Mahoma y el islam
Los árabes eran un pueblo semita, que habitaba la península arábiga, ubicada al suroeste de Asia, entre el mar Rojo y el Golfo Pérsico.
En ese lugar pobre y desértico, florecían pocas ciudades, destacándose, Yatrib (Medina) y La Meca.
Los pobladores, a causa del suelo infértil, se dedicaban fundamentalmente al pastoreo, siendo en su mayoría nómadas, organizados en tribus independientes, tanto en su economía como en su religión.
En cuanto a sus creencias, muchas tribus eran politeístas (creían en muchos dioses) como la mayoría de los pueblos de la antigüedad y otras eran fetichistas, adorándose a algún objeto o ser humano milagroso. El objeto al que la mayoría rendía adoración era la Piedra Negra, que habría adquirido ese color, tras haber sido originariamente blanca por los pecados humanos. Se encontraba en La Meca, en el santuario de Cava (Casa Cuadrada).
En esa ciudad misteriosa, La Meca, nació en el año 570, quien sería el creador de una nueva religión monoteísta, el islam. Nos referimos a Mahoma, un comerciante de caravanas, que a causa de sus continuos viajes había podido vivenciar las dos religiones monoteístas del Cercano Oriente: la judía y la cristiana. Estaba casado con Jadicha, una rica viuda, veinte años mayor que él, que se convertiría en su primera discípula.
El arcángel Gabriel se le reveló a Mahoma en un sueño, en el monte Hira, cuando tenía cuarenta años, confiándole el secreto de la que sería para él y sus seguidores, a partir de ese momento la verdadera religión, el islam, que significa “sumisión”, cuyo dios era Alláh, ordenándole que predicara, convirtiéndolo en su profeta.
Así lo hizo, abandonando para siempre su profesión de comerciante, para transmitir el mensaje divino, pero debió exiliarse a partir del año 622 en Medina, conociéndose como Hégira este período, por el rechazo de los habitantes de la Meca, a la nueva religión. En esa fecha, comienza el año cero del calendario lunar musulmán.
Desatada una lucha entre La Meca y Medina, en ese entonces aún llamada Yathrib, resultaron victoriosos los seguidores de Mahoma, lo que le permitió imponer sus ideas.
Los musulmanes desconocen la idea cristiana del pecado, siendo lo importante la fe. El verdadero creyente será bendito en el paraíso, mientras que el tormento será el destino final del malvado.
Para ser un verdadero creyente, debe orarse cinco veces por día mirando hacia La Meca, entregar obligatoriamente limosna al necesitado, no beber alcohol, ayunar entre la salida y la puesta del sol en el mes de Ramadán, y procurar ir aunque sea una vez en su vida, en peregrinación a La Meca.
Al ser aceptada, esta nueva fe, sirvió de unión a las disgregadas tribus árabes que ahora poseían una religión común, que se difundió por toda Arabia. Esto permitió además un proceso de expansión, permitido por sus propias creencias.
El Corán, su libro sagrado, escrito por los sucesores de Mahoma, ya que éste era analfabeto, y había confiado los preceptos oralmente, para su conservación, a los memoriones, quienes los repetían constantemente, contiene las reglas básicas a las que deben someterse sus seguidores, llamados musulmanes, que significa “Sometidos a la voluntad de Dios”. Estos deben observarlas a través de una lucha interior contra toda creencia que se oponga a las reveladas y contra todo pueblo que intente combatirlas. El medio de lucha es conocido como Guerra Santa.
En el año 632, se produjo el deceso de Mahoma, y sus cuatro primeros sucesores, llamados califas, fueron parientes de aquél. En este período el mundo musulmán se extendió por el noreste de África, Persia, Siria y Palestina.
El califa Omar conquistó entre los años 634 y 643, Egipto, Siria y Persia lográndose el control del Oriente Medio.
Con el fin de reorganizar las conquistas y sofocar conflictos internos, no se produjeron nuevos intentos de avanzar sobre otros territorios por espacio de cincuenta años.
Muerto Omar, el mundo árabe comenzó a dividirse en dos bandos, que perduran hasta la actualidad: los chiitas y los sunitas.
Siendo electo sucesor, Alí, yerno de Mahoma, se agudizaron los conflictos internos, y el nuevo califa falleció asesinado.
Con el proceso de conquista, además de intensificarse la agricultura con la implementación de nuevas técnicas, como acequias y represas, floreció el comercio, logrando controlar las rutas marítimas del Mediterráneo y del Índico, utilizando el dinar de oro, una moneda propia, y crearon el cheque y la letra de cambio.
Cuando el califato quedó en poder de la familia de los Omeyas, la conquista se extendió a Marruecos y a la Península Ibérica. La capital fue trasladada a Damasco (Siria).
La invasión musulmana fue repelida en Francia, donde fueron derrotados en la batalla de Martel, por las tropas a cargo de Carlos Martel. El este tampoco pudo ser invadido gracias a la resistencia de León el Isáurico, emperador de Bizancio.
Al ocupar el poder la familia de los Abásidas, a mediados del siglo VIII, la capital fue establecida en Bagdad, donde recibieron la influencia cultural persa, y continuó el proceso expansionista por el Mediterráneo, que halló un freno en Constantinopla, ciudad que intentaron tomar en tres oportunidades con resultado negativo, ya que fueron derrotados por “el fuego griego”, compuesto químico extraído del petróleo que ardía al contacto con el agua, y que fue arrojado sobre sus barcos.
Los árabes asimilaron la cultura de los pueblos conquistados, a las que imprimieron su propio sello, unificadas bajo una lengua común: la árabe.
Cultivaron las letras, destacándose en su creación literaria “Las Mil y una noches”; las ciencias, con grandes avances en medicina, geografía, astronomía y matemática; las artes, sobre todo en la arquitectura, siendo famosas sus mezquitas (templos), los palacios donde residían las autoridades y los mercados (zoco).
Mahoma había prohibido representar artísticamente a ningún ser vivo, y por ello la decoración de los edificios estaba realizada con bonitos y complicados diseños. Hubo una gran inquietud por los conocimientos filosóficos, sobre todo por el pensamiento de Aristóteles.
Con la fragmentación de la autoridad política, ya que existían tres grandes estados árabes: España, Egipto y Persia ocurrida a partir de la aparición de jefes regionales, en un territorio difícil de controlar por su extensión, ocurrió la invasión de los turcos, conocidos como bereberes, poco después del año 1000, también seguidores del islam, pero de raza mongol, pasando estos a controlar las tierras orientales islámicas.