Juana «la Loca»
Juana I de Castilla (1479-1555), más conocida como Juana “la Loca” fue hija de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y heredera de sus estados. Contrajo matrimonio en 1496 con el que sería su esposo hasta 1506, Felipe de Habsburgo, “el Hermoso”, al que popularmente se le ha atribuido ser el causante de la locura de la reina, por razón de sus continuas infidelidades matrimoniales. Anulada en el gobierno de su reino, primero por su esposo, luego por su padre, y finalmente por su propio hijo, la vida de Juana (larga para la época, nada menos que 76 años) transcurrió mayoritariamente en un encierro que sus seres más próximos apoyaron, lo que sin duda ahondó en su mal.
Juana nació en Toledo en 1479, tercera hija de los reyes Isabel y Fernando. Su educación fue esmerada y ella resultó una alumna aventajada, conocedora de varios idiomas (frencés, latín), usos religiosos, etiqueta cortesana e incluso recibió instrucción en las artes. Su educación, no obstante, no estuvo orientada a la de un heredero de la corona, lo que más adelante fue, porque nadie esperaba que sus hermanos murieran sucesivamente. Es por ello quizás que adolecía de una formación para gobernar.
Las urgencias diplomáticas de la época despejaron el camino para que Juana fuese casada por un príncipe extranjero, con el fin de entablar acuerdos diplomáticos con otras potencias. En la Europa de finales del siglo XV, Francia se había convertido en el reino preponderante del continente, y sus ambiciones sobre Italia asustaban a los reyes tanto de España como de Austria e Inglaterra, sin mencionar a los diversos condados y ducados italianos, al Papado y la República de Venecia. En víspera de la Santa Liga (1511), se estrechaban lazos entre las potencias antifrancesas, y España entabló matrimonio con Austria, siendo Juana la escogida para desposar con Felipe de Habsburgo, llamado “el Hermoso”. El matrimonio se celebró en 1496 en territorio de Flandes. El apasionado enamoramiento entre la infanta castellana (que aún no era heredera del reino de sus padres) y el príncipe austríaco se manifestó el mismo día de la boda, y a los pocos meses ella ya estaba encinta de su primera hija. Pero Felipe se reveló como un marido incorregible. Sus infidelidades fueron continuas, lo que supuso para Juana una turbación continua y unos ataques de celos que fueron dando con su juicio.
En los años inmediatamente posteriores, los hijos de los Reyes Católicos fueron muriendo, primero Juan (1497), después Isabel (1498) dando a luz a su hijo Miguel, heredero directo que también falleció (1500). Isabel la Católica no los sobreviviría por mucho, pues abandonó este mundo en 1504. A su muerte, Juana era la legítima heredera de Castilla, pues Fernando era rey de Aragón, y por tanto debía retirarse a sus estados (aunque no lo hizo, y siguió rigiendo en Castilla).
Juana había retornado a Castilla en 1503, y la separación de su marido había agravado su mal. Esto no impidió que Fernando la declarase heredera de Castilla, aunque manteniendo él el poder en la sombra. Esto irritó a Felipe el Hermoso, que viajó hasta España para forzar a Fernando a retirarse a Aragón, con la esperanza de poder convertirse en rey de Castilla. El arreglo al que llegaron fue la Concordia de Salamanca (1505) por la cual, Fernando, Juana y Felipe se repartían equitativamente el poder en Castilla. Pero la artificialidad de la propuesta no funcionó, y las malas relaciones entre Felipe y Fernando acabaron provocando la renuncia de Fernando (que volvió a Aragón) y la proclamación de Felipe I como rey de Castilla (1506). Sólo unos meses después, muere Felipe en extrañas circunstancias después de jugar un partido de pelota. Juana, que estaba totalmente enamorada de su marido, enloquece por completo, realizando acciones extrañas, como lo fue el traslado del féretro de su marido desde Burgos hasta Granada, arrastrando consigo a una inmensa comitiva.
Declarada incapaz de gobernar, Fernando retorna a Castilla y en 1509 encierra a su hija en Tordesillas, ante la posibilidad de que pueda intentar formar un bando contra él. A la muerte de Fernando en 1516, el cardenal Cisneros se hace con el poder hasta la mayoría de edad del hijo mayor de Juana, Carlos de Gante. En 1520 es proclamado rey de España y se traslada a la península.
Carlos I estuvo interesado en mantener a su madre encerrada en Tordesillas, y así lo hizo. Durante la revuelta Comunera, las villas castellanas reveladas reconocieron a Juana como reina, pero ella nunca sostuvo hostilidades hacia su hijo, no tomando partido en la guerra (1520-1522). Hasta su matrimonio con Juan III de Portugal (1525), su hija Catalina la acompañó en Tordesillas, pero después su encierro fue solitario, acompañada de sirvientes que la menospreciaban (con conocimiento de Carlos), hasta su muerte en 1555.
Tuvo seis hijos: Leonor (1498-1558), Carlos (1500-1558), Isabel (1501-1526), Fernando (1503-1564), María (1505-1558) y Catalina (1507-1578).