El desarrollismo en Argentina
El 25 de febrero de 1948 comenzó a funcionar la CEPAL, siglas que se derivan de su nombre completo: Comisión Económica para América Latina, con sede en Santiago de Chile y siendo una de las comisiones regionales de la ONU. Nació con el objetivo de posibilitar el desarrollo de los países latinoamericanos en forma coordinada y cooperativa.
En Argentina, se hallaba a cargo de la presidencia en ese entonces, Juan Domingo Perón, cuyas ideas para el progreso económico eran coincidentes con las recomendaciones de los expertos de la CEPAL. Ambos sostenían que la exportación de materia prima ya no era suficiente, dado que su precio no podía competir con el que alcanzaban los productos industriales o manufacturados. Por lo tanto se estableció como deber del Estado fomentar y proteger la industria nacional, en un principio para satisfacer las demandas internas, y luego para exportación.
Perón se planteó como objetivos la mejora de las condiciones de vida y laborales de los trabajadores y la estatización de la economía, y para ello lanzó dos planes quinquenales. El primero abarcó desde 1947 hasta 1951 y se basó en la transferencia de fondos a la industria, provenientes del sector agropecuario. Fundó el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI) que tenía por finalidad que el Estado comprara toda la producción agrícola a precios fijos, y los vendía a los altos precios que se fijaban en el mercado internacional, obteniendo así la ganancia necesaria para subsidiar a la industria.
El plan funcionó, y durante los años 1947 y 1948 se vivió una época de bonanza, siendo los más beneficiados los sectores populares.
Sin embargo, luego de dicho bienio los países europeos se recuperaron, y ya no pudo el agro argentino colocar sus productos a precios competitivos, pues el Plan Marshall subsidiaba las exportaciones europeas. La industria, que se apoyaba en la exportación agrícola, ya no contaba con los recursos del Estado, y además se notaba el atraso tecnológico, y por ello se debía contar con divisas para comprar maquinarias al exterior, para poder fabricar productos de calidad.
En la segunda presidencia de Perón, en 1952, hubo que congelar precios y salarios en vistas a un plan de austeridad tendiente a superar la crisis. En 1953, se lanzó un nuevo Plan quinquenal opuesto en sus objetivos al anterior. El desarrollo al que se apuntaba era el agrícola, con protección de la industria solo a través de limitación de las importaciones y el acceso de inversiones externas.
Cuando cae el peronismo, Argentina se incorporó al Fondo Monetario Internacional que recomendaba no subsidiar a las industrias y fomentar las exportaciones agrícolas, lo contrario a lo que se conoce como desarrollismo.
Propiamente el desarrollismo se desplegó con el gobierno del radical de Arturo Frondizi que se extendió entre 1958 y 1962 y que había asumido apoyado por Perón desde el exilio. La colaboración de Rogelio Frigerio fue muy importante, para desarrollar este pensamiento parecido al que impulsaba la CEPAL pero con inversión extranjera directa y fuerte influencia marxista. Se elaboró un programa nacional de desarrollo, que tuvo como metas lograr autoabastecerse en carbón, petróleo y acero. Se inauguraron las industrias automotriz y petroquímica, se fomentó la investigación científica, todo con el logro de la captación de inversiones extranjeras, en especial de capital norteamericano.
La crisis de este modelo económico ocurrió a partir de 1973, de la mano con la crisis del petróleo.
A pesar de las dificultades, el legado del desarrollismo en Argentina dejó una huella significativa en la estructura económica del país. Durante el periodo de Frondizi, se lograron avances importantes en infraestructura, como la construcción de rutas y la expansión de la red ferroviaria, que facilitaron el transporte de bienes y personas. Además, se promovió la diversificación de la matriz energética, con inversiones en energía hidroeléctrica y nuclear, buscando reducir la dependencia del petróleo importado.
En el ámbito social, el desarrollismo también tuvo impacto. Se impulsaron políticas para mejorar la educación técnica y universitaria, con el objetivo de formar una mano de obra calificada que pudiera satisfacer las demandas de las nuevas industrias. Asimismo, se promovió la urbanización y el acceso a la vivienda, aunque estos esfuerzos no siempre lograron satisfacer las necesidades de toda la población.
El desarrollismo enfrentó críticas y desafíos, especialmente en relación con la dependencia del capital extranjero y las desigualdades regionales que persistieron. No obstante, sentó las bases para un debate continuo sobre el modelo de desarrollo más adecuado para Argentina, un tema que sigue siendo relevante en la actualidad.
Con el paso de las décadas, el concepto de desarrollismo ha evolucionado, adaptándose a los cambios globales y locales. En los años recientes, se ha discutido la necesidad de un nuevo enfoque que combine sostenibilidad ambiental con crecimiento económico, buscando un equilibrio entre la industrialización y la protección de los recursos naturales. Este enfoque renovado del desarrollismo busca integrar a Argentina en la economía global de manera competitiva, pero también responsable, frente a los desafíos del siglo XXI.