Bizancio en Hispania
La presencia bizantina en la Península Ibérica debe situarse en el contexto de la “Renovatio Imperii Romanorum”, la campaña de reconquista del antiguo Imperio Romano de Occidente. Esta actuación fue puesta en marcha por Justiniano, que gobernó en Constantinopla del 527 al 565. Hispania entraba en los planes del emperador bizantino, al igual que Italia y el norte de África. Y es que estos territorios habían caído en manos de determinados pueblos germánicos, invasores de la parte occidental del Imperio.
En la Península Ibérica, los visigodos se habían asentado tras imponerse sobre alanos y vándalos (más tarde, lo harían también con los suevos). Se dio la circunstancia de que, en esos momentos, el reino visigodo vivía en su seno una guerra civil, que enfrentó al rey Atanagildo con Agila. Aprovechando ese movimiento interno, las tropas de Justiniano se hicieron con algunas plazas en la Península. Pero he aquí donde comienza un problema historiográfico.
No está muy clara hasta dónde llegó la presencia bizantina en la provincia que ellos llamaron “Spania”. Parecen claras, por las fuentes escritas de la época, las conquistas de la ciudad de Ceuta y de las islas Baleares. En lo que es la Península propiamente dicha, las tropas imperiales pudieron hacerse con una franja costera desde el Levante hasta la Andalucía Occidental. Se habló, incluso, de la conquista del Algarve (sur de Portugal), pero este punto no es del todo transparente.
De esta manera, zonas como Cádiz, el estrecho de Gibraltar, Cartagena y Valencia pudieron quedar, durante unos años, bajo dominio imperial. La capital quedó establecida en la denominada “Carthago Spartaria”, como se conocía a la actual ciudad de Cartagena, donde quedan vestigios de este período histórico, que después comentaremos.
Bizancio, una vez establecida en la Península, llegará a una serie de acuerdos con los visigodos para el establecimiento de la frontera y de la paz. Esto no quitó a que, por ejemplo, los mandos bizantinos intervinieran en determinados asuntos internos visigodos. Fue el caso de la rebelión de Hermenegildo contra su padre, el rey Leovigildo. Bizancio tomó partido por el primero, en una guerra civil de tintes religiosos y políticos, que acabó con la decapitación del príncipe católico. Leovigildo tomará acciones contra los bizantinos, arrebatándole varias plazas de la Andalucía Occidental.
Tampoco hay que perder de vista los propios problemas internos que Constantinopla vivía en su seno, como fue la conflictiva subida al trono del emperador Mauricio o la de Focas. Estas circunstancias se reflejaron en la lejana Spania, donde el poder bizantino era ejercido por funcionarios imperiales.
La progresiva presión visigoda sobre estos territorios dio sus frutos en el reinado de Suintila, cuando definitivamente quedarían expulsados los bizantinos de la Península. No ocurriría lo mismo con Ceuta y Baleares. La primera seguiría bajo poder imperial hasta la conquista musulmana de la ciudad; e igualmente ocurriría con las islas, que no caerían en manos sarracenas hasta el siglo X.
A pesar de todo este tiempo, muy poco se sabe de la labor bizantina en sus territorios conquistados. En unas excavaciones realizadas en la actual Cartagena, se halló una lápida conmemorativa de la reconstrucción de las murallas. En tiempos del emperador Mauricio, las fortificaciones de Carthago Spartaria fueron arregladas, tras la destrucción que sufrieron al ser conquistada la ciudad.
Es importante mencionar que la presencia bizantina en Hispania no se limitó solo a la conquista militar. Aunque las fuentes son escasas, hay indicios de que los bizantinos también llevaron a cabo una labor de asimilación cultural y religiosa. Se sabe, por ejemplo, que durante su dominio se produjo un auge en la construcción de iglesias y monasterios, muchos de los cuales aún se conservan en la actualidad.
Además, la administración bizantina en Hispania también tuvo un impacto significativo en la sociedad local. Los bizantinos introdujeron reformas en el sistema legal y fiscal, y promovieron la educación y el aprendizaje. Aunque estas reformas a menudo se encontraron con resistencia por parte de la población local, contribuyeron a la transformación gradual de la sociedad hispana.
En cuanto a la economía, los bizantinos también dejaron su huella. Durante su dominio, se promovió el comercio y se mejoraron las infraestructuras, lo que contribuyó al desarrollo económico de las regiones bajo su control.
Sin embargo, todavía queda mucho por descubrir de este período de la historia de la Península Ibérica. Es cierto que territorialmente abarcó muy poco, sólo la franja costera de Andalucía y Levante, además de Baleares y Ceuta. Sólo en estas dos últimas zonas pareció cuajar la presencia bizantina, pues la presión visigoda fue menor. Eso sí, los escasos vestigios de este momento nos han dejado una importante labor política y administrativa, centrada en Carthago Spartaria. Quizá sea cuestión de tiempo que salgan a la luz más interrogantes.