Justiniano II
Justiniano II fue un emperador muy cuestionado del Imperio Romano de Oriente, por su carácter despótico, vengativo y cruel. Nació en Constantinopla en el año 669. Era hijo de Constantino IV, emperador al que sucedió en el trono, y de Anastasia. Asumió el trono a la edad de 16 años, en el año 685 y gobernó durante una década.
Durante su primer mandato, Justiniano II aumento el tributo que abonaban los omeyas y recuperó parte de Chipre. Sometió a búlgaros y eslavos y entró triunfante en Tesalónica. Con los prisioneros eslavos desalojados de Tesalónica, logró una política fuerte de colonización en Anatolia, lugar al que fueron trasladados.
Su fe era muy notoria; se hizo llamar “Servus Dei” y en las monedas que acuñó hizo estampar la imagen de Cristo. Convocó al Concilio Ecuménico Quinisextum o Trulano para canalizar las diferencias entre las iglesias occidental y oriental. El papa Sergio I, no reconoció la legitimidad del concilio y se atrevió a negar la autoridad del emperador; quien ordenó a las milicias de Roma y Rávena que lo detuvieron, pero se negaron.
Continuó con la creación de themas, como circunscripciones territoriales, iniciada por Heraclio; persiguió a los maniqueos y realizó una política en favor del campesino que disgustó a la aristocracia, a la par que las construcciones imperiales crecían en dimensiones y suntuosidad gracias a la imposición de contribuciones desmedidas y una rígida política de trabajo forzado que llegaba hasta la tortura, lo que motivó un descontento creciente.
Justiniano II debió soportar el sitio de Constantinopla por parte de los árabes en el año 674, y luego esto se repitió por cuatro veces más.
En el año 695, Leoncio le usurpó su trono a Justiniano II, aprovechando el odio popular que había acumulado por su dura política fiscal. El general Leoncio, había servido a Justiniano II y a su padre, pero había sido encarcelado por Justiniano II tras ser vencido por los árabes en Sebastopolis. Leoncio hizo amputar la nariz del emperador depuesto y lo exilió a la actual Crimea (en ese entonces, colonia de Querson). Pero la pérdida del norte de África a manos de los árabes fue el detonante de la pérdida del poco prestigio que a Leoncio le quedaba, y tras tres años de gobierno, fue depuesto, mutilado y encarcelado; siendo sucedido por Tiberio III, que gobernó entre los años 698 y 705, perdiéndose África durante su mandato.
En este contexto de inestabilidad, Justiniano II logró escapar de su exilio y organizó un golpe de Estado contra Tiberio III, contando con el apoyo de los búlgaros. Recuperado el trono, Justiniano II ejecutó tanto a Leoncio como a Tiberio III, y gobernó en un segundo mandato entre los años 705 y el 4 de noviembre del año 711, fecha en que murió asesinado.
Durante su segundo reinado, Justiniano II gobernó junto a Teodora, su esposa, hermana de khagan del reino jázaro, lugar donde se refugió luego de su huida, y que se convirtió al cristianismo. Su segundo mandato mostró su ira y deseos de venganza, usando una prótesis de oro en su nariz para ocultar la mutilación que había sufrido. Asesinó a todos sus enemigos y saqueó Rávena, ejecutando a todos aquellos que habían conspirado contra él. Los árabes asediaron Tiana, en la frontera con Capadocia, en el año 709 y lograron tomarla, haciendo lo mismo los dos años posteriores con las fortalezas ubicadas en Cilicia.
A pesar de su carácter vengativo, Justiniano II también tuvo un papel importante en la promoción de la cultura y las artes. Durante su reinado, se construyeron numerosas iglesias y monumentos, y se promovió la educación y la literatura. Sin embargo, estas acciones no lograron compensar su crueldad y despotismo, y su reinado es recordado principalmente por su brutalidad y su fracaso en mantener la estabilidad del imperio.
Con su asesinato y el de su pequeño hijo, se puso fin a la dinastía Heracliana. A pesar de su muerte violenta, Justiniano II dejó un legado duradero en la historia del Imperio Romano de Oriente. Su reinado, aunque marcado por la controversia y la violencia, fue un período de cambio y transformación que sentó las bases para el futuro del imperio.