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Las guerras púnicas

Publicado por Hilda

Las guerras púnicasTras la anexión por parte de Roma, de la Magna Grecia, ocurrida a principios del siglo III a. C., surgió la rivalidad entre Roma y Cartago, por el dominio del Mediterráneo occidental.

Los inicios del conflicto se remontan a cuando la ciudad de Mesina, originariamente una ciudad griega, luego tomada por los oscos, llamados mamertinos, fueron atacados por Hierón II de Siracusa. Los griegos de Sicilia, se resistieron a ayudarlos, y entonces, los oscos, decidieron pedir ayuda a los romanos.

Los cartagineses se unieron a Hierón II, y juntos cercaron la ciudad de Mesina, pero fueron atacados por los romanos. A pesar de que Hierón abandonó la alianza con Cartago y negoció con Roma, la lucha entre Roma y Cartago prosiguió y se recrudeció.

La base cartaginesa de Agrigentum fue tomada por los romanos, en el año 261 a. C. y en el año 260 a. C. los vencieron en Mylae.

Los romanos habían logrado crear una poderosa flota, lo que les confirió un gran predominio naval. Sin embargo no todas fueron victorias para ellos, ya que sufrieron una importante derrota cuando atacaron Cartago en forma directa. Luego de vencer en Palermo (251 a. C.) fueron derrotados en Dreana (249 a. C.).

Los romanos reconstruyeron su flota, víctima de las derrotas y de las tempestades, y en el año 241 a. C. lograron el triunfo definitivo en la costa occidental de Sicilia, en las islas Aegates, tras lo cual se firmó el Tratado de Lutacio, llamado así por ser Lutacio Catulo, quien lo ofreció, por el cual los cartagineses sufrieron duras consecuencias: devolver los prisioneros, evacuar la isla de Sicilia y abonar una cuantiosa indemnización. Así terminó la primera guerra púnica.

Aprovechando los romanos una revuelta entre los propios cartagineses, en el año 238 a. C., se apoderaron de Cerdeña y luego de Córcega.

Para hacer frente a sus pérdidas, los cartagineses, intentaron extender sus dominios hacia Hispania, estableciéndose un acuerdo con Roma para realizar sus conquistas al sur del río Ebro. Se sucedieron en el mando de las tropas cartaginesas, Amílcar Barca, Asdrúbal y finalmente Aníbal, en el año 221 a. C., quien atacó la ciudad de Sagunto, ubicada en la zona acordada, pero aliada de Roma. Tras rechazar a los emisarios romanos, que pedían su rendición, los cartagineses y romanos, se enfrentaron nuevamente.

Aníbal se dirigió hacia Italia, cruzó los Alpes, logrando el apoyo de los galos, que habitaban la llanura del Po, logrando vencer a los romanos en las márgenes de los ríos Ticius y Trebia, y en el año 216 a. C. la batalla de Cannas (Apulia), consagró a los cartagineses como triunfantes de una Roma que perdió aproximadamente 30.000 hombres.

Sin embargo, y a pesar del apoyo que Aníbal recibiera de Filipo V de Macedonia y del rey de Siracusa, el estratega romano, Fabio Máximo, ideó el plan de una guerra de desgaste, evitando las batallas abiertas.

Poco tiempo después los romanos vencieron en Capua y luego en Siracusa y en Hispania, los hermanos Escipiones derrotaron a Asdrúbal, y luego recuperaron Sagunto (214 a. C.), aunque fueron derrotados los Escipiones y muertos en el año 211 a. C. En el año 209, Publio Escisión (h), tomó Cartagena y en el 210 a. C. triunfó en Baecula.

A medida que la guerra avanzaba, Roma comenzó a consolidar su dominio en la península ibérica. En el año 206 a. C., Publio Cornelio Escipión, conocido como Escipión el Africano, logró una victoria decisiva en la batalla de Ilipa, debilitando significativamente la presencia cartaginesa en Hispania. Esta victoria no solo aseguró el control romano sobre la región, sino que también permitió a Roma redirigir sus esfuerzos hacia el corazón del poder cartaginés en África.

Asdrúbal fue definitivamente derrotado por Claudio Nerón, cuando se dirigía a Umbría para unirse a Aníbal, quien se retiró a África, lugar que abandonó para dirigirse a Cartago, donde el ejército a cargo de Publio Escisión, intentaba imponerse.

La batalla de Zama, en el año 202, a. C. significó la victoria definitiva de Roma, donde Cartago fue condenada económicamente, viéndose privada de su flota y confinada a un área restringida. Este es el fin de la segunda guerra púnica.

La tercera guerra púnica fue realizada por motivos económicos, ya que Cartago, a pesar de su derrota, era una gran competencia en el comercio del Mediterráneo.

Aprovechando que los cartagineses habían respondido ante el asalto de Horóscopo, en su defensa, pero no podían hacerlo, sin el permiso romano, decidieron atacar. Los cartagineses trataron de descomprimir el conflicto condenando a muerte al jefe militar Asdrúbal y sus hombres, y brindando a Roma sus excusas, pero fue inútil, tras lo cual decidieron rendirse.

Cartago recibió la orden de ser destruida, pero los habitantes se reorganizaron a las órdenes de Asdrúbal a quien se le había concedido un armisticio a su condena a muerte, y lograron resistir el sitio romano, hasta que el nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio Escipión Emiliano, en el año 147 a. c. logró rodear completamente la ciudad, que comenzó a sufrir el desabastecimiento.

En el año 146 a. C. los romanos lograron entrar a la ciudad, entablándose una lucha encarnizada de seis días, donde vencieron los romanos y la ciudad fue destruida.

Al término de las guerras púnicas llamadas así por ser la denominación que los romanos daban a los cartagineses, pueblo de origen fenicio, las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega, el norte de África, y el sur y el este de España, se convirtieron en provincias romanas.

La victoria de Roma en las guerras púnicas no solo consolidó su poder en el Mediterráneo occidental, sino que también marcó el inicio de su expansión hacia el este. La influencia romana comenzó a sentirse en Grecia y Asia Menor, donde Roma se involucraría en conflictos con los reinos helenísticos. La destrucción de Cartago y la anexión de sus territorios permitieron a Roma controlar rutas comerciales cruciales y acceder a recursos valiosos, fortaleciendo aún más su economía y su capacidad militar.

Además, la experiencia adquirida por Roma en estas guerras fue fundamental para la formación de su imperio. Las tácticas militares, la organización logística y la administración de territorios conquistados se perfeccionaron durante estos conflictos, sentando las bases para futuras expansiones. La rivalidad con Cartago también fomentó un sentido de identidad y unidad entre los romanos, que se vieron a sí mismos como los defensores de su ciudad y su cultura frente a un enemigo formidable.

En última instancia, las guerras púnicas transformaron a Roma de una potencia regional en una superpotencia mediterránea, preparando el camino para su dominio sobre gran parte del mundo conocido en la antigüedad.