Fernando VI
Fernando VI (1713-1759) era hijo de Felipe V de Borbón y María Luisa de Saboya. Fue uno de los dos hijos que sobrevivieron a la pareja, junto a Luis I (1707-1724), que fue rey de España siete meses (en 1724). Sus trece años de reinado (1746-1759) suponen un giro importante en las políticas interiores y exteriores de la monarquía hispánica, pues se orientan hacia la paz y la reconstrucción interna, a través del saneamiento de la Hacienda y la financiación industrial, todo ello fomentado por las ideas ilustradas que empezaban a renovar Europa.
Fernando VI había nacido en Madrid, cuarto hijo de Felipe V y su primera esposa, muerta en 1714. El infante no llegó apenas a conocer a su madre, y fue tutelado en su infancia por su madrastra Isabel de Farnesio, con la que posteriormente tendrá grandes diferencias de criterio político. De baja estatura, ojos azules y vivaces, y carácter festivo, Fernando se distinguía en buena manera de los españoles de su entorno. En su infancia y primera juventud dio muestras de una inteligencia mediana, y pocas aptitudes para la política; no obstante, su personalidad moderada y su voluntad benefactora compensaron sus otras carencias.
En noviembre de 1724, después del retorno de Felipe V al trono, Fernando fue nombrado por las Cortes Príncipe de Asturias, con sólo once años, lo que le convertía en heredero de la Corona Española. En los años siguientes, la diplomacia española estuvo buscando la esposa ideal, que encontraron en María Bárbara de Braganza, princesa portuguesa, con la que contrajo nupcias en 1729. Con similares cualidades a Fernando VI, María Bárbara resultó una compañera fiel y una consejera imprescindible durante el reinado de su esposo, a pesar de que, en los comienzos, Fernando VI intentó repudiarla por motivo de su fealdad.
En julio de 1746, moría Felipe V de un ataque al corazón, y su hijo Fernando tomaba posesión de trono, dando inicio a una época de estabilidad interna y paz exterior. En primer lugar, el rey intentó alejarse de la influencia francesa, centrándose exclusivamente en los problemas españoles. De ello se encargaron los ministros José de Carvajal y el Marqués de Ensenada. Si el primero pretendía el acercamiento a Inglaterra y Portugal, y el levantamiento de un poderoso ejército capaz de equilibrar la balanza con Francia en el continente, Ensenada abogaba más por la reconstrucción naval, que fortaleciese los lazos con América y protegiese al comercio español del corsario inglés. Ambos ministros se opusieron el uno al otro, pero también se complementaron, lo que favoreció un crecimiento equilibrado sin orientaciones claras.
Mediante el absolutismo ilustrado, Ensenada propugnaba el saneamiento de la Hacienda y la mejora de las fábricas españolas. En América, se potenció la agricultura y la minería. Se construyeron fábricas de industria lanar en Castilla, y se trazaron planes para mejorar las finanzas del Estado. El catastro de Ensenada, orientado a depurar la fiscalidad y crear un impuesto único, fue el resultado de esos ambiciosos objetivos, que tuvieron bastante éxito. El superávit con el que se encontró la Corona sirvió para construir astilleros o repararlos, y hacer barcos. Se financiaron también fábricas de municiones y armamento, se repararon y construyeron nuevas fortificaciones y se reorganizó el ejército incluyendo nuevos sistemas de milicias. El ministro Ensenada también alcanzó un concordato con la Santa Sede en 1753 por el cual la Corona salía beneficiada.
En política exterior, Carvajal alcanzó el pacto con Austria en 1750 por el cual el hermanastro de Fernando VI, Felipe, se convertiría en duque de Parma, Piacenza y Guastalla, y la corona napolitana para Carlos en 1752, el otro hermanastro (futuro Carlos III). En 1750, Carvajal lograba también poner fin a las disputas fronterizas entre España y Portugal en Brasil, situando los límites que con tanto ardor rechazaron los jesuitas en Paraguay. El ministro también intentó alcanzar un acuerdo con los ingleses por la recuperación de Gibraltar y Menorca, acuerdo que fue rechazado en Londres.
Carvajal también logró poner fin a los problemas surgidos entre España y la liga hanseática, que suministraba armas a los piratas argelinos. En 1751, el embargo comercial impuesto desde Madrid motivó que los hanseáticos renunciasen a su comercio con Argel.
En 1754 se produjo la muerte de Carvajal y la caída en desgracia de Ensenada. Habían conseguido mantener a España alejada de los conflictos europeos, pues no llegó a alinearse ni con Francia ni con Inglaterra. Cuando estalló la Guerra de los Siete Años (1757-1764) España se mantuvo al margen, a pesar de las invitaciones en su favor de ambos bandos. El nuevo ministro, Ricardo Wall, logró mantener a España al margen del conflicto europeo, lo que agradaba a Fernando VI.
En 1758 murió María Bárbara de Braganza, lo que sumiría al rey en una profunda depresión y tristeza, hasta el punto que se alejó de los asuntos de gobierno y se encerró en el palacio de Villaviciosa de Odón. Él sucumbía a un profundo pesar al año siguiente, en agosto de 1759. No tuvieron descendencia, por lo cual el rey de Nápoles, Carlos, se convertía en directo heredero del trono español, como Carlos III.