Imperio Seléucida
El Imperio Seléucida, situado el Oriente Próximo, sucedió al de Alejandro Magno, que había dejado como legado un extenso territorio tras vencer al Imperio Persa. Los sucesores o diádocos de Alejandro fueron Filipo Arrideo, su hermanastro, que padecía alteraciones mentales, y Alejandro IV hijo póstumo del monarca extinto.
Esas amplias extensiones de tierra fueron divididas en satrapías. Uno de los generales de Alejandro, Pérdicas, que había asumido como regente por la imposibilidad de gobernar de Filipo Arrideo y de Alejandro IV, en el año 323 antes de la era cristiana, se confirió un poder total lo que lo enfrentó a los sátrapas, siendo el de Egipto, Ptolomeo el que le disputó con éxito su supremacía, a través de una rebelión, logrando una nueva partición territorial por el Pacto de Triparadiso (Siria, 321 a. C) y la asunción de Antípatro, como regente Supremo de Macedonia, y protector de los reyes o “epimeleta”. Tras su muerte, su hijo Casandro, que no había sido nombrado sucesor por su padre, asumió a través de un golpe de Estado.
Mientras Casandro continuaba reinando en Macedonia, en el 312 antes de Cristo, Seleuco recibió Babilonia en el año 312 antes de Cristo, y es en esa fecha donde se considera que se inicia el imperio Seléucida, que se extendió gracias a sus dotes militares por Mesopotamia, Capadocia, Armenia, Partia, Persis, Bactriana, Tapuria, Arabia, Sogdiana, Hircania, Aracosia, etcétera.
Los ejércitos unidos de Casandro de Macedonia, de Seleuco y los del rey de Tracia, Lisímaco, al vencer en la Batalla de Ipsos (301 a. C) a Antígono, que tenía bajo su dominio a la zona del Levante, lograron apoderarse de este amplio territorio que se repartieron: siendo para Seleuco el norte de Siria y Anatolia oriental. Fundó Antioquía, la que fue la capital del imperio, situada en la orilla oriental del río Orontes. Se apoderó de la Anatolia occidental al derrotar a Lisímaco, que había luchado junto a él en Ipsos en el año 281 antes de Cristo, en la batalla de Corupedio, pero luego fue asesinado.
El territorio esa vasto y difícil de dominar y muchas conquistas se fueron perdieron especialmente por las luchas dinásticas, hasta que asumió Antíoco III (223-187 a. C) quien pacificó las fronteras del Oriente y se hizo de las posesiones egipcias de los Ptolomeo. Las ciudades griegas resistieron pidiendo la protección romana. Roma se hallaba enfrentada con Antíoco por haber protegido a Aníbal cuando fue derrotado en Cartago, y fue su principal escollo para restaurar el Imperio de Alejandro, ya que fue vencido por los romanos en la batalla de Magnesia (189 a. C). Por el Tratado de Apamea, Antíoco perdió el Asia Menor. Su hijo, Antíoco IV, que había estado prisionero de los romanos, asumió en el año 175 y durante su mandato se produjo la helenización del imperio seléucida. También debió ceder ante los romanos en su intento por conquistar Egipto.
El imperio entró en decadencia controlando solo Antioquía y sus adyacencias, hasta que el año 64 a. C, el último rey seléucida, Antíoco XIII fue vencido por Pompeyo, y Siria pasó a ser una provincia de Roma.