Los templos egipcios
La construcción de los templos, morada de los dioses, era, más que ninguna otra expresión artística, imagen de grandilocuencia. El templo de Amón, en Karnak, en el Ato Egipto, ocupaba una superficie de 5.300 m2, a los que se llegaba, por una avenida custodiada por esfinges y estatuas con cuerpo de león y cabeza humana, y en el que prestaban servicio 100.000 personas.
Estaban construidos en piedra, para evitar el deterioro del tiempo.
Se observaba en ellos, la diferente altura de sus salas, que decrecían del exterior hacia el interior, a veces, lograda por los techos más bajos, y otras, por la elevación del suelo. A medida que íbamos penetrando al templo, la luminosidad se tornaba cada vez más difusa, hasta que la oscuridad dominaba en la parte final, donde estaba situada la divinidad. En ese lugar, un sacerdote ofrendaba con comidas, perfumes y vestidos, al dios, del que se esperaba que asegurara al reino, ventura y protección.
En la puerta del templo, hallábamos a ambos lados, pilones o muros inclinados, decorados con bajos relieves.
Al abrir la puerta, aparecía el patio descubierto, que conducía a la sala hipóstila, o pronaos, el lugar más grande y luminoso, donde se congregaban los fieles a rendir el culto. La luz penetra a través de claraboyas, ya que no existían ventanas en las paredes. Se conseguía hacer entrar la luz, al disponer las dos hileras de columnas centrales, a mayor altura que el resto. Al estar el techo en dos planos diferentes, la luz podía colarse por ese desnivel, a través de un enrejado de piedras verticales.
A continuación se presentaba otra sala, llamada naos, que conducía al santuario, donde una estatua representativa del Dios, se erigía para su adoración.
Sin embargo, sólo ruinas han llegado a nosotros de los templos egipcios de los primeros tiempos, destacándose el templo de la esfinge, en Guiza. y el Templo solar de Nyuserra, cercano a Abusir Del período del Reino Nuevo, el de Edfú, en las proximidades de Asuán, se conserva en su integridad.
También existieron los templos subterráneos, excavados en la roca, en cuya entrada estatuas colosales, montaban simbólica guardia. El faraón Ramsés II, mandó a construir en Nubia, el templo de Abu Simbel, en cuya entrada se destacaban, dos estatuas del faraón.
Los templos egipcios, debieron ser salvados del progreso de la civilización que amenazaba con dejarlos sepultados bajo las aguas, originadas por la construcción de la presa de Asuán. Muchos templos fueron cortados en bloques, y transportados a lugares más seguros.