Alzamientos carapintadas
Estos alzamientos fueron protagonizados por un grupo de militares nacionalistas, contrarios a la política oficial de los gobiernos democráticos en ese momento al mando del país, a quienes acusaron de destruir a las Fuerzas Armadas y por ende la defensa nacional o de hostigarlos al intentar hacer justicia por los crímenes de terrorismo de Estado cometido durante la dictadura ejercida por la Junta Militar entre 1976 y 1983. Se mostraban con sus rostros pintados con cremas y de allí su nombre y su accionar implicaba la toma de cuarteles para obtener concesiones pero sin querer hacerse del poder.
Hubo cuatro alzamientos, los tres primeros de ellos, durante la presidencia del radical Raúl Alfonsín primero en ejercer el mando político de modo democrático luego de la feroz dictadura que aterrorizó al país entre 1976 y 1983. El Presidente Alfonsín inició el procesamiento de los responsables de los delitos cometidos durante ese régimen sangriento, pero un sector de los militares no prestó la debida colaboración.
En 1987 mientras la población celebraba la Pascua, se produjo el primer motín en el Tercer Cuerpo del Ejército en la provincia de Córdoba, en protesta contra los juicios a los que se estaba sometiendo a los militares en general y específicamente contra el mayor Ernesto Barreiro imputado de torturas y asesinato, que se negó a comparecer ante los requerimientos de la justicia federal cordobesa; y se había atrincherado en ese regimiento, apoyado por el jefe de la unidad, Luis Polo y otros oficiales.
Esta rebelión tuvo réplicas casi de modo inmediato. El foco más importante estuvo a cargo de las tropas del Teniente Coronel Aldo Rico, que se amotinaron en Campo de Mayo, en la Esuela de Infantería. Reclamaban además del cese de los juicios y una solución en paz sin ninguna condena para ambos sectores en pugna durante el proceso militar; la destitución del jefe del ejército. La exigencia era la concesión de una amnistía a nivel general.
Mientras el pueblo y las Madres de desaparecidos, exigía en Plaza de Mayo que se rindieran los “carapintadas” los principales partidos políticos, exceptuando los de izquierda, nacionales, acordaban una salida pacífica, firmando el Acta de Compromiso Democrático. Alfonsín exigió la rendición dirigiéndose él mismo a Campo de Mayo y los amotinados, capitularon. Sin embargo tuvieron una importante concesión ya que se promulgó como desenlace y parte del trato, la “Ley de obediencia debida”.
Barreiro fue capturado luego de un intento de huida y Rico también fue procesado.
El segundo levantamiento carapintada también fue protagonizado por Aldo Rico, y ocurrió en el Regimiento de Infantería número 4 de Monte Caseros (Corrientes) en enero de 1988, lugar donde se amotinó, tras violar el arresto domiciliado que días antes le habían concedido, y huyó. Fue destituido por el Ministro de Defensa y se ordenó su captura. Realizado el alzamiento, los amotinados fueron reprimidos y se rindieron.
El tercero ocurrió el 1 de diciembre de 1988 e involucró a un grupo de oficiales (alrededor de cincuenta) de la unidad Albatros, de la Prefectura Naval Argentina quienes se alzaron proveyéndose de armas que tomaron por asalto de las dependencias de ese organismo radicadas en Zárate (provincia de Buenos Aires). Luego se trasladaron a Campo de Mayo y tomaron el cuartel de la Escuela de Infantería, sumándose a un grupo de militares rebeldes, liderados por el coronel, Mohamed Alí Seineldín, quien fue puesto a disposición de la justicia, al ser capturado, luego de ofrecer resistencia.
El sucesor de Alfonsín, Carlos Menem concedió indultos a los militares, pero esto no le impidió a Seineldín realizar un cuarto levantamiento, desconforme por el arresto militar de que era objeto. Esta rebelión tuvo lugar el 3 de diciembre de 1990. La rebelión fue sofocada.
El presidente Menem continuó con su política de concesión de indultos El Coronel Seineldín, líder carapintada condenado a reclusión perpetua fue indultado por el presidente Eduardo Duhalde en 2003.
Es importante destacar que los alzamientos carapintadas no fueron solo una serie de eventos aislados, sino que representaron una profunda crisis institucional y política en Argentina. Los militares rebeldes, a pesar de su retórica nacionalista, no buscaban tomar el poder, sino que su objetivo principal era evitar el procesamiento y condena de los responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar.
El impacto de estos alzamientos fue significativo. A pesar de que los carapintadas fueron finalmente derrotados, su existencia y acciones pusieron en evidencia las profundas divisiones dentro de las Fuerzas Armadas y la sociedad argentina en general. La cuestión de cómo lidiar con el pasado reciente de la dictadura militar y sus crímenes sigue siendo un tema de debate en Argentina hasta el día de hoy.
Además, la respuesta del gobierno a estos alzamientos, en particular la concesión de amnistías y la promulgación de leyes como la de Obediencia Debida y Punto Final, generó controversia y críticas. Muchos consideraron que estas medidas representaban una forma de impunidad para los responsables de graves violaciones a los derechos humanos.
Por otro lado, los alzamientos carapintadas también tuvieron un impacto en la percepción de la democracia en Argentina. A pesar de los desafíos y tensiones, el hecho de que los gobiernos democráticos pudieran enfrentar y superar estos alzamientos fue visto por muchos como una prueba de la fortaleza y resiliencia de la democracia argentina. Sin embargo, también dejó en claro que la transición de una dictadura militar a una democracia plena es un proceso complejo y desafiante.