Los eslavos
Los eslavos, nombre dado a este pueblo en el siglo VI, fueron posiblemente originarios de la zona comprendida entre la cuenca del Danubio y las costas del Báltico, donde se dedicaban a la agricultura, compartiendo tierras comunales; a cazar; a pescar y a la alfarería. Eran altos, fuertes y de cabellos castaños rojizos. Hablaban una lengua en común y compartían creencias religiosas, siendo su Dios principal Perun, divinidad del fuego, el rayo y el trueno; que lideraba un conjunto de divinidades naturales. Así, el Sol, era venerado como el Dios Svarog; Stribog era el de los vientos, y Dazbog, era quien cuidaba de la agricultura. La guerra también tenía su Dios protector, y era Svantevit. Sus casas fueron primero cuevas, o las hacían de madera; reemplazándolas por construcciones de piedra, rodeadas de un muro circular, hacia el siglo VII. Tuvieron relaciones comerciales con el Imperio Bizantino.
A medida que se expandían, los eslavos desarrollaron una rica tradición oral, que incluía canciones, cuentos y leyendas que reflejaban su vida cotidiana y sus creencias. Estas narraciones no solo servían como entretenimiento, sino que también eran una forma de transmitir conocimientos y valores de generación en generación. La música y la danza también jugaron un papel importante en su cultura, siendo parte integral de sus festividades y rituales.
Sufrieron la invasión de los hunos y los movimientos de los pueblos germánicos, en el siglo VII, lo que los obligó a refugiarse en lo que hoy es Ucrania, Bielorusia y el sur de Rusia. Esto hizo que se dividieran en tres grupos: los yugoslavos o meridionales, ubicados en la costa del mar Adriático los orientales o antas; y los occidentales.
Los yugoslavos estuvieron bajo el dominio de los ávaros, hasta que los bizantinos los derrotaron. Obtuvieron la independencia y lograron someter a su cultura a los búlgaros, originarios del centro de Asia. Entre los yugoslavos a su vez se distinguieron los serbios, que adoptaron la religión de la iglesia bizantina; y los eslovenos y los croatas, que aceptaron el catolicismo. La influencia bizantina en la región fue significativa, no solo en términos religiosos, sino también en aspectos culturales y arquitectónicos. Las iglesias y monasterios construidos durante este período reflejan una mezcla de estilos eslavos y bizantinos, evidenciando la fusión de ambas culturas.
Los eslavos orientales, recibieron la ayuda bizantina para enfrentarse a los ávaros pero tras su derrota se ubicaron dispersos en los actuales territorios de Ucrania y Bielorrusia, siendo muchos de ellos vasallos del imperio jázaro que sucumbió en el siglo IX por obra de los pechenegos. Estos eslavos fueron los antecesores del Estado ruso. La formación del Estado ruso fue un proceso complejo que involucró la unificación de varias tribus eslavas bajo el liderazgo de los varegos, quienes establecieron la Rus de Kiev. Este estado se convirtió en un importante centro político y cultural, y su conversión al cristianismo en el año 988 marcó un hito en la historia de los eslavos orientales.
Los eslavos occidentales, integrados por los checos, serbios, polacos, casubios, liutiches, pomeranios, vistulianos, mazovianos y silesios, construyeron fortalezas cerradas. Hacia el siglo IX, vieron detenida su expansión territorial, por obra de Carlomagno y luego Otón les arrebató el dominio de Bohemia y Moravia. El grupo que pervivió fue el de los polacos, establecido en las cuencas de los ríos Oder y Vístula. La resistencia de los eslavos occidentales a la dominación externa se reflejó en su capacidad para mantener sus tradiciones y estructuras sociales, a pesar de las presiones de los imperios vecinos. La cristianización de estos pueblos, que comenzó en el siglo IX, también jugó un papel crucial en su desarrollo cultural y político, integrándolos más estrechamente en la Europa medieval.