Gregorio VII
Hildebrando Aldobrandeschi de Soana nació en La Toscana en 1020. Considerado uno de los clérigos más influyentes de su época, creció en el seno de la iglesia romana bajo la tutela de su tío, un abad perteneciente al monasterio de Santa María en el Aventino. Allí tomó sus primeros votos.
Conocido como el Monje Hildebrando antes de ser coronado Papa, comenzó su carrera como secretario del Papa Gregorio VI (1045/6) a quien luego acompañó al destierro. Tras un concilio celebrado en Sutri fue depuesto y acusado de simonía. Al fallecer éste, ingresó como monje en el monasterio de Cluny en donde realmente comienza su carrera y se forma en el ideario que regirá su lucha en contra del poder temporal.
En el monasterio de Cluny, Hildebrando se sumergió en la vida monástica, dedicándose a la oración y al estudio. Fue aquí donde desarrolló su visión de la reforma de la Iglesia, influenciado por las enseñanzas de los monjes de Cluny que abogaban por una Iglesia libre de la interferencia secular y la corrupción.
Asimismo, se desempeñó como tesorero y administración de los bienes de la iglesia de León IX, Nicolás II y Alejandro II hasta ser nombrado Papa en el 1073.
Partidario de volver a la pobreza evangélica, mostró fuerte reticencia hacia la simonía, venta de cargos eclesiásticos y el nicolaismo, ambas prácticas frecuentes en la época por una iglesia cada vez más rica, poderosa y que, a menudo, cometía tantos excesos como le era posible y en donde el poder principal de características cesaropapistas era disputado entre emperadores y papas, ambos ambiciosos de obtener la supremacía absoluta.
Nombrado Papa el 22 de abril de 1073, su elección tuvo la particularidad de ser efectuada por clamor popular y no por el colegio cardenalicio, institución destinada a tales fines desde el concilio de Melfi en el 1059. Esta fue la razón por la cual alcanzó la confirmación episcopal en el cargo recién el 30 de junio de 1073, dos meses más tarde.
Su popularidad se debió a que la gente, cansada de los favoritismos y excesos cometidos por una iglesia cada vez más poderosa que contaba con el favor de los emperadores y viceversa, vio en la preocupación del monje un deseo genuino de reformación. Cabe mencionar que la sociedad de la Alta Edad Media, temerosa y piadosa de Dios, está en permanente contacto con el límite de la subsistencia y le confiere a la religión un lugar preponderante, ya sea porque es una criatura que paga por el pecado de los Primeros Padres y eso se refleja en lo dificultoso del trabajo cotidiano, en el dolor del parto femenino, en la desprotección que sufre el hombre medieval, o porque , a menudo, es víctima de la explotación. Asimismo, hacia el año 1000 pervive y se renueva la idea del fin del mundo, volcándose la sociedad hacia el rezo, la penitencia y la fe.
En el 1075 el Papa Gregorio VII emite un Dictatus Papae sumamente rígido, destinado a terminar, no sólo con las desproporciones cometidas por la iglesia romana, sino con la supremacía del poder temporal, poniendo las facultades del Papa por encima de las del emperador.
Los 27 puntos sobre los cuales se basó dicho dictado se apoyan, fundamentalmente, sobre la infalibilidad de la iglesia, la supremacía de ésta por sobre los señores, fieles, obispos y emperadores, como así también de las iglesias locales.
El Dictatus Papae fue un documento revolucionario que sentó las bases para la reforma de la Iglesia y la separación de los poderes eclesiásticos y seculares. Este documento estableció que el Papa tenía el poder de deponer emperadores, que ningún sínodo podía ser considerado universal sin la autoridad del Papa, y que el Papa podía ser juzgado por nadie.
El escándalo que desató dicha promulgación derivó en el conflicto por el cual el emperador del Sacro Imperio, Enrique IV, se disputará el poder, desafiando al Papa.
Este conflicto, conocido como la Querella de las Investiduras, fue un punto de inflexión en la historia de la Iglesia y del Sacro Imperio Romano. Enrique IV, desafiando la autoridad del Papa, nombró a su propio candidato para el obispado de Milán, lo que llevó a su excomunión por Gregorio VII. En respuesta, Enrique IV convocó un concilio en Worms que depuso a Gregorio VII. Sin embargo, Gregorio VII no reconoció la deposición y excomulgó a Enrique IV por segunda vez.
Gregorio VII muere en Salerno en el 1085, un año después del conflicto armado surgido en el marco de la Querella de las Investiduras. A pesar de su muerte, la reforma que inició continuó, y su legado se puede ver en la Iglesia de hoy. Gregorio VII es recordado como un reformador apasionado que luchó por la independencia de la Iglesia y el fin de la corrupción. Su vida y su trabajo han dejado una huella indeleble en la historia de la Iglesia Católica.