Fenicios y Griegos en la Península Ibérica
La llegada de los fenicios en la Península Ibérica supone hablar de un amplio debate sobre la fecha exacta en la que este fenómeno se produjo. Según las fuentes escritas, fue Gadir (la actual Cádiz) la primera colonia fenicia en la Península, fundada hacia el año 1100 a.n.e. Sin embargo, la Arqueología no nos confirma tanta antigüedad, pues los restos más antiguos encontrados en la Bahía de Cádiz datan del siglo VIII a.n.e.
Sea como fuere, la presencia fenicia en la Península fue muy importante. Aunque limitada a determinadas ciudades y factorías en la costa, sus aportaciones a la vida cotidiana de los nativos fueron numerosas y destacadas. Fue el caso del uso del alfabeto o de la moneda. En esta última cuestión, la trascendencia en la economía fue de primera magnitud. Y es que del tradicional trueque (o intercambio de bienes) se pasa a comerciar con el valor del dinero de por medio.
Las principales ciudades fundadas por los fenicios fueron Abdera (Adra, Almería), Sexi (Almuñécar, Granada) y, por encima de ellas, Gadir. La importancia estratégica de este último emplazamiento la situaba a la salida del estrecho de Gibraltar y de lanzadera para la navegación por el Atlántico; de hecho, se sabe que los fenicios pudieron llegar hasta las Islas Británicas.
La actividad económica más importante que este pueblo llegado del actual Líbano desarrolló en la Península Ibérica fue el comercio, principalmente con los metales. La región de Tartessos (actual Andalucía Occidental) era muy rica en estos recursos. No era de extrañar, pues, que los fenicios establecieran sus principales ciudades muy cerca de este territorio, centro neurálgico de la vida económica del sur peninsular. En este sentido, vuelve a destacar la importancia de Gadir, levantada frente a la desembocadura del río Guadalquivir. Su cercanía al reino de Tartessos la convirtió en el gran centro comercial fenicio en este territorio.
Posteriormente, llegarían a la Península Ibérica los fenicios establecidos en la ciudad norteafricana de Cartago, conocidos como “púnicos”. Su imperio abarcaría casi todo el levante peninsular, y en él destacaron figuras tan importantes en la Historia como Amílcar Barca, Asdrúbal y Aníbal. La intervención de este último contra Roma provocaría el estallido de la Segunda Guerra Púnica.
En cuanto a los griegos, las causas de su llegada a la Península Ibérica se enmarcan en el gran fenómeno de colonización del siglo VIII a.n.e. Se instalaron, principalmente, en el levante peninsular, en ciudades como Hemeroskopeion (Denia, Alicante), Rodhes (Rosas, Gerona) y, por encima de ellas, Emporion (Ampurias, también en Gerona). El propio significado de esta colonia ya nos indica a qué se dedicaron en este territorio, pues significa “mercado”.
Al igual que ocurría con la relación Gadir-Tartessos, Emporion se fundó para ser el centro de operaciones para la llegada de los metales, que extrajeron de los montes Pirineos. Para los griegos, la importancia de estos recursos fue también muy destacada y una de las causas para la colonización en esta zona tan lejana.
Los griegos también aportaron muchísimas novedades a la vida cotidiana de los nativos, allá donde se instalaron. Además de la moneda y el alfabeto, los helenos trajeron a la Península el torno alfarero, para la elaboración de piezas cerámicas. Su importancia radicó en la rapidez con la que se podían confeccionar estos útiles, lo que mejoró sensiblemente su producción.
La integración de fenicios y griegos con la población nativa fue total, configurando en torno a sí pequeñas ciudades-estado, a imagen y semejanza de las metrópolis. Con el tiempo, las zonas colonizadas por estos pueblos orientales serían las que primeramente conquistaría Roma en la Península Ibérica.