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Juliano el Apóstata

Publicado por María Celia

Flavio Claudio Juliano, quien pasó a la historia bajo el apodo de “Juliano, el Apostata”, nació en el año 331 en Constantinopla. Hijo de Julio Constancio y hermanastro de Constantino El Grande, gobernó los destinos del Imperio Romano de Oriente entre el 361 y 363.iulianus_01.jpg

Tras la muerte de Constantino, una lucha familiar por el poder derivó en la desaparición de todos los miembros de su familia, prácticamente, incluyendo su padre. Sólo quedaron en vida él y su hermano Galo. En tanto Constancio II, su primo, tomó las riendas del Imperio.

Este hecho determinó que Juliano fuera educado dentro de la tradición griega por Mardonio de Escitia, quien anteriormente se había ocupado de la educación de su madre. También se formó con Nicocles Luco, gramático, y el retórico Ecebolo. La educación del futuro emperador fue sumamente exquisita.

La educación de Juliano gozó de una marcada influencia de las obras de Homero y los diálogos de Platón, las cuales estaban profundamente arraigadas en la pedagogía clásica de la época. Estas enseñanzas fomentaron un aprecio por las virtudes heroicas y la filosofía platónica, contribuyendo a su visión crítica del gobierno y la religión que posteriormente caracterizaría su reinado. La formación en retórica, impartida por Ecebolo, también desempeñó un papel fundamental en su capacidad de liderazgo.

Hacia el 344, él y su hermano fueron encerrados seis años en un castillo. Eran los únicos sobrevivientes de la familia de Constantino y en tal sentido, peligrosos si acaso quisieran reclamar el poder. Posteriormente, Juliano se trasladó a Asia Menor en donde tomó contacto con el neoplatonismo, en tanto que su hermano fue nombrado César en el 351 por Constancio. Tal nombramiento surgió porque para el Emperador era muy engorroso ocuparse él solo de todos los asuntos del Estado. Al poco tiempo lo acusó de traición y lo mandó a asesinar. En virtud de la intercesión de su esposa, el castigo no alcanzó a Juliano.

El neoplatonismo, un sistema filosófico que buscaba la comprensión del universo a través de la razón y la mística, resonó profundamente con Juliano. Influyentes pensadores neoplatónicos como Jamblico abogaban por una vuelta a los valores espirituales precristianos, lo que encontró eco en el deseo de Juliano de restaurar el paganismo en el Imperio.

Constancio, en cambio, le ofreció en casamiento a su hija Helena y lo nombró Cesar en Las Galias. Las victorias en contra de los bárbaros lo hicieron muy popular entre sus soldados. La situación entre los primos se recrudeció. Los celos de Constancio lo llevaron a intentar tenderle varias trampas de las que siempre salió airoso hasta que su propio ejército lo proclamó Augusto.

Durante su período en Las Galias, la Batalla de Argentoratum en 357 se erigió como un hito de su carrera militar. Bajo su comando, el ejército romano logró una significativa victoria sobre los alamanes, una tribu germánica. La táctica de Juliano incluyó maniobras ingeniosas y una disciplina férrea, lo que consolidó su reputación y popularidad entre las legiones.

Aliado con el Emperador con los persas para derrotar a Juliano, éste se levantó en armas y antes de llegar a un enfrentamiento, Constancio murió por causas naturales el 3 de noviembre del 361.

En este momento se inicia el reinado de Juliano como único Augusto del Imperio Romano, intentando durante su gestión reorganizar la estructura de Estado como así también las finanzas.

En cuanto a la religión del Imperio, intentó regresar al paganismo. Conocido por su apostasía, los historiadores no coinciden acerca de las razones por las cuales detestaba el cristianismo, ya que varias posturas afirman que Juliano era cristiano y posteriormente por una crisis de fe rompe con la religión. También se afirmó que su renuncia fue producto de una larga formación en la tradición griega, era un helenista.

Inspirado en los libros herméticos (una antigua tradición de origen egipcio), y en su propio pensamiento, proclamó la libertad de culto y reabrió los templos paganos. Asimismo, desencadenó una serie de represalias hacia los cristianos por los vejámenes que habían sufrido los paganos, así como también, los castigó al quitarles los beneficios económicos. Intentó levantar su propia iglesia pagana, escribiendo la plegaria al sol y creando un clero de sumos sacerdotes.

Su política religiosa fue de vez en vez más represiva, hasta que dictó la Constitución del 17 de junio de 362, en la que prohibió a los cristianos la enseñanza de gramática y retórica, obligándolos a la marginación cultural. Irónicamente, alegó que tales libros tenían contenidos paganos, con lo cual los enviaba a leer a los apóstoles.

Hacia el 363 inició una campaña en contra del Imperio Persa, situación que anunció el fin de Juliano. Los hechos se conocen por el historiador Amiano Marcelino. El objetivo de Juliano era instaurar como rey al hermano de Sapor II, antiguo gobernante del Imperio Sasánida, refugiado en Roma desde el 324.

La campaña persa, destinada a restaurar un aliado en el trono sasánida, se caracterizó por operaciones militares ambiciosas. Juliano procuró asegurarse la lealtad de los confederados armenios, pero enfrentó desafíos logísticos severos al adentrarse en territorio persa. La adaptación a las difíciles condiciones y la marcha continua evidenciaron tanto su determinación como las limitaciones estratégicas a las que se enfrentó.

En el intento de tomar la capital persa por asalto, el ejército debió hacer un largo recorrido en el que Juliano fue alcanzado por una jabalina, muriendo luego de algunos días.

Sus restos fueron depositados en la Iglesia de los Santos Apóstoles en Constantinopla. Fue sucedido por Joviano, un cristiano que había sido oficial en el ejército de Juliano.