Lucio Cornelio Sila
Lucio Cornelio Sila nació en Roma en el año 138 a. C. en el seno de una familia de la aristocracia, aunque no adinerada. Tenía una figura atractiva, un carácter alegre y desprejuiciado, le gustaba la bebida y el mundillo del teatro.
Su vida cambió con la muerte de su madrastra que lo nombró su heredero y con su casamiento con Nicópolis de gran fortuna, lo que le abrió la posibilidad de comenzar el “cursus honorum”, iniciándose como cuestor en el año 107 a. C, durante el consulado de cayo Mario, consiguiendo tomar prisionero al rey Jugurta, de Numidia, que era una gran amenaza para Roma, al lograr que el suegro de Jugurta, rey de Mauritania, lo traicionara. Esto le valió un enorme prestigio.
Los cimbrios y teutones de Jutlandia (península que comprendía parte de la actual Dinamarca y el norte de Alemania) pretendieron invadir Galia e Hispania, y Sila participó en las luchas para derrotarlos. Como tribuno militar y al frente de la caballería, derrotó a los cimbrios en Versellae, en el año 101 a. C. bajo las órdenes del cónsul Quinto Lutacio Cátulo. Los continuos éxitos militares de Sila y su arrogancia, iniciaron las famosas luchas entre Mario y Sila; disputas entre Sila, miembro de los optimates, y Mario, líder de la facción de los populares.
Tras varios años de ocaso político, Sila logró el nombramiento como pretor en el año 94 a. C. y luego gobernó Cilicia, en la costa meridional de Anatolia, pero a su regreso a Roma fue acusado de corrupción y sometido a juicio. Aunque finalmente la acusación no se concretó, debió alejarse de la escena política por varios años.
En el año 91 a. C. se desató un grave conflicto social entre romanos e itálicos, y fue Sila el que se encargó de sofocar los focos revolucionarios. Esto le permitió acceder al consulado en el año 88 a. C. cargo que ocupó junto a Quinto Pompeyo Rufo.
Sila fue encomendado a combatir contra Mitrídates VI, rey de Ponto en el Asia Menor, pero mientras se dirigía hacia Capua, un decreto del tribuno Publio Sulspicio Rufo, un aristócrata que luego de apoyar a Sila se inclinó por Mario, lo colocó a éste en el mando de las tropas, lo que no fue catado por Sila y sus hombres, quienes avanzaron hacia Roma, para reestablecer el orden, declarando a Mario y a Sulpicio Rufo enemigos de Roma y dejando el consulado en manos de Lucio Cornelio Cina (representante del bando popular) y de Gneo Octavio (aristócrata). Luego partió a su campaña contra Mitrídates, la que resultaría en un sitio largo, penoso y que le dejaría en su piel las marcas de la sarna que allí contrajo, aunque finalmente logró entrar en Atenas.
En el año 87 a. C. Mario regresó de su exilio en África, y entró en Roma, asesinando a los partidarios de Sila, tomando sus propiedades y condenando a muerte a Sila, aunque estuviera en campaña. Mario falleció a los 17 días de haber logrado su nuevo nombramiento como cónsul.
Sila regresó a Roma con su ejército, y enfrentó a los populares en varias batallas, obteniendo la victoria en el año 83 a. C. en la batalla del Monte Tifata, y al año siguiente, la de Sacriportus y la de Porta Collina. Así Sila se proclamó dictador, detentando un gobierna de terror y proscripciones, que consistían en confiscar bienes y ordenar persecuciones y asesinatos contra los partidarios de Mario y Cina.
Entre otras medidas, Sila duplicó el número de senadores, de 300 a 600, le quitó la potestad legislativa a los tribunos de la plebe, quedando su potestad limitada a la protección de los plebeyos contra el accionar de otros magistrados, reordenó el proceso penal y limitó la autonomía de los municipios.
Hacia el año 80 a. c, se retiró de la vida pública, y se instaló en Campania, falleciendo en al año 78 a.C.