminar con la conquista de España. Durante su ausencia, José I se encontró con una resistencia feroz y una población decidida a luchar por su independencia. La guerra de guerrillas se intensificó, y los franceses se encontraron en una situación cada vez más precaria.
Los ingleses, en defensa del rey español cautivo, fueron derrotados el 19 de enero de 1809, en La Coruña, pero el 22 de abril arribó a Lisboa, un nuevo ejército comandado por Wellesley. Desde Portugal se logró liberar Galicia, donde las fuerzas inglesas de Wellesley, sumadas a las portuguesas dirigidas por el inglés Bersford, en mayo de 1809, repelieron el ataque del ejército francés, a cargo del mariscal Soult, que no sólo debió abandonar Portugal, donde había incursionado, sino que en su retirada, perseguido por las tropas desde Portugal, debió retroceder hasta Zamora, abandonando Galicia. Lo mismo le sucedió al mariscal Ney, que huyó hacia Astorga.
El 27 de julio de de 1809, ambos ejércitos contendientes, confluyeron en Talavera de la Reina, con controvertido resultado. Este enfrentamiento, aunque no decisivo, demostró la determinación de los españoles y su capacidad para resistir a las fuerzas francesas.
La Junta Central organizó la nueva campaña militar, adelantándose a la ayuda alemana que vendría en apoyo del enemigo. El ataque se haría en el río Tajo por parte del ejército de Extremadura, maniobra distractiva que aprovecharía el ejército del Centro para ingresar a Madrid, mientras la columna izquierda impediría la huida de los franceses. Contaban con más de 50.000 efectivos de infantería. 5.800 caballos, 35 piezas de artillería, y 600 zapadores.
El general Francisco Eguía fue reemplazado por el general Juan Carlos de Aréizaga, y puesto al mando del Ejército del Centro, el 22 de octubre de 1809. Puso la vanguardia a cargo del brigadier José Zayas, la caballería estaba repartida en cuatro divisiones, al mando de Manuel Freire, encargada de explorar la zona, dividiendo la infantería en siete divisiones, a cargo cada una de ellas de Luis Lacy, Gaspar Vigodet, Pedro Girón, Francisco González Castejón, los mariscales de campo Tomás Zeraín y Pelegrino Jácome y el brigadier don Francisco Copóns.
El 14 de noviembre, llevaron los españoles a cabo la estrategia de atravesar el río Tajo colocando a uno y otro lado dos puentes de carros, pero un inesperado temporal desconcertó a las fuerzas de Aréizaga, que paralizaron sus maniobras, mientras los franceses, unos 40.000 infantes y 6.000 hombres a caballo, al mando del rey José Bonaparte, y el mayor general Soult, se concentraban en Aranjuez.
Los franceses esperaban que los españoles llegaran a Madrid por Albacete, pero Aréizaga retrocedió hasta Santa Cruz de la Zarza, para volver a Ocaña y retomar desde allí, el camino a Madrid. Hacia Ocaña, también se dirigieron los franceses.
El 18 de noviembre, aproximadamente 3.000 jinetes franceses, se enfrentaron con la caballería de Freire con 4.000 efectivos, que no pudieron resistir el embate. Este enfrentamiento fue un golpe duro para las fuerzas españolas, que perdieron una cantidad significativa de hombres y caballos.
El 19 de noviembre los españoles arribaron a Ocaña, donde se produjo el encuentro a las 10 horas. En Ocaña, las fuerzas españolas se dispusieron a ambos lados. El ala izquierda español, a cargo de Zayas y Rivas era casi inexpugnable, pero el ala derecha y el centro, podían ser atacadas fácilmente, empresa que le fue encomendada a las divisiones polaca y alemana, mientras la caballería atacaría a Freire. El ataque central estaría a cargo de Desolles. A la retaguardia, José I, servía de apoyo en la reserva.
Derrotada el ala derecha española, Desolles seguido por la reserva de José I, atravesó el barranco y embistió sobre la Villa de Ocaña.
Luego del mediodía los españoles se rindieron. Ocaña fue tomada por Girard y Desolles, y Zayas, que aún permanecía con la vanguardia intacta debió entregar la plaza, dirigiéndose a Dosbarrios donde fue vencido. El coronel José Luis de Lioni logró unificar las tropas que quedaban, salvando algunos caballos y piezas de artillería, dirigiéndose hacia Turleque.
Las pérdidas entre muertos y heridos ascendieron a 4.000 españoles, alrededor de 20.000 prisioneros, y casi todo el arsenal bélico, incluyendo 40 cañones. Luego de tres semanas del desastre de Ocaña, el Ejército del Centro, el más castigado, se concentró en Sierra Morena. Sólo pudieron contarse 21.000 integrantes de la infantería y 3.000 de la caballería, que prosiguieron al mando de Aréizaga. La Batalla de Ocaña fue una de las más sangrientas y decisivas de la Guerra de Independencia Española, marcando un punto de inflexión en el conflicto.