Cayo Mario
A fines de la República romana, más precisamente en el año 157 antes de la era cristiana, al sur del Estado, en el poblado de Arpinum, nació Cayo Mario, perteneciente a una familia plebeya dedicada a la agricultura.
Los Metelo eran una familia aristocrática que por el año 120 a. C dominaban la vida política romana, y de esta familia eran clientes la familia de Mario, y esa relación le permitió llegar en ese año a desempeñarse como Tribuno de la Plebe, y luego pudo integrar el Senado. La amistad con los Metelo pronto se resintió.
Su cuna no patricia, y esto lo alejaba de los cargos republicanos, pero al casarse con la tía de Julio César, Julia la Mayor, se emparentó con esta familia patricia aunque no tan reconocida aún, la de los Julios.
Sus dotes militares le permitieron luchar participando en el asedio de Numancia, al norte de la actual España, bajo las órdenes de Escisión Emiliano Africano.
Participó en la guerra contra Yugurta bajo a las órdenes del entonces cónsul, Quinto Cecilio Metelo, y luego tomó el mando, tras desavenencias con aquel, en el año 107 a. C. fecha en la que también asumió por primera vez el Consulado, reformando la composición del ejército al permitir el ingreso de personas sin propiedades. Esta reforma permitió que muchos pusieran fin a sus vidas de miseria, haciendo de la milicia una profesión remunerada. A partir de su mandato, las legiones romanas se distinguieron por llevar como estandarte un águila (en recuerdo a que en su infancia estas aves le habrían augurado que sería siete veces cónsul de Roma).
Triunfó finalmente en la guerra contra Yugurta, la que culminó en el año 105 a. C. y fue elegido, estando aún en territorio africano, para un segundo consulado, a pesar de que existían leyes que prohibían reelecciones consulares, alegando el peligro de un ataque de los Cimbrios. Luego sería elegido Cónsul cinco veces más.
En el año 100 a. C cuando comenzó su sexto consulado, el Senado le ordenó reprimir los desórdenes planteados por la entrega de tierra a los itálicos.
Entre los años 91 y 88 a. C se desencadenó una guerra entre Roma y sus aliados itálicos que deseaban la ciudadanía romana. Sila, del bando de los optimates o aristócratas, se hizo cargo de las fuerzas romanas, tomando luego Mario el control.
Sila fue designado Cónsul por el Senado en el año 88 a. C. para luchar contra Mitríades, rey del Ponto (lugar ubicado sobre la costa del mar Egeo) que había invadido Grecia. Sin embargo, el tribuno de la plebe, Publio Sulpicio Rufo, se alió a Mario, y propuso un decreto por el que las tropas quedaban en manos de este último. Sila decidió marchar contra Roma, venció a Mario, y éste debió refugiarse en África. Desde allí pudo reorganizarse, y aliado con Cinna, retornar a Roma, donde fue reelegido por séptima y última vez como Cónsul.
Durante su séptimo consulado, Mario se enfrentó a una serie de desafíos políticos y militares. Los optimates, liderados por Sila, se oponían a sus políticas y buscaban su destitución. Sin embargo, Mario demostró una vez más su habilidad para la estrategia y la táctica, resistiendo los intentos de derrocarlo y manteniendo su posición de poder.
Además de sus logros militares, Mario también dejó un legado duradero en la estructura y organización del ejército romano. Sus reformas, que incluyeron la profesionalización del ejército y la introducción de un sistema de reclutamiento basado en la ciudadanía en lugar de la propiedad, transformaron la forma en que Roma libraba sus guerras. Estas reformas también tuvieron un impacto significativo en la sociedad romana, ya que permitieron a los ciudadanos más pobres ascender en la escala social a través del servicio militar.
El 13 de enero del año 86 a. C. falleció a la edad de 71 años. A pesar de su muerte, la influencia de Mario en la historia de Roma perduró. Su carrera política y militar, marcada por sus victorias y sus reformas, dejó una huella indeleble en la República romana. Su legado se puede ver no solo en la historia de Roma, sino también en la de todo el mundo occidental.