Los chiriguanos
Chiriguanos o chavancos es la denominación peyorativa dada por los incas (posiblemente significara “estiércol fresco”) a un grupo aborigen americano, derivado de los guaraníes, de los que conservaron su lengua, que ocupó en el siglo XV, en los albores de la conquista europea, procedentes de la Amazonia, la zona comprendida por el sur boliviano, y un siglo más tarde se extendieron al noroeste argentino (ubicándose en las provincias de Salta, Jujuy y Chaco) y al oeste paraguayo. Hoy en total su población es alrededor de 55.000 personas. Ellos prefirieron el nombre de avá guaraní. Los incas les tenían encono, pues no se dejaron dominar. Eran aguerridos guerreros y antropófagos, característica que impresionó y horrorizó a los conquistadores españoles.
Eran unos pueblos de cultura selvática, sedentarios, que edificaban sus aldeas a orillas de algún río. Su máxima autoridad era un cacique al que llamaban “mrubicha”, cargo que se sucedía por herencia. La estructura social de los chiriguanos era compleja, con roles bien definidos dentro de la comunidad. Las mujeres, además de encargarse de la cerámica, también participaban activamente en la agricultura y la recolección, mientras que los hombres se dedicaban principalmente a la caza y la defensa de la aldea.
Económicamente, estaban dedicados a la agricultura, a la caza y a la pesca. Su principal técnica de cultivo era la “milpa”, la que se realizaba talando los árboles que existían en esa zona selvática que deseaban cultivar, los incendiaban, y así obtenían un terreno libre y fértil. El resultado de la cosecha, en general de frijoles, maíz y yuca, era almacenado en graneros que para ser protegidos de los animales salvajes y las inundaciones, construían sobre pilares. Además, practicaban el trueque con otras comunidades, intercambiando productos agrícolas por herramientas y otros bienes necesarios.
Entre sus expresiones artísticas, se destacaron en alfarería y cerámica, trabajo este último reservado a las mujeres. La cerámica chiriguana era conocida por sus intrincados diseños y su funcionalidad, reflejando tanto su habilidad artística como su necesidad práctica. También elaboraban adornos corporales y textiles, utilizando materiales naturales como plumas, fibras vegetales y tintes extraídos de plantas.
Eran politeístas y consideraban la existencia de dos fuerzas a las que divinizaban y adoraban. Una era el bien o “tumpaeté vae” y la otra, el mal, o “aguará tumpá”, el mal en la Tierra era representado por el zorro. Ambas fuerzas eran importantes, ya que su antagonismo, lograba el equilibrio. Sus rituales religiosos eran complejos y a menudo involucraban danzas, cantos y ofrendas, buscando siempre mantener la armonía entre estas fuerzas.
Los españoles arribaron al territorio en el siglo XVI y los hallaron en guerra con los quechuas y los aimaras, no pudiéndolos dominar por las armas, pero sí por la fe cristiana, a través de la obra de los misioneros. Muchos de ellos, pelearon en la Guerra del Chaco, que los enfrentó en bandos opuestos, y por la independencia americana. A pesar de los intentos de asimilación cultural, los chiriguanos lograron preservar gran parte de su identidad y tradiciones, adaptándose a los cambios sin perder su esencia. Hoy en día, continúan luchando por el reconocimiento de sus derechos y la preservación de su cultura, enfrentando desafíos modernos mientras mantienen vivas sus costumbres ancestrales.