El Imperio de Alejandro Magno
Luego de la Guerra del Peloponeso, entre Atenas y Esparta, las polis griegas se debilitaron, y esta situación le permitió al rey Filipo II, de Macedonia, apoderarse del mundo griego.
Filipo II, transformó a Macedonia, reino ubicado al norte de la actual Grecia, pueblo agrícola y pastoril, en un estado fuerte y poderoso.
Estableció un sistema monárquico centralizado, con un ejército permanente, lo que logró con los recursos económicos proporcionados por la explotación de las minas de oro de la zona.
Macedonia era una zona montañosa, sin salida al mar, y para obtenerla conquistó Tracia y la Península de Falcidia, apoderándose de la totalidad de Grecia, luego de la batalla de Queronea (338 a. C.) donde ya se vislumbraba el carácter aguerrido de su hijo, Alejandro, comandando con sus escasos 18 años, el ala izquierda de la caballería.
Las polis se sometieron a la autoridad macedónica, e integraron una liga cuyo objetivo era enfrentar a los persas y liberar las ciudades griegas del Asia Menor. A la Liga debía aportarse soldados, armas y naves. La única ciudad-estado que no integró la Liga fue Esparta.
Uno de sus oficiales dio muerte a Filipo en el año 336 a. C., tal vez con la colaboración de Olimpia, madre de Alejandro, sucediéndolo éste en el trono, con sólo 20 años. Discípulo de Aristóteles, desde los 13 a los 16 años, estaba cuidadosamente educado en lo físico, en lo intelectual y en lo espiritual, además de dominar el arte de la guerra. Ya había incursionado en la práctica del mando cuando a la edad de 16 años, había sustituido a su padre en el poder, ante la ausencia de Filipo en una campaña militar.
Continuó con la política de su padre, y luego de sofocar una rebelión de las ciudades griegas, durante la cual, arrasó Tebas, se hizo otorgar en Corinto el título de generalísimo, para avanzar contra los persas. Su poder militar se basaba, en una organización militar llamada falange donde se utilizaban conjuntamente la caballería y la infantería, pudiendo acceder incluso a tomar ciudades fortificadas, merced a contar con máquinas de guerra y sitio.
La formación militar en falanges, había sido establecida por Filipo, a imitación del ejército tebano, que él mismo había integrado, y que en su oportunidad, había dado supremacía a Tebas, en el mundo griego.
De esta manera dominó Asia Menor, donde derrotó a los persas, bajo el mando de Darío III, junto al río Gránico, en el año 334 a. C, y en el 333 a. C. en Iso, dirigiéndose hacia Siria, donde, tras una aplastante victoria, ocupó Tiro, ciudad fenicia, ubicada en posición estratégica en el control del Mediterráneo oriental. Luego dominó Palestina y se dirigió a Egipto, donde fundó la ciudad de Alejandría, tomando rumbo luego hacia Oriente. Tras dar el ataque triunfal a los persas en el año 331 a. C., tomó su capital, Persépolis, ciudad a la que prendió fuego, y se coronó como rey de Persia.
Inició la conquista de la India, pero debió regresar, cuando sus soldados, agotados por los esfuerzos de las largas luchas, le pidieron retornar, cuando habían llegado a la altura del río Indo.
Desde Babilonia, Alejandro gobernó este imperio, que abarcaba desde las costas del Mediterráneo oriental, hasta la India.
A la muerte de Alejandro, ocurrida en el año 323 a. C. en Babilonia, a la edad de 33 años, causada por fiebres palúdicas irreversibles, se originó una larga lucha por su sucesión, protagonizada por sus generales, tras la cual, el imperio se desmembró en los reinos de Macedonia, Egipto (reino de los ptolomeos) y Siria (reino de los seléucidas). De éste último se desmembró el pequeño reino de Pérgamo. Estos reinos se conocen con el nombre de helenísticos, gobernados por monarquías teocráticas y absolutistas, que peleaban entre sí en forma constante, lo que produjo su debilitamiento, y permitió que los romanos hacia fines del siglo I a. C., se apoderen de gran parte de su territorio.