La cultura bizantina
El imperio bizantino se caracterizó por el lujo, los despliegues del poder imperial y la vida urbana, aunque predominaba en su economía la actividad agrícola ya que la comercial estaba dificultada por la presencia de los árabes en las rutas. Fue característica la diversidad cultural con predominio de lo griego, pero con influencia romana, oriental y cristiana.
La educación, con gran influencia de la iglesia bastión de la lucha contra el Islam, estaba destinada a la formación de elites, que ocuparían los cargos dirigentes. Los aprendizajes consistían en un principio en la lectura de Homero y la Biblia. En el año 1054 la iglesia bizantina se separó de la católica romana al ocurrir el Cisma de Oriente, conformándose una iglesia propia, ortodoxa. Desde principios del siglo XIII fueron los monasterios los encargados de impartir enseñanza. El latín fue reemplazado paulatinamente por el idioma griego.
La literatura bizantina, además de estar vinculada a la patrística griega, fue rica y diversa. Se produjeron numerosas obras de teología, historia, hagiografía, retórica y poesía. Los textos literarios bizantinos se caracterizaban por su alto nivel de erudición y su estilo sofisticado, a menudo con un fuerte énfasis en la retórica. Entre los autores más destacados de este período se encuentran San Juan Damasceno, San Teófanes el Confesor y Ana Comneno, la primera mujer historiadora conocida.
Al principio la literatura estuvo vinculada a la patrística griega, aunque también hubo aportes propios, como una enciclopedia de 200 volúmenes ordenada por Constantino VII.
El arte bizantino se desarrolló en la ciudad de Bizancio entre los siglos IV y VI, y luego de la caída de Constantinopla se plasmó en el arte de los íconos y en la arquitectura con influencia religiosa de los Balcanes y Rusia. Fue Cristo el tema central del arte pictórico y arquitectónico bizantino. Fueron destacadas sus obras arquitectónicas, con proliferación de cúpulas, de influencia asiática, siendo representativa la basílica de San Marcos de Venecia del siglo XI y la de Santa Sofía de Kiev, en Rusia. También se destacaron las iglesias en forma de cruz griega, con gran uso de arcos. A fines del imperio predominó el uso del ladrillo.
La pintura estuvo regulada por la iglesia, siendo los pintores sometidos a ayuno y a ceremoniales. La iconografía religiosa estaba totalmente reglada. Eran imágenes estáticas. Los retratos debían ser idénticos, inmutables.
Luego del siglo IX, con los monarcas macedónicos, se inició el período medio, con estilo único y refinado, y rasgos lineales.
En el ámbito jurídico el emperador Justiniano (527-565) compiló el Derecho en su famoso Corpus Iuris Civilis. Esta compilación, que incluía el Digesto, las Instituciones y el Código de Justiniano, se convirtió en la base del derecho civil en muchos países europeos. Además, el derecho bizantino influenció profundamente el desarrollo del derecho canónico de la Iglesia Ortodoxa.
La cultura bizantina también se destacó en el campo de la ciencia y la filosofía. Los bizantinos preservaron y copiaron muchos textos antiguos, y realizaron importantes contribuciones en áreas como la astronomía, la medicina y la filosofía. La obra de los filósofos bizantinos, aunque a menudo ignorada en favor de sus contrapartes occidentales, fue crucial para el desarrollo de la filosofía durante la Edad Media.