Leandro N. Alem
Nació el 11 de marzo de 1842, en Buenos Aires, República Argentina, y su nombre completo era Leandro Nicéforo Alen. Era hijo de Tomasa Ponce y de Leandro Antonio Alen, dueño de una pulpería que murió ejecutado luego de la Batalla de Caseros, de Urquiza contra Rosas, en 1853, por haber formado parte de La Mazorca, en apoyo al régimen rosista, dejando a su familia arruinada.
Leandro Nicéforo cambió su apellido reemplazando la “n” por la “m” en su terminación, para evitar la continua referencia al destino de su padre, al ser llamado “el hijo del ahorcado”. Era audaz, valiente, hábil orador, poeta, defensor de la democracia y enemigo del autoritarismo. Revolucionario apasionado y amante de la libertad, exigía al pueblo ser merecedor de ella, conquistándola y conservándola con una conducta digna. Si se prestaran a apoyar a un gobierno corrupto, para satisfacer sus propias ambiciones personales, entonces tendrían el gobierno que se merecen, por ser ellos tan indignos como aquellos a quienes otorgaron el mandato para gobernar.
Tenía una hermana mayor, Marcelina, que le dio un sobrino, Hipólito Yrigoyen, que llegó a ser presidente de la República Argentina en 1916, y que tuvo gran influencia tanto en su vida como en su muerte.
Luchó en Cepeda (1859) y Pavón (1861) como voluntario, para lograr la unidad de la patria. En la Guerra del Paraguay, acaecida entre los años 1865 y 1870 fue ascendido a Capitán, debiendo suspender sus estudios de Derecho que realizaba en la Universidad de Buenos aires, los que retomó luego de la guerra, y al recibirse compartió su estudio jurídico con su compañero Aristóbulo del Valle.
De ideas masónicas, militó en el partido contrario al de Bartolomé Mitre. Este último lideraba el Partido Nacional que agrupaba a las elites provinciales, mientras que Alem, se unió al Partido Autonomista, de Adolfo Alsina, de raigambre popular, aunque su fuerza se basaba en el respaldo de la baja burguesía, de profesionales, pequeños comerciantes y empleados públicos. En 1871, pudo ocupar en la legislatura una banca como diputado provincial, siendo diputado nacional en 1874. Estas elecciones se desarrollaron rodeadas por el escándalo. Los nacionalistas denunciaron fraude y solicitaron la anulación de los comicios. Se realizó un recuento de votos, anulándose casi 2.000 votos por cada partido. La victoria volvió a estar del lado de los autonomistas. En las elecciones presidenciales ocurrió lo mismo, imponiéndose la fórmula Avellaneda-Costa, frente a la de Mitre-Torrent. Ante la situación adversa, y alegando la ilegalidad de los actos eleccionarios, Mitre planeó una revolución.
En medio de esta situación caótica asumió Avellaneda, quien controlada la situación solicitó al Congreso una ley de amnistía. Así comenzó una etapa de conciliación. Pero enemigo de los acuerdos políticos, Alem se separó junto a un grupo, del Partido Autonomista, apoyando la candidatura de su amigo y colega, Aristóbulo del Valle. Junto a éste y a otras personalidades, como José Manuel estrada, Roque Sáenz Peña, Fernando Centeno, Francisco Uriburu y Lucio V. López, crearon el Partido Republicano, con sólidas bases morales, para evitar fundamentalmente el fraude en los comicios, oponiéndose al entendimiento entre Mitre y Alsina. Este partido se disolverá al perder las elecciones para gobernador, habiendo sido propuesta la fórmula Aristóbulo del Valle-Leandro Alem, consagrándose el propuesto por el Partido de la conciliación mitrista-alsinista, el autonomista Carlos tejedor, como gobernador y el nacionalista José Moreno, para vice gobernador.
El Partido Autonomista luego de la muerte de Alsina, en diciembre de 1877, se reorganizó separándose de Mitre, por iniciativa del General Gainza, quien convocó a una reunión, en septiembre de 1878. A esa cita asistieron, entre otros, Alem, Sarmiento, Sáenz Peña, Pellegrini, Rocha, del Valle e Irigóyen . Fue así que Alem se acercó nuevamente a su antiguo partido, que comenzó a concentrarse en torno a la figura de Julio Argentino Roca, que formará el Partido Autonomista Nacional (P.A.N), nombre elegido por Sarmiento.
La década del 80 trajo consigo un nuevo espíritu liberal, que quedó planteado en la cuestión sobre la federalización de la ciudad de Buenos Aires, conocido como “Cuestión Capital”. Alem, que había logrado su reelección como diputado en 1879, y representaba a la ciudad de Buenos aires, se opuso a esa federalización, que se concretó el 15 de diciembre de 1880. Frustrado ante ese revés, se retiró de la vida política.
A la presidencia de Julio Argentino Roca, que gobernó en forma oligárquica y centralista, le sucedió el candidato del oficialismo Juárez Celman, que llevó a su máxima expresión la política del Unicato, que había comenzado en el período anterior. Durante su gobierno se produjo la crisis de 1890, de características internacionales.
Alem volvió a la vida política en 1889, fundando un partido opositor al gobierno de Juárez Celman, junto a Aristóbulo del Valle. En una asamblea popular, celebrada en “EL Jardín Florida” nació la Unión Cívica de la Juventud, que eligió a Alem como su presidente. Muy pronto el partido captó numerosos adeptos, entre los que se contaron Mitre, Estrada, Vicente Fidel López, Bernardo de Irigóyen, etc. Sus ideales eran un sufragio libre, una moral intachable, garantizar las autonomías provinciales, y el régimen de los municipios. Este partido organizó la Revolución del Parque contra Juárez Celman en 1890, y al año siguiente Mitre se postuló como presidente por la Unión Cívica.
Pronto surgió un nuevo enfrentamiento entre Mitre que llega a un acuerdo con Roca, y Alem, enemigo de esta política conciliatoria.
Así La unión Cívica se dividió en la Unión Cívica Nacional, bajo el liderazgo de Mitre, y la Unión Cívica Radical al mando de Alem. Como siempre, a su lado, siguió estando su incondicional amigo, Aristóbulo del Valle, además de su sobrino, Hipólito Yrigóyen, Bernardo de Irigóyen y Lisandro de la torre.
Denunciados por un presunto complot, contra el presidente Carlos Pellegrini, el 2 de abril de 1892, los radicales sufrieron una persecución, donde Alem fue detenido. Supuestamente para evitar la participación de ese partido en las elecciones de ese año. Ante la persecución oficial la Unión Cívica Radical preparó la Revolución de 1893, que fracasó.
Su sobrino Hipólito Yrigóyen fue su seguidor y quien aprendió junto a él los ideales mazónicos. Pero sus caminos al tiempo se bifurcaron, un tema de enfrentamiento fue la federalización de Buenos Aires, a la que Alem se opuso, al punto de abandonar el partido cuando se realizó, a pesar de sus críticas. Sin embargo, Yrigóyen, aceptó la federalización y fue diputado por el P.A.N, aunque dos años después se distanció del partido y siguió el camino de Alem, alejándose de la política. Siguió junto a su tío, apoyándolo en las revoluciones de 1890 y 1893 y junto a él fundo la Unión Cívica y luego la Unión Cívica Radical. Pero hacia el final, desconfió de su tío en su aptitud de líder y formó en la provincia de Buenos aires, una Unión Cívica Radical autónoma, enfrentada a la de Alem.
Ante el debilitamiento de su partido y los cuestionamientos de su sobrino, Hipólito Yrigóyen, Alem optó por el suicidio, el 10 de julio de 1896, dejando una carta como póstumo mensaje, en la que se leía “Que se rompa pero que no se doble”, dando en su hora final, un nuevo ejemplo de una vida vivida a pleno, sin medias tintas, alegando que tomaba esa resolución por sentirse traicionado por su propio partido. Un tiro en su sien derecha dio término a su vida intachable, mientras se dirigía en coche hacia el Club Progreso, para que lo encontraran muerto sus amigos, a quienes les pidió perdón por el mal momento que les estaba haciendo pasar, como lo expresó en su nota fatídica.
Más de cien mil personas se congregaron en el sepelio de esta figura emblemática, de larga barba blanca y mirada sincera y penetrante. En una carta que le escribiera a su hijo Leandro, se resume la línea de conducta que trazó su paso por la vida. En ella le recomienda a su hijo, que siga su ejemplo, sin apartarse jamás de la línea recta, a pesar de los sacrificios y amarguras que ello signifique, exaltando siempre los intereses de la patria por sobre los intereses personales. Ese legajo se lo dejó a su hijo y como ejemplo para la humanidad.