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Felipe IV y La Unión de Armas

Publicado por Raquel

El Conde Duque de Olivares, por VelázquezDurante el reinado de Felipe IV, en el siglo XVII, una de las principales figuras políticas que brillaron con luz propia fue Gaspar de Guzmán y Pimentel, el Conde-Duque de Olivares. Valido del rey e impulsor de un fuerte proceso de castellanización de todos los territorios de la Corona hispánica, su política llevaría a numerosos conflictos internos, que no todos terminaron con éxito. No hay que olvidar que estamos en un momento en el que España estaba compuesta por varios reinos, coronas y virreinatos, que si bien tenían en común la figura del monarca, mantenían sus propias instituciones.

Los antecedentes debemos situarlo en la unión dinástica llevada a cabo a finales del siglo XV, con el matrimonio de los Reyes Católicos. Castilla y Aragón siguieron manteniendo sus propias instituciones y formas de gobierno a lo largo de los siglos. Igualmente ocurrió con la anexión de Portugal bajo el reinado de Felipe II, aprovechando el trono vacante que dejó don Sebastián. Aunque se pudiera hablar de la tan deseada, en aquellos momentos, unión peninsular, ésta no era efectiva.

De esta manera, cuando se llega a mediados del siglo XVII con Felipe IV en el trono hispánico, la situación se mantenía igual. A diferencia de su antecesor, el reinado del llamado “Rey Planeta” se caracterizó por una constante intervención militar en el extranjero, como se vio en el desarrollo de la Guerra de los Treinta Años. Así, el Conde-Duque de Olivares ideó un sistema militar y económico para que no fuera Castilla el único territorio que cargara con los gastos de las intervenciones en el exterior. Fue la Unión de Armas.

El objetivo principal de esta política fue la distribución equitativa entre los distintos territorios hispánicos de hombres y dinero para los conflictos bélicos. De esta manera, se decretó la reclusión obligatoria de más de cien mil soldados para la guerra contra Francia, que afectó a Portugal y la corona de Aragón, entre otros. Además, el Conde-Duque animó a Felipe IV para la progresiva castellanización de estos territorios; es decir, imponer poco a poco las instituciones de Castilla, en detrimento de las locales. La reacción en estas regiones no tardó en aparecer.

Fue más concretamente en Cataluña donde la política de Olivares se ganó más descontentos. Este territorio fue el escenario elegido por el valido del rey para afrontar la lucha contra la vecina Francia, en dura pugna por la hegemonía en Europa. La sublevación comenzó con las protestas de unos campesinos de Gerona un día de Corpus. La dura represión que se llevó a cabo contra ellos ha hecho que esa jornada pasara a la historia como el “Corpus de Sang” (Corpus de Sangre, en catalán).

A partir de estos momentos, Cataluña luchará contra las tropas de Felipe IV, llegando a proclamar la República independiente. Era un ejemplo claro de la crítica situación a la que se llegó en esta región. Y es que, aunque finalmente la rebelión catalana fue sofocada, el efecto que la política de Olivares provocó fue totalmente contrario al que el valido esperaba.

El ejemplo más claro fue el de Portugal. Anexionado a la fuerza por Felipe II haciendo valer sus derechos dinásticos, el ambiente en el país vecino era totalmente contrario a ello. Desde los primeros momentos de la dominación, los portugueses manifestaron su descontento con el monarca hispánico, sobre todo en los momentos de crisis. Así, por ejemplo, durante el pacífico mandato de Felipe III no hubo muchos problemas, todo lo contrario que en el reinado siguiente. La política agresiva de Felipe IV hizo mucho daño en Portugal.

La rebelión causada por la Unión de Armas provocó una guerra interna entre la monarquía y Portugal, que se alzó finalmente con la ansiada independencia. España perdía, de esta manera, una de sus perlas peninsulares. Fue, junto a la pérdida definitiva de las provincias holandesas y la derrota frente a Francia, el principio del fin de la hegemonía española. Con la firma de la Paz de los Pirineos, la preponderancia en Europa pasará a la Francia de Luis XIV, “El Rey Sol”. La desastrosa política de Felipe IV, con la Unión de Armas al frente, había llevado a la monarquía hispánica a su fracaso.