La Revolución Marcista
En 1830, Ecuador nació a la vida independiente, separada de la Gran Colombia. La presidencia fue ocupada por Juan José Flores, hasta septiembre de 1834.
En 1839, asumió nuevamente como presidente el venezolano Juan José Flores, uno de los líderes del proceso de la independencia, como sucesor de Vicente Rocafuerte. Su mandato era por 4 años, pero se declaró Jefe Supremo, reuniendo una Convención Constituyente, en Quito, por la cual se aprobó un texto constitucional que establecía la reunión del poder legislativo cada cuatro años. Los diputados durarían en sus funciones ocho años, igual que el Presidente, siendo de doce años el período de los que ocuparan bancas en el Senado. Los ciudadanos de otros estados colombianos, casados con ecuatoriana y que tuviesen una propiedad de 30 mil pesos, serían considerados ecuatorianos, condiciones que casualmente reunía el jefe de estado, Flores. El presidente nombraba a los jueces, militares y autoridades eclesiásticas, y la libertad de imprenta se reducía a la mínima expresión. Permitía sí, la libertad de cultos, y alejaba a los miembros de la iglesia de cargos políticos. Esta Constitución fue denominada “Carta de Esclavitud”.
Además, impuso un nuevo impuesto que afectaba a toda la población excluyendo a indios y esclavos, de tres pesos y cuatro reales.
El alzamiento contra el gobierno establecido, que pretendía perpetuarse en el poder con esa Constitución, tuvo lugar en la ciudad de Guayaquil, el 6 de marzo de 1845. Recibió el nombre de marcista, por haberse producido en el mes de marzo. Estuvo bajo el mando del general Antonio Elizalde, quien atacó y tomó el Cuartel de Artillería de Guayaquil, y luego la hacienda “La Elvira” perteneciente al Gral. Flores, donde éste se había atrincherado. Las tropas oficialistas se pusieron bajo la conducción del Coronel Letamendi, quien no pudo contener a los rebeldes debiendo llegar a un acuerdo con los golpistas, llamado “Tratado de Virginia”, nombre de una de las hijas del líder revolucionario Olmedo, cuyo nombre era el de la hacienda en que se firmó el armisticio, situada en la ciudad de Babahoyo. Flores se marchó a Europa, conservando su jerarquía militar, y sus sueldos.
Tres personas que asumieron el gobierno triunviral: Diego Novoa (por Cuenca) José Joaquín de Olmedo (por Quito) y Vicente Ramón Roca (por Guayaquil), tomaron provisoriamente el gobierno derrocando al general Juan José Flores, que ocupó despóticamente el poder, por un lapso mayor a quince años (contando sus tres períodos presidenciales). Rocafuerte, antiguo aliado de Flores, también colaboró en la acción revolucionaria.
Este Triunvirato, ocupó el mando provisoriamente entre el 7 de marzo y el 8 de diciembre de 1845. El 3 de octubre de 1845, inauguró sus sesiones la Convención de Cuenca. El 29 de octubre, en aras a la seguridad nacional, fueron anulados los Tratados de Virginia, y se dictó una nueva Constitución, la cuarta, adoptándose una nueva bandera para el estado que renacía sobre bases más democráticas, aunque la conquista del poder se había hecho por la fuerza. Fue la bandera de Guayaquil, blanca, celeste y blanca, dispuestas en ese orden en franjas verticales, la que reemplazó la de la Gran Colombia que había identificado hasta entonces, al nuevo estado.
El 8 de diciembre de 1845, la presidencia pasó a ser ocupada por Vicente Ramón Roca, por elección de la Asamblea, por 27 votos a favor, y 13 que beneficiaban a Olmedo.
Asumió el 22 de febrero de 1846. Roca era un hombre de pocas palabras, autoritario, serio, dedicado al comercio, y profundamente católico. Su gobierno cayó en la impopularidad y el desprestigio con acusaciones de corrupción. Su obra de gobierno de los dos primeros años, contó con el incentivo a la producción agrícola, formando en Guayaquil una Junta de Agricultores. Fundó escuelas, introdujo con respecto a la administración judicial, el sistema de juicios por jurados, pero tuvo demasiados gastos en la preparación militar por los conflictos limítrofes con Perú y Colombia, y por una supuesta invasión por parte del ex presidente Flores, que se apoderaría de Ecuador con la ayuda española. La Prensa inició una campaña de desacreditación de la obra gubernamental, desde las páginas de “El Rebenque”, “El progresista”, “El Zurriago”, entre otros periódicos. En 1851 debió exiliarse en Perú.