La sociedad colonial
La población aborigen luego de la conquista de América, era de aproximadamente 11.000.000 de personas, a principios del siglo XVI. Los españoles que llegaron a América en esa época, eran casi 5.000 en el territorio argentino-paraguayo, de los cuales una cuarta parte eran andaluces, un 20 % castellanos y un 5% vascongados, y el resto de otras regiones españolas. Los españoles eran la población blanca con mayores privilegios pues poseían todos los derechos, incluyendo los políticos.
Los extranjeros que querían instalarse lo hacían generalmente en forma ilegal, ya que se necesitaban permisos especiales, sobre todo si procedían de Francia o Gran Bretaña.
La mayoría de la población iberoamericana eran los criollos, hijos de españoles nacidos en América, que no poseían derechos políticos, o sea la posibilidad de ejercer cargos de gobierno, salvo los de menor jerarquía, dedicados preferentemente a actividades militares, religiosas y al comercio.
El mestizaje en Paraguay representó la gran mayoría de la población, ya que desde Ayolas e Irala, las hijas de los jefes indios se unieron por concubinato a los conquistadores, como símbolo de integración cultural como había sucedido en España entre cristianos y moros.
Recién en 1556 llegó la población femenina con la expedición de doña Mencía Calderón, esposa del adelantado Don Juan de Sanabria, que llevó a cabo la misión encomendada a su marido (ya que éste falleció) de arribar al Río de la Plata con 600 hombres y 100 mujeres.
En otras zonas como Tucumán el mestizaje fue menor porque los indígenas se resistían al trato amigable con los conquistadores.
La población autóctona fue disminuyendo, no sólo por el mestizaje sino por su muerte temprana en la lucha con los blancos, y por el trabajo duro, los que aceptaron la dominación blanca.
En el siglo XVII, si bien los aborígenes eran aún el 75 % de la población, comenzaron a llegar más españoles, sobre todo andaluces, gallegos, asturianos y vascos, agregándose además portugueses. El traslado de españoles hacia América, debía ser autorizado por la Casa de Contratación de Sevilla, para lo cual debía probarse que se descendía de cristianos, y no de herejes moros o judíos, ni habían sufrido penas impuestas por el Santo Oficio de la Inquisición. También arribaron miembros del clero con fines de evangelización de los naturales.
Los españoles una vez que arribaban a América se establecían en las ciudades, o en las zonas rurales aledañas, con el fin de adquirir la propiedad de la tierra.
En el siglo XVII el mestizaje continuó pero los blancos prefirieron casarse entre sí, ya que había aumentado la cantidad de mujeres blancas, y muchos mestizos de la primera época, luego de sucesivas uniones con blancos ya eran considerados como tales.
En el siglo XVIII las uniones con aborígenes comenzaron a ser mal vistas, reservándose a las clases más humildes, o los hijos de estas uniones mestizas, eran concebidos fuera de una pareja estable y no reconocidos por sus padres blancos.
Los negros, reducidos a la esclavitud, que nunca fueron abundantes, al contrario de lo que ocurrió en la colonización portuguesa, se ubicaron en las zonas del norte, ocupándose de tareas domésticas o rurales. El producto del mestizaje entre blancos y africanos fue el mulato, de número poco considerable, y socialmente relegados.
En el último escalón del mestizaje, tanto por su número como por su posición social, estaban los zambos que contaban con sangre india y negra.
Los mestizos, si bien eran hombres libres se dedicaban a tareas poco rentables, como vendedores ambulantes, aguateros o panaderos. Se les prohibió integrar las milicias u órdenes religiosas, así como realizar estudios universitarios.
La población india comenzó a asentarse en las reducciones, y al comenzar a desaparecer las encomiendas, comenzaron a ser trabajadores asalariados de condición económica pobre. Se los consideraba vasallos del rey de España, y se dictaron leyes en defensa de sus derechos, pero debían como súbditos, pagar tributos.
Entre los blancos, el poder comenzó a estar determinado por el dinero, obtenido por el comercio, o por ser propietario de tierras. Los criollos van a ir adquiriendo así poder económico, que unido al militar, prepararía las bases para convertirlos en protagonistas de la Revolución emancipadora.