El reinado de Isabel II
Isabel II subió al trono de España en el año 1843, justo cuando acababa de cumplir dieciséis años. La precipitación de su adelantada mayoría de edad se debió a la inestabilidad de la Regencia, que en primer lugar había ocupado su madre, María Cristina de Borbón, y posteriormente, el general Baldomero Espartero. Su reinado se prolongará hasta 1868, cuando la revolución denominada “Gloriosa” la destronó, obligándola al exilio en Francia.
En su mayor parte, los gobiernos de Isabel II se van a caracterizar por su talante moderador. Eran estos unos tiempos en los que lo liberales querían hacerse oír, ya desde los años de las Cortes de Cádiz (1812) y del reinado de Fernando VII. Las diferentes intentonas habían fracasado, y las esperanzas puestas en la joven reina pronto se frustraron. Los diez primeros años de su reinado se han venido en denominar la “Década Moderada”, debido al color político predominante en ella.
Uno de los personajes más destacados de estos años fue el general Ramón María Narváez, que impuso un fuerte régimen militar al frente del gobierno. Uno de sus logros fue la redacción de la Constitución de 1845, una de las más conservadoras de la Historia de España. En ella, se recoge la soberanía compartida entre la reina y las Cortes. Sobre la soberana recaía el poder ejecutivo y parte del legislativo, compartida con los parlamentarios, que eran elegidos por sufragio censitario o restringido. En este sentido, únicamente los ciudadanos varones con un determinado nivel de rentas podían ejercer el derecho al voto.
La política interior del reinado de Isabel II se caracterizó por un suave proceso de industrialización, que dio sus frutos con la inauguración de la primera línea de ferrocarril, entre Barcelona y Mataró. Sucedió durante el gobierno de Bravo Murillo, con quien también se llevó a cabo un arreglo de la deuda pública y una nueva política monetaria. Igualmente, se realizaron las obras del canal de Isabel II, en Madrid, para el abastecimiento de agua en la capital.
En política exterior, Isabel II no perdió la oportunidad de intervenir en varios escenarios, muchas veces a favor de la vecina Francia. Ocurrió con la expedición española a Indochina, en apoyo a las tropas de Napoleón III. E igualmente con la fallida campaña de Maximiliano de Habsburgo como emperador de México, avalada por el propio jefe del Estado francés. En ambos casos, los resultados para España fueron nulos. Precisamente, Francia sería el país que acogería el exilio de la reina hasta el momento de su fallecimiento.
La mano dura de Narváez en el gobierno provocó el cada vez mayor desencanto de los liberales e incluso republicanos, ávidos de reformas y aperturas. A pesar de algunos intentos fracasados, en 1854 sí triunfó el pronunciamiento de Leopoldo O’Donnell, que durante unos años consiguió imponer principios liberales en el país. Pero fue sólo un breve espejismo, ya que Narváez volvió a imponer su espada hasta el final de su vida; a pesar de ello, la política conservadora siguió predominando bajo la batuta de otros políticos.
Los constantes cambios en la presidencia de gobierno provocaron una gran inestabilidad que se plasmó en la economía y el descontento social. A todo ello, se unía la escandalosa vida personal de Isabel II. Casada a la fuerza con su primo Francisco de Asís, a quien muchos contemporáneos consideraban de tendencia homosexual, no faltaron en torno a la reina numerosos amantes, entre ellos el general Serrano.
El malestar se plasmó con la firma de un pacto, entre unionistas, progresistas y liberales, en la ciudad holandesa de Ostende. El objetivo era destronar a Isabel II. Corría el año 1868 y González Bravo dirigía el gobierno. La acción militar para ello nació en Cádiz, con el pronunciamiento del brigadier Topete. Pronto, la sublevación se extendió a toda la Península, y vivió su punto culminante en la batalla del Puente de Alcolea, en Córdoba. La derrota de las tropas isabelinas precipitó su huída y exilio en Francia.
A partir de estos momentos, España vivirá un período liberal, donde se vivirá el reinado de Amadeo I de Saboya y la Primera República. Mientras, Isabel II abdicaba en 1870 en su hijo mayor, el futuro Alfonso XII, que unos años después restauraría la dinastía Borbónica en España.