Pueblos originarios de Chile
Al igual que en el resto del mundo, los primeros pobladores de Chile se dedicaron a la caza, a la pesca y a la recolección, organizando su existencia en una forma de vida nómada. Poco a poco, algunos de esos grupos humanos, se fueron volviendo sedentarios, alcanzando distintos grados de civilización, hasta la llegada de los españoles, que arrasaron con su cultura.
Una de las primeras culturas, la Chinchorro, se asentó en la zona norte, en la desembocadura del río Camarones, hacia el año 6000 a.C., viviendo de la manera primitiva, descripta en el párrafo anterior, con una organización tribal. Una característica de este grupo fue la momificación de sus muertos. En el año 2000 a. C. ya se habían extinguido.
Ya casi en los albores de la era cristiana, comenzaron a desarrollarse culturas agrícolas, como la Atacameña o de San Pedro, que comenzó 500 años antes de Cristo, prolongándose hasta el 1536. Se ubicaron entre el río Loa y el salar de Atacama. Vivían agrupados en familias con sus propios cementerios. Se destacaron en sus obras textiles, de alfarería y sus cerámicas, que realizaban en colores rojo o negro, en la minería y actividades metalúrgicas, así como en la cría de alpacas y llamas. Fueron dominados por la cultura inca.
Los Cabuza que vivieron al norte de Chile, en los valles occidentales, lo hicieron entre los años 500 y 1000. Eran agricultores, y sus viviendas rectangulares, tenías cimientos de piedra. Trabajaron el oro y la plata. Extinguida esta cultura fue sucedida por los Arica, que se extendieron desde Perú (Mollendo) hasta Taltal, en Chile. Predominaron entre sus creencias, dirigidas por los brujos o chamanes, el beber e inhalar productos alucinógenos.
Al norte, entre los ríos Copiapó y Choapa vivieron los Diaguitas, parientes de los incas, aunque enfrentados con ellos, entre el año 900 y el 1536. Fueron fundamentalmente alfareros, y en sus cerámicas destacaron los tonos rojo, negro y blanco, aunque también se dedicaron a la extracción de bronce, cobre, el que lograron fundir, y oro, a la agricultura, a la actividad textil, a la cría de camélidos y a la caza. Su lengua era el cacá o canana. Sus viviendas tenían forma cuadrada, de piedra, y con techo de paja. Sus poblados estaban protegidos por pucarás.
Entre el río Itata y el Toltén, identificamos a los Mapuches, pueblo cazador y guerrero que resistió a la conquista española. También llamados Araucanos, estaban organizados en clanes y aldeas, dirigidos por un chamán o brujo, dedicados al tejido y las actividades guerreras. Fueron feroces enemigos de los españoles, de quienes aprendieron la técnica de montar a caballo.
En medio de los Diaguitas y los Mapuches, al centro, encontramos a los Picunches, pueblo agrícola-ganadero, dedicados, además, a las tares textiles y a la alfarería. Sus muertos eran sepultados en túmulos. Con piedras horadadas fabricaron herramientas agrícolas.
Los Pica – Taracapá que existieron entre los años 900 y 1532 se establecieron entre la desembocadura del río Loa y el valle de Camiña, en el desierto de Atacama. Sobresalieron en arte rupestre sobre las rocas de una cueva.
Entre el río Bíobío y la zona norte del lago Llanquihue, los Pitrén se dedicaron al cultivo de maíz, poroto y recolección de piñones. Cazaron ciervos y guanacos. Fueron excelentes alfareros.
Los aborígenes de El Vergel (1000 – 1500 d.C.) entre los ríos Itata y Toltén se dedicaron la producción agrícola, sin constituir aldeas. Las urnas de cerámica, pintadas de blanco y rojo, fueron características de sus honras funerarias.
Algunos pueblos menos numerosos, que no llegaron a habitar un lugar fijo, referidos a la zona central, fueron los Changos, dedicados especialmente a la pesca, para lo cual construían embarcaciones con el cuero de los lobos marinos.
Al sur, los Huilliches eran agricultores sufrieron la dominación Mapuche. Habitaron entre el río Diamante y el lago Nalalhue. Los Chiquillanes de costumbres nómadas, se dedicaron al comercio, primero con otros pueblos aborígenes, y luego con los españoles.
Los Puelches también se asentaron en el sur, pueblo cazador y recolector que habitaba en tolderías.
Los Chilotes eran los moradores de las islas australes, dedicados a la pesca y a la caza de lobos marinos. Surgieron de la unión de los Chonos y los Cuncos.
Entre el golfo de Reloncaví y Tierra del Fuego, hallamos a los Tehuelches, Aonikenk o Patagones, llamados de esta última forma por los españoles, asombrados por el tamaño de la marca de sus pisadas. Eran un pueblo nómada, cazador y recolector, cuyos miembros alcanzaron alturas de hasta 2 metros. Se trasladaban para obtener leña y piezas de caza. Había división del trabajo por razón de sexo: los hombres cazaban y fabricaban armas, las mujeres, cocinaban y curtían las pieles para confeccionar prendas de vestir.
En la zona del canal de Beagle, estaban los Alacalufes y los Yamanas, de costumbres muy rudimentarias, dedicados solamente a la pesca y a la caza de focas. Se movilizaban en canoas, en las que transportaban a sus familias. Usaban el hueso y la piedra para fabricar las puntas de sus arpones y lanzas. También para hacer cuchillos y anzuelos.
En Tierra del Fuego estaban los Onas, dedicados a la recolección de frutos y a la caza de guanacos. No practicaron la pesca ni la navegación, a pesar de estar tan cerca del mar. Utilizaron arcos y flechas. Fabricaron sus viviendas, mantas y calzado con las pieles de los animales que cazaban.
La mayoría de estos pueblos ya no subsisten, encontrándose entre los sobrevivientes, Diaguitas, Mapuches y Atacameños. De los Yamanas, por ejemplo, se cuentan actualmente algo más de setenta personas.