Gaspar Melchor de Jovellanos
La Ilustración española, no hubiera sido la misma si el día 5 de enero de 1744, no hubiera nacido en Gijón, en el seno de una familia de nobles empobrecidos, Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos. Luchó para hacer de su patria, una sociedad justa, más igualitaria, con menos privilegios para unos pocos, más libre, menos ignorante, más científica, preocupada por la difusión de la utilidad o practicidad de las ciencias, y en definitiva, abierta al progreso y a la prosperidad de su pueblo.
Hijo de Francisco Jovellanos y de Francisca Jové Ramírez, el núcleo familiar estaba conformado por nueve hermanos.
En su ciudad natal, Gaspar recibió los conocimientos elementales, y a la edad de 13 años marchó a la universidad de Oviedo a estudiar Filosofía. Luego de un año de estudios eclesiásticos, en 1761, finalizó, en la Universidad de Osma, el Bachillerato en Derecho Canónico. Prosiguió sus estudios en la Universidad de Ávila, donde obtuvo la Licenciatura, en 1763. Un año después obtuvo una beca que le permitió profundizar sus estudios bíblicos en el Colegio Mayor San Ildefonso de la Universidad de Alcalá.
A partir de 1767, fue Alcalde del Crimen de la Real Audiencia de Sevilla, mientras las ideas del liberalismo económico de Adam Smith, influían considerablemente en su pensamiento, aunque su ideario económico combinaría también mercantilismo y fisiocracia. Destacado literato, en 1774, fue estrenada su obra “El delincuente honrado”. En 1775 fue designado Oidor. Fue Secretario de Artes y Oficios de la Sociedad Patriótica Sevillana, a la que contribuyó a su creación, en 1775.
En 1778 fijó su residencia en Madrid, donde fue Alcalde de Casa y Corte, cosechando amigos de gran influencia política como Floridablanca y Cabarrús.
Desde 1779 se incorporó a la Real Academia de la Historia. En 1780 ingresó en el Consejo de Órdenes Militares y a la Real Academia de San Fernando. En 1781, integró la Real Academia Española, y al año siguiente, formó parte de la comisión que creó el Banco de San Carlos, por orden de Carlos III, el 2 de julio de 1782. Su director fue Francisco Cabarrús, muy amigo de Jovellanos, que compartía sus ideales ilustrados.
Su obra literaria es variada, pero de toda ella emana su sentimiento ilustrado, incluso en su poesía “Jovino a sus amigos de Salamanca” o la “Epístola de Jovino a sus amigos de Sevilla”.
Su vida próspera en Madrid, concluyó cundo estalló en Francia la Revolución Francesa, y se produjo en España la muerte de Carlos III, en 1788, a quien Jovellanos le ofrendó “Elogio de Carlos III” ese mismo año. Carlos IV que había asumido el poder real, al principio inició algunas reformas liberales en el estado, incluso designó como Primer Ministro a un ilustrado, el Conde de Floridablanca, pero al estallar en Francia la revolución, cambió radicalmente su actitud. Por temor a la pérdida de su poder, a través de la Inquisición persiguió a quienes con sus ideas se acercaban al pensamiento de los agitadores franceses. Cabarrús fue detenido y Jovellanos fue desterrado a Gijón. Intentó concluir, aunque no pudo hacerlo por motivos financieros, con la situación de aislamiento en que se hallaba su ciudad natal, iniciando la carretera a Gijón-León, como parte del plan que llevó a cabo como subdelegado de caminos en Asturias, cargo que desempeñó desde 1792.
Mientras tanto, el Conde de Aranda, amigo de Voltaire, reemplazó a Floridablanca, e intentó por encargo real, salvar la vida del rey francés, Luis XVI. Su misión fue inútil, y Manuel Godoy, asumió como Ministro Universal, el 15 de noviembre de 1792, aunque tampoco pudo impedir que el monarca francés fuera guillotinado, en enero de 1793.
Jovellanos hizo palpable las ideas ilustradas, en el ámbito académico, intentando difundir esas ideas, desde las cátedras del Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, creado a impulso de Jovellanos en Gijón, en 1794.
Su «Informe sobre la Ley Agraria» publicado en 1795, realizado por pedido de la Sociedad Económica de Madrid, traslucía su pensamiento de liberar las aduanas interiores, privatizar baldíos y montes comunales, cercamiento de fincas, libre pacto de arrendamiento entre las partes involucradas, reformas impositivas, como la eliminación de impuestos a los cereales, limitación e los mayorazgos, y mayor inversión estatal en obras públicas.
Luego de luchar frustradamente contra la Francia revolucionaria. España a través de Godoy firmó con Francia el Tratado de San Ildefonso, en 1796, transformándose en su aliada, sobre todo en su lucha contra Inglaterra.
Aceptadas las ideas revolucionarias, Jovellanos recibió la oferta de ocupar el cargo de embajador en Rusia, pero lo rechazó. En 1797, ocupó durante meses el cargo de Ministro de Gracia y Justicia, desde donde trabajó para reducir el poder de la inquisición.
Vuelto a Gijón en agosto de 1798, gestó la idea de crear la Academia Asturiana, para el estudio del idioma y la historia de esa región.
Vuelto su enemigo Godoy a su cargo de Ministro, puso preso a Jovellanos, el 13 de marzo de 1801, y lo desterró a la isla de Mallorca. Primero cumplió su detención en el monasterio de la Real Cartuja de Jesús de Nazaret y luego fue recluido en el Castillo de Bellver. Allí escribió “Memoria sobre Educación pública”.
El 17 de marzo de 1808, se produjo el motín de Arnajuez, que terminó con el poder de Godoy y del rey Carlos IV, coronándose a Fernando VII, como nuevo soberano.
La nueva situación política determinó la liberación de Jovellanos el 6 de abril de 1808, por decreto de Fernando VII. El 6 de julio de ese mismo año, Napoleón logró coronar como rey de España a su hermano José, y Jovellanos fue tentado a formar parte del nuevo gobierno, aunque no aceptó la oferta, oponiéndose al poder francés en España. Para ello formó parte de la Junta Central, en representación de Asturias, que gobernaría en la ausencia del rey cautivo, Fernando VII. Disuelta la Junta fue establecido el Consejo de Regencia en 1810, y Jovellanos se trasladó a Muros (Principado de Asturias). Allí escribió “Memoria en defensa de la Junta Central” donde evaluaba y justificaba ese cuerpo político.
Murió en Puerto de Vega, pueblo en los suburbios asturianos, a causa de pulmonía el 27 de noviembre de 1811.