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La Noche de los Lápices

Publicado por Hilda

La noche de los lápicesOcurrió en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, el 16 de septiembre de 1976, dentro del marco sangriento en que gobernó la dictadura militar, que tomó el poder por un golpe de estado que derrocó al gobierno de María Estela Martínez, viuda de Perón, el 26 de marzo de ese año.

Estos jóvenes que fueron víctimas de este hecho, crecieron en un mundo convulsionado, donde se mezclaban ideas neoliberales y sueños socialistas. Perón, en 1968, durante un gobierno militar, había escrito “La Hora de Los Pueblos” donde impulsaba a crear una Argentina contraria al imperialismo y unida a otros países latinoamericanos oprimidos, para luchar juntos, contra las potencias hegemónicas que avasallaban los derechos de los pueblos más pobres, enriqueciéndose a su costa. Desde 1972, la ideología peronista había adoptado el socialismo nacional, que significaba el respeto hacia los capitales privados, siempre y cuando cumplieran un fin social, bajo la vigilancia del estado.

Durante la dictadura de 1966 había surgido la guerrilla, lucha armada de izquierda que comprendía un sector no peronista, el ERP, y otro peronista, los Montoneros. Sin embargo, estos últimos, durante el gobierno peronista, luego de luchar para que Perón llegue al poder, volvieron a pasar a la clandestinidad tras el asesinato de Rucci, aliado de Perón, por los Montoneros, quienes lo acusaron de traicionar a la clase obrera. Ya durante el gobierno constitucional de Perón la lucha contra los sectores de izquierda comenzó a agudizarse, creándose la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina).

Pese a todo, el reconocimiento de los derechos prosiguió, a pesar de la persecución ideológica, en los campos del trabajo, y de la protección de la industria nacional, pero desde los países capitalistas no veían con buen grado la implementación de estas políticas que se oponían a sus ansias de dominio. Estos países con sus intereses foráneos, fueron los que apoyaron el golpe de estado de 1976, basados en la doctrina de la seguridad nacional. Esta teoría fue ideada por Estados Unidos, para luchar contra el comunismo que intentaba establecerse en el continente americano, sobre todo luego de la revolución cubana. De este pensamiento surgió el que inspiró a los dictadores de 1976, directamente entrenados con cursos, conferencias, directivas y dinero para combatir todo tipo de ideas que se opusieran a las suyas, conservadoras e imperialitas. Así surgió la figura del detenido-desaparecido, que era secuestrado, torturado para obtener información sobre otros compañeros de lucha, y finalmente muertos en la mayoría de los casos.

Los sucesos de la Noche de los Lápices, involucró a jóvenes estudiantes secundarios que militaban en la Unión Estudiantil Secundaria. En su mayoría pertenecían a los más prestigiosos colegios públicos de esa localidad. Estos muchachos, de entre 16 y 18 años, se atrevieron a peticionar la reimplantación del boleto estudiantil, ante el ministerio de Obras Públicas (un pasaje de micro con precio menor al normal) que el gobierno había dejado sin efecto. Esta fue una de las versiones, aunque luego sus propios protagonistas sobrevivientes se encargaron de aclarar que el motivo era su participación en el centro de estudiantes, ya que el reclamo por el boleto había sucedido bastante tiempo atrás. El objetivo del gobierno era escarmentar a estos jóvenes para que desistieran en sus actitudes subversivas. Para ese cometido fueron alojados en unidades clandestinas de detención, entre los cuales se hallaban las comisarías platenses Quinta, Octava y Novena, la Comisaría Tercera de Valentín Alsina (Lanús), la propia Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires, y su Polígono de Tiro, y otros centros de detención que luego se conocieron como los de Arana, Pozo de Banfield y Pozo de Quilmes.

La mayoría de los secuestrados, realizaban trabajos comunitarios en villas de emergencia, pero lo que más molestaba al estado era su participación política desde la Unión de Estudiantes Secundarios.

El 8 de septiembre ya había sido secuestrado Gustavo Calotti (cadete policial, egresado del Colegio Nacional) de 18 años quien logró salvar su vida. El día 16, desaparecieron Claudio de Acha, (Colegio Nacional) de 17 años, María Clara Ciocchini,(Bellas artes) María Claudia Falcone,(Bellas artes) 16 años. Estas dos últimas secuestradas en la casa de la abuela de María Claudia. También tuvieron ese destino, Francisco López Muntaner 16 años, (Colegio Bellas artes) Daniel Racero, 18 años que estaba junto a Horacio Hungaro, de 17 años, en la casa de este último. Ambos concurrían a la Escuela Normal Nro.3. Muchos de ellos eran hijos de militantes peronistas o con ideas de izquierda.

Al día siguiente le tocó el turno a Patricia Miranda, de 17 años, a quien no se le conoció jamás, militancia política. Logró sobrevivir, al igual que Emilce Moler secuestrada el mismo día, y de la misma edad que Patricia. Ambas eran alumnas de la Escuela de Bellas Artes. El 21 de septiembre perdió su libertad, Pablo Díaz, de 18 años, alumno de la escuela Media nro.2, que tras recuperar su libertad, pudo dar testimonio clave en el juicio a la Junta Militar del año 1985.

Todos eran jóvenes inteligentes, emprendedores, llenos de sueños de justicia. Las aulas en esa época eran refugio ideológico de ideas revolucionarias que cundían por latinoamérica, y el lugar más temido por el poder militar conservador, que las consideraba un semillero de la subversión, que atentaba contra el orden establecido. Es cierto que la guerrilla se había constituido en un flagelo, pero los militares no distinguieron entre actos terroristas y simples reclamos de un puñadito de colegiales, fundados en ideas reivindicatorias.

Si bien tampoco el resto de los guerrilleros que fueron asesinados, merecieron los tormentos a los que fueron sometidos, ni la muerte, ni el secuestro de sus niños, entre otros crímenes atroces cometidos en este período conocido como “terrorismo de estado”, la noche de los lápices es un emblema por demás elocuente del salvajismo al que se animaron a llegar, en búsqueda de su ideal de orden y seguridad, pero en contra de la vida misma de los ciudadanos.

El operativo estuvo a cargo del general Ramón Camps, jefe de la policía de la provincia de Buenos Aires y del batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército.

En 1987, la historia de estos jóvenes fue llevada al cine, que mostró de una manera sumamente cruda y realista, las torturas a las que fueron sometidos estos adolescentes, desnudando una parte oscura, tal vez la más terrible, del pasado argentino.

Sobreviviente del Pozo de Banfield, Pablo Díaz, es el máximo referente de lo que allí sucedió. Salvó su vida milagrosamente por un salvoconducto. Según su testimonio la película relata sólo una parte de la historia. Su lucha fue mucho más allá de conseguir un boleto. Eran peligrosos pues tenían ideas distintas, que chocaban contra intereses de las clases conservadoras. Si tenían o no razón, puede ser objeto de discusión, si sus medios de acción eran los más recomendados, también puede ser objeto de crítica. Lo que no puede discutirse es que murieron salvajemente destrozados por el mismo poder que estaba encargado de cuidarlos.